colocado en ninguna vitrina y una magnifica seleccion de gorras de cuerpos policiales internacionales.

Junto a la trucha disecada, que utilizaba para ensenar a los policias jovenes una analogia entre la paciencia y la pesca, estaba una nueva adquisicion, un regalo de cumpleanos de Cleo. Era una carpa disecada, dentro de una caja transparente, en cuya base habia grabada la leyenda Carpe Diem-un juego de palabras horrible.

Su maletin descansaba abierto sobre la mesa, junto a su movil, su dictafono y un fajo de transcripciones de juicios que estaba ayudando a preparar. Esa manana debia repasar una, porque el fiscal no dejaba de insistir.

Y ademas, gracias a su ascenso, ahora tenia montones de expedientes nuevos que se acumulaban minuto a minuto y que Eleanor iba entrando y colocando en todas las superficies disponibles. Contenian los resumenes de todos los casos de delitos graves que el departamento de investigacion criminal estaba examinando actualmente y que ahora el tenia que revisar. Hizo una lista de todo lo que debia indagar para la Operacion Dingo y luego repaso la transcripcion, lo que le llevo una hora. Cuando acabo, saco su libreta y, abriendola por el final, leyo su anotacion mas reciente. Tenia una letra tan mala que tardo un momento en descifrarla y recordar.

Katherine Jennings, piso 82, Arundel Mansions,

Lower Arundel Terrace, 29.

Miro las palabras sin comprender, por un instante. Espero a que las sinapsis de su cerebro funcionaran y le proporcionaran algun recuerdo de por que habia escrito aquella direccion. Entonces se acordo de que Kevin Spinella le habia abordado despues de la rueda de prensa de ayer. Le habia dicho algo sobre que habian sacado a aquella mujer de un ascensor y que parecia asustada por algo.

La mayoria de la gente atrapada en un ascensor se habria asustado. A el, que era un poco claustrofobico y le daban miedo las alturas, seguramente tambien le habria pasado. Se habria muerto de miedo. Aun asi, nunca se sabia. Decidio cumplir con su deber e informar a la policia del distrito de East Brighton. Marco el numero interno del agente mas eficaz que conocia en aquella comisaria, el inspector Stephen Curry, le dio el nombre y la direccion de la mujer y le puso en antecedentes.

– No lo conviertas en una prioridad, Steve. Pero quizas alguno de tus policias podria pasarse en algun momento de su ronda, asegurarse de que todo esta bien.

– Por supuesto -dijo Stephen Curry, que parecia estresado-. Yo me ocupo.

– Todo tuyo -dijo Grace.

Despues de colgar, miro el trabajo que se acumulaba en su mesa y decidio que ya iria mas tarde a recoger el coche, hacia la hora de comer. Asi tomaria un poco el aire. Disfrutaria un poco del sol inesperado e intentaria despejarse. Luego se acercaria hasta el centro para ver si encontraba a uno o dos de los viejos conocidos de Ronnie. Sabia bien por donde empezar a buscar.

59

12 de septiembre de 2001

Ronnie paso la noche en vela tumbado entre las sabanas de nailon sucias, intentando arreglarselas con una almohada de espuma que parecia rellena de rocas y un colchon con unos muelles que se le clavaban como sacacorchos. Podia elegir entre seguir con la ventana cerrada y soportar el aire acondicionado -que hacia un ruido como si dos esqueletos se pelearan dentro de un cobertizo de metal-, o abrirla y no poder dormir por culpa del quejido incesante de las sirenas distantes y las aspas de los helicopteros.

Pocos minutos antes de las seis de la manana estaba con los ojos bien abiertos, rascandose una de las minusculas picaduras rojas que tenia en la pierna. Pronto descubrio mas que le picaban con furia en el pecho y el vientre.

Busco el mando a distancia a tientas en la mesita de noche y encendio el televisor. La urgencia del mundo exterior lleno de repente la habitacion. En la pantalla habia imagenes de Nueva York. Salian personas angustiadas, hombres y mujeres que sostenian tablas, letreros, carteles, algunas con fotografias, algunas solo con nombres, las letras rojas o negras o azules, preguntando: ?Le habeis visto?

Aparecio el presentador de las noticias y ofrecio un calculo del numero de muertos. Los telefonos de emergencia recorrian la parte inferior de la pantalla, ademas de otros titulares de ultima hora.

Todo tipo de cosas malas.

Dentro de su cabeza tambien se arremolinaban cosas malas, junto con todo lo que se habia mezclado en su interior durante la noche. Pensamientos, ideas, listas. Lorraine, Donald Hatcook, llamas, gritos, cuerpos cayendo.

Su plan.

?Estaba bien Donald? Si habia sobrevivido, ?existia alguna garantia de que accediera a respaldar su empresa de biodiesel? Ronnie siempre habia sido un jugador y consideraba que las probabilidades de que lo apoyara no eran tan buenas como las de que su nuevo plan funcionara. Ahora, para el, Donald Hatcook, vivo o muerto, era historia.

Lorraine estaria pasandolo fatal. Pero al mismo tiempo entenderia que «sin sufrimiento no hay recompensa».

Un dia la muy estupida lo comprenderia. Un dia, pronto, ?cuando la cubriera de billetes de cincuenta libras y le comprara todo lo que siempre habia deseado y mas!

?Serian ricos!

Solo tenia que sufrir un poco ahora.

Y tener mucho, mucho cuidado.

Miro su reloj para comprobar la hora otra vez: las 6.02. Su cerebro cansado y lento por el jet-lag tardo unos momentos en determinar si en Reino Unido eran cinco horas mas o cinco horas menos. Mas, decidio al fin, por lo que en Brighton serian pasadas las once de la manana. Intento pensar en que estaria haciendo Lorraine. Le habria llamado al movil, al hotel, al despacho de Donald Hatcook. Tal vez estaria en casa de su hermana o, mas probablemente, su hermana habria ido a su casa.

Ahora hablaba un policia directamente a camara. Decia que se necesitaban voluntarios para ayudar en los «escombros». Necesitaban gente en la zona siniestrada para ayudar con las excavaciones y para repartir agua. Parecia exhausto, como si hubiera estado toda la noche despierto. Parecia un hombre al limite de sus fuerzas por culpa del cansancio y la emocion y la carga del trabajo, simplemente.

«Voluntarios.» Ronnie penso unos momentos en aquello. «Voluntarios.»

Salto de la cama y se metio en la raquitica ducha, sintiendose extranamente liberado, pero nervioso. Habia mil y una maneras de fastidiarlo todo. Pero tambien habia maneras de actuar con inteligencia. Con mucha inteligencia. «Voluntarios.» ?Si, aquella idea tenia algo! ?Tenia fuerza!

Mientras se secaba, se centro en las noticias, en un canal de Nueva York, porque queria ver que predecian hoy para la ciudad. ?Aquello inesperado de lo que hablaba la gente? Eso significaba mas ataques. ?O la situacion iba a normalizarse hoy? ?En algunas zonas de Manhattan al menos?

Necesitaba saberlo porque tenia que realizar unas transacciones. Su nueva vida requeria financiacion. Habia que especular para acumular. Lo que necesitaba iba a ser caro e, independientemente de donde lo consiguiera, tendria que pagar en metalico.

La noticia que le interesaba aparecio en el informativo: las zonas de Nueva York que estarian cerradas y las zonas que estaban abiertas. ?Que pasaba con los transportes? Parecia que habia muchas lineas abiertas, que la mayoria estaban operativas. La locutora estaba diciendo, solemnemente, que ayer el mundo habia cambiado.

Tenia razon, penso el, pero para muchos hoy seria un dia normal. Ronnie se sintio aliviado. Despues de la borrachera de ayer en el bar, de la cena y de pagar por adelantado la habitacion, sus recursos habian menguado hasta los trescientos veinte dolares.

La realidad de aquello comenzaba a calar. Trescientos veinte dolares que debian durarle hasta que pudiera realizar una transaccion. Podia empenar el portatil, pero era demasiado arriesgado. Por experiencia propia, cuando la policia se incauto del ordenador del concesionario algunos anos atras, sabia que era practicamente imposible limpiar por completo la memoria de un ordenador. Su portatil siempre apuntaria a el.

En la pantalla, ahora volvian a hablar de los voluntarios que se necesitaban para los escombros. «Voluntarios», penso. La idea estaba arraigando, y le emocionaba.

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