rampa de entrada a una autopista. A poca distancia delante de el, habia una valla publicitaria alta que se elevaba hasta el cielo, con la palabra Kentile estampada en rojo. Entonces oyo el rugido de un motor y al momento siguiente, una camioneta roja de cuatro puertas se detuvo a su lado.
Se bajo la ventanilla y un hombre con una camisa a cuadros y una gorra de los Yankees de Nueva York le miro.
– ?Quieres subir, amigo?
Ronnie se paro, sobresaltado y confuso por la pregunta, y sudando como un cerdo. ?Subir? ?Queria subir? ?Para ir adonde?
No estaba seguro. ?Queria?
Vio figuras dentro. Fantasmas apinados.
– Hay sitio para uno mas.
– ?Adonde vas? -pregunto sin conviccion, como si tuviera todo tipo de opciones.
El hombre tenia la voz nasal, como si los graves de sus cuerdas vocales estuvieran al maximo.
– Hay mas aviones. Habra mas aviones en cualquier momento. Tenemos que salir de aqui. Diez aviones mas, quiza mas. Mierda, tio, esto no ha hecho mas que empezar, joder.
– Yo… Eh… Tengo que reunirme… -Ronnie se callo. Miro la puerta abierta, los asientos azules, el mono del hombre. Era un tipo mayor con una nuez prominente y cuello de tortuga. Tenia la cara arrugada y amable.
– Entra. Te llevare.
Ronnie dio la vuelta y subio delante, junto al hombre. Tenia puestas las noticias a todo volumen. Una mujer decia que la zona de Wall Street de Manhattan y Battery Park estaba intransitable.
Mientras Ronnie buscaba a tientas el cinturon, el conductor le paso una botella de agua. De repente se percato de la sed que tenia y la apuro agradecido.
– Yo limpio ventanas, ?sabes? En el Center, ?sabes?
– Ya -dijo Ronnie distraido.
– Todas mis putas herramientas de limpieza estan en la Torre Sur, ?me entiendes?
Ronnie no lo sabia, no exactamente, porque solo le escuchaba a medias.
– Ya -contesto.
– Supongo que tendre que volver despues.
– Despues -repitio Ronnie, con indiferencia.
– ?Estas bien?
– ?Yo?
La camioneta avanzo. El interior olia a perro y cafe.
– Tenemos que salir de aqui. Han alcanzado el Pentagono. Hay unos diez aviones ahi arriba, joder, viniendo hacia nosotros. Esto es tremendo. ?Tremeeendo!
Ronnie giro la cabeza. Miro a las tres figuras apinadas detras de el. Ninguna lo miro.
– Los a-ra-bes -dijo el conductor-. Los a-ra-bes han hecho esto.
En el portavasos, Ronnie vio un vaso de plastico de Starbucks con una servilleta de papel manchada de cafe alrededor. Al lado habia una botella de agua.
– Esto, esto solo es el principio -continuo el conductor-. Suerte que tenemos un presidente fuerte. Suerte que tenemos a George Bush.
Ronnie no dijo nada.
– ?Estas bien? ?No estas herido ni nada?
Se dirigian a la autopista. Solo un punado de vehiculos iba en direccion contraria, por un tramo elevado. Delante de ellos habia una senal verde dividida en dos. En la parte de la izquierda decia Salida 24 Prospect Expwy Este. En la parte de la derecha decia Verrazano Br 278 Oeste, Staten Is.
Ronnie no contesto porque no le oyo. Volvia a estar sumido en sus pensamientos.
Puliendo la idea. Era una locura, un mero producto de su estado convulso, pero no podia quitarsela de la cabeza. Y cuanto mas pensaba en ello, mas empezaba a preguntarse si podria sostenerse. Era un plan alternativo a Donald Hatcook.
Un plan todavia mejor quiza.
Apago el movil.
31
Octubre de 2007
Aterrorizada, Abby observo la punta de la palanca de hierro. Se movia bruscamente, a ciegas, a derecha e izquierda, separando las puertas, solo unos cinco centimetros cada vez antes de que volvieran a cerrarse de golpe y aprisionaran la punta.
Hubo otro golpe enorme en el techo y esta vez si parecio como si alguien hubiera saltado encima. El ascensor se balanceo, golpeo contra el lateral del hueco, la desequilibro y al intentar evitar chocar contra la pared el bote de spray de pimienta le cayo de la mano con un ruido sordo.
Con un fuerte chirrido metalico, las puertas empezaron a abrirse.
La invadio un terror frio.
Ahora no se abrian cinco centimetros, sino mas, mucho mas.
Abby se agacho y busco desesperadamente el spray en el suelo. La luz lo ilumino todo. Vio el bote y lo cogio, presa del panico. Entonces, sin perder un segundo para mirar, se lanzo hacia delante, apretando el disparador, apuntando directamente al espacio cada vez mas ancho entre las puertas.
Directamente a los brazos fuertes que la agarraron y la sacaron del ascensor y la dejaron en el descansillo.
Ella grito, retorciendose con desesperacion, intentando soltarse. Cuando volvio a apretar el disparador, no salio nada.
– Cabron-grito-. ?Cabron!
– No pasa nada, guapa. Ya esta, amiga.
No reconocio la voz. No era la de el.
– ?Sueltame! -chillo, golpeandole con los pies descalzos.
El hombre la agarraba con mucha fuerza.
– ?Amiga? ?Senorita? Calmese. Esta a salvo. No pasa nada. ?Esta a salvo!
Una cara debajo de un casco amarillo le sonrio. Un casco de bombero. Un mono verde con franjas fosforescentes. Oyo las interferencias de una radio.
Mas arriba habia dos bomberos con casco, otro esperaba unos peldanos mas abajo.
El hombre que la sujetaba volvio a sonreir para tranquilizarla.
– Esta bien, querida. Esta a salvo -dijo.
Abby estaba temblando. ?Eran reales? ?Se trataba de una trampa?
Parecian bomberos de verdad, pero siguio agarrando con fuerza el spray de pimienta. Ricky era capaz de todo.
Entonces vio la cara hosca del viejo conserje polaco, que subia las escaleras asfixiado con su sudadera mugrienta y pantalones marrones.
– A mi no pagar para trabajar fines de semana -refunfuno-. Culpa administradores. ?Yo meses diciendo ascensor mal! ?Meses! -Miro a Abby y fruncio el ceno. Senalo hacia arriba con un dedo con una una negra-. Piso 82, ?verdad?
– Si -contesto ella.
– Administradores -dijo con su acento gutural, resollando-. No sirven. Yo digo, todos los dias yo digo.
– ?Cuanto tiempo llevaba encerrada ahi dentro, guapa? -le pregunto su salvador.
Era atractivo, tenia unos treinta anos, aire de adolescente de grupo de pop y las cejas negras casi demasiado perfectas para ser naturales. Abby lo miro con cautela, como si fuera demasiado guapo para ser bombero, como si todo fuera parte del engano elaborado de Ricky. Entonces se percato de que temblaba casi demasiado para poder
