– Hay una cosa… Es posible que Ronnie le hubiera ensenado. Le gustaba comerciar con sellos.
– ?Sellos? -dijo Glenn-. ?Sellos de correos, quiere decir?
Stephen asintio.
– De los caros. Siempre los cambiaba por dinero. Creia que de esta forma a Hacienda le costaria mas trabajo controlarle.
– Mas de tres millones de libras serian muchisimos sellos -dijo Bella.
Stephen nego con la cabeza.
– No necesariamente. Recuerdo que un dia en un pub Ronnie abrio su cartera y me enseno un sello, protegido con papel de seda, por el que habia pagado cincuenta mil libras. Creia que tenia un comprador dispuesto a pagarle sesenta mil por el. Pero conociendo su mala suerte, seguramente acabo sacando cuarenta mil.
– ?Tiene idea de donde comerciaba el senor Wilson con sus sellos?
– Hay algunos comerciantes locales con los me dijo que trabajaba para cosas pequenas. Se que a veces iba a un lugar llamado Hawkes en Queen's Road. Y a uno o dos sitios en Londres, y tambien en Nueva York. Ah, si, y solia hablar de un comerciante importante que trabaja desde casa… No recuerdo su nombre, solo que estaba en la esquina de Dyke Road. Alguien de Hawkes podra decirle como se llama.
Glenn apunto la informacion.
– Lo que si me comento es que se trataba de un mundo muy pequeno en las altas esferas del negocio. Si un comerciante conseguia una gran venta, el resto se enteraban. Asi que si Lorraine se gasto todo ese dinero en sellos, alguien se acordara.
– Y si los vendio, supongo que tambien habra alguien que se acuerde -dijo Bella.
84
Octubre de 2007
Era el primer dia de patrulla de Duncan Troutt como policia hecho y derecho. Se sentia bastante orgulloso, con confianza y, en realidad, un poco nervioso por si la fastidiaba.
Con su metro setenta y cinco de estatura y menos de 65 kilos de peso, tenia una complexion delgada, pero sabia cuidar de si mismo. Fan de las artes marciales desde hacia anos, habia obtenido un monton de certificados en kickboxing, taekwondo y kung-fu.
Su novia, Sonia, le habia regalado un poster enmarcado que decia: Aunque ande por valles tenebrosos, no temere mal alguno, porque soy el hijo de puta mas mezquino del valle.
Ahora mismo, a las diez de la manana, el hijo de puta mas mezquino del valle se encontraba en el cruce de Marine Parade con Arundel Road, en el extremo este de Brighton y Hove. No era exactamente un valle, ni siquiera una pequena hondonada, en realidad. En estos momentos, las calles estaban tranquilas. Dentro de una hora mas o menos, comenzarian a aparecer los drogadictos. Una estadistica que a la oficina de turismo de la ciudad no le gustaba anunciar era que Brighton tenia el mayor numero de consumidores de drogas inyectables -y de muertes por sobredosis- per capita del Reino Unido. Habian advertido a Troutt que una cantidad desproporcionadamente alta de yonquis parecia habitar en su turno.
La radio crujio y oyo su senal de llamada. Contesto con emocion y oyo la voz del sargento Morley
– ?Todo bien, Duncan?
– Si, jefe. De momento todo bien, jefe.
La zona que debia patrullar Troutt abarcaba del paseo maritimo de Kemp Town hasta la urbanizacion de viviendas subvencionadas de Whitehawk, donde residian, historicamente, algunas de las familias mas peligrosas y violentas de la ciudad, ademas de mucha gente honrada. El laberinto de calles dispuestas en terrazas que habia en medio contenia el mundo marginal de pensiones y hoteles baratos, una comunidad residencial urbana prospera, incluida una de las mayores comunidades gays del Reino Unido, y decenas de restaurantes, pubs y tiendas independientes mas pequenas. Tambien era el hogar de varias escuelas, ademas del hospital de la ciudad.
– Necesito que pases a ver a una persona que nos preocupa. Nos han informado de una mujer que presenta un estado de angustia. -Entonces le explico resumidamente las circunstancias.
Troutt saco su libreta nueva y anoto el nombre, Katherine Jennings, y su direccion.
– Es una orden del inspector y creo que viene de alguien de la cupula, ya me entiendes.
– Por supuesto, jefe. Estoy muy cerca… Ahora mismo voy.
Con una urgencia nueva en su zancada, camino por la borrascosa Marine Parade y giro a la izquierda alejandose del paseo maritimo.
La direccion correspondia a un bloque de pisos de ocho plantas y habia un camion de una constructora aparcado en doble fila en la calle, asi como una furgoneta de una empresa de ascensores. Paso por delante de un Ford Focus que tenia una multa de aparcamiento en el parabrisas, cruzo y subio hasta la puerta, donde se aparto a un lado para dejar pasar a dos hombres que entraban una placa de yeso grande. Luego miro el panel de timbres. En el numero veintinueve no figuraba ningun nombre. El agente llamo. No obtuvo respuesta.
Al final del panel estaba el timbre de la conserjeria, pero como la puerta estaba sujeta con una cuna para que no se cerrara decidio entrar. Habia un cartel de No funciona pegado en la puerta del ascensor, asi que fue por las escaleras y subio con cuidado pisando los plasticos, un poco molesto porque los zapatos que habia limpiado cuidadosamente anoche estaban llenandose de polvo. Oyo martillazos y golpes y el sonido de un taladro justo encima de el y en el quinto piso tuvo que superar una pista de obstaculos hecha con materiales de construccion.
Siguio subiendo y llego a la octava planta. La puerta del piso de Katherine Jennings quedaba justo delante de el. Al ver las tres cerraduras, junto con la mirilla, le entro curiosidad. Dos no era nada extrano, como habia aprendido al visitar casas que habian sufrido varios robos en las zonas mas conflictivas de Brighton, pero tres era excesivo. Las miro con mas detenimiento y observo que todas parecian solidas.
«A usted le preocupa algo, senora», penso para si mientras llamaba al timbre.
No hubo respuesta. Lo intento un par de veces mas, esperando pacientemente, luego decidio ir a hablar con el conserje.
Cuando llego al pequeno vestibulo de abajo, vio que estaban entrando dos hombres. Uno tenia unos treinta anos, porte agradable, y llevaba un mono con las palabras Mantenimiento Stanwell grabadas en el bolsillo del pecho y un cinturon de herramientas. El otro era un hombre de aspecto discolo de unos sesenta anos, con un peto sobre una sudadera mugrienta. Sujetaba un movil antiguo y tenia una una negra.
El trabajador ofrecio a Troutt una sonrisa de desconcierto.
– Vaya, ?que rapido han venido!
El hombre mayor levanto el telefono.
– Acabo de llamar hace, ?que?, ?menos de un minuto! -Su acento gutural hizo que la frase sonara como una queja.
– ?A mi?
– ?Por el ascensor!
– Lo siento -dijo Troutt-. ?Quien es usted?
– El conserje.
– Me temo que he venido por otro asunto -dijo Troutt-. Pero estare encantado de intentar ayudarle si me cuenta el problema.
– Es muy sencillo -dijo el tecnico joven-. Alguien ha manipulado el mecanismo del ascensor. Lo han estropeado. Saboteado. Y la alarma y el telefono del ascensor… Los cables estan cortados.
Ahora Troutt le presto toda su atencion. El agente saco su libreta.
– ?Podria darme mas detalles?
– Puedo ensenarselo, maldita sea. ?Como anda de conocimientos tecnicos?
Troutt se encogio de hombros.
– Pongame a prueba.
– Tengo que llevarle a la sala de maquinas para ensenarselo.
– De acuerdo. Pero primero tengo que hablar con este caballero un momento.