Brighton.
Las mujeres dejaron de hablar de repente y se volvieron para mirarles. Branson saco su placa.
– Soy el sargento Branson del Departamento de Investigacion Criminal de Sussex y ella es mi companera, la sargento Moy. Nos gustaria hablar un momento con el propietario. ?Es una de ustedes?
– Si -dijo la que parecia mayor, con voz agradable, pero ligeramente reservada-. Soy Jacqueline Hawkes. ?De que se trata?
– ?Le dicen algo los nombres de Ronnie y Lorraine Wilson?
Parecio sorprendida y lanzo una mirada a la otra mujer.
– ?Ronnie Wilson? Mama solia comerciar con el hace unos anos. Le recuerdo bien. Entraba y salia a menudo, para regatear. Murio, ?verdad? En el 11-S, creo recordar.
– Si -dijo Bella, que no queria revelar mas informacion.
– ?Era un comerciante importante? ?De alto nivel? -pregunto Branson-. Ya sabe, de sellos muy raros.
Ella nego con la cabeza.
– Con nosotros no. Nosotros no comerciamos demasiado en el mercado de sellos caros, no disponemos de ese tipo de material. En realidad, solo somos una tienda normal.
– ?Hasta que valores comercian?
– Cosas pequenas, en su mayoria. No manejamos sellos con un valor superior a unos cientos de libras. A menos que venga alguien con una ganga evidente, entonces tal vez subamos un poco.
– ?Alguna vez vino Lorraine Wilson? -pregunto.
Jacqueline se quedo pensando un momento, luego asintio.
– Si, si que vino, no recuerdo exactamente cuando. No mucho despues de que el muriera, creo que seria. Tenia algunos sellos de su marido que queria vender. Se los compramos, no fue una gran cantidad, solo unos cientos de libras; hablo de memoria.
– ?Alguna vez le hablo de comerciar con cantidades mucho mayores? ?Gastar una suma importante de dinero?
– ?De que suma importante de dinero estamos hablando?
– Cientos de miles.
Ella nego con la cabeza.
– Nunca.
– Si alguien viniera a verla para que le comprara algo, varios cientos de miles de libras en sellos, digamos, ?que haria usted?
– Le dirigiria a una casa de subastas de Londres o a un comerciante especializado ?y esperaria que fuera lo bastante decente como para darme una pequena comision!
– ?A quien le enviaria en esta zona?
Ella se encogio de hombros.
– Solo hay una persona en Brighton que comercie a ese nivel. Se llama Hugo Hegarty. Ya debe de tener sus anitos, pero se que todavia comercia.
– ?Tiene su direccion?
– Si. Se la buscare.
Dyke Road, que describia una curva perfecta hasta Dyke Road Avenue, se extendia como una espina dorsal desde cerca del centro de la ciudad hasta donde empezaban los Downs, y servia de frontera entre Brighton y Hove. Aparte de un par de secciones en las que estaba flanqueada de tiendas, oficinas y restaurantes, la mayor parte de la calle era residencial, con casas que se volvian progresivamente mas chic a medida que se alejaban del centro de la ciudad.
Para alivio de Bella, el trafico era denso, lo que obligo a Glenn a conducir a paso de tortuga. Leyendo los numeros de las casas, dijo:
– Ya estamos, a la izquierda.
Habia un camino de entrada que parecia un simbolo de estatus casi obligatorio en este barrio. Pero, a diferencia de la residencia de los Klinger, no habia verja electrica, solo una de madera que no parecia haberse cerrado en anos. La entrada estaba atestada de coches, asi que Branson aparco fuera, subiendo dos ruedas a la acera, consciente de que obstruia el carril bici pero incapaz de hacer mucho mas.
Entraron en la finca, rozando un BMW descapotable antiguo, un Saab mas viejo incluso, un Aston Martin DB7 gris y mugriento y dos Volkswagen Golf. Se pregunto si Hegarty tambien comerciaba con coches ademas de sellos.
Se resguardaron en el porche y llamaron al timbre. Cuando se abrio la imponente puerta de roble, Glenn Branson reacciono con retraso. El hombre que les atendio era clavado a uno de sus actores preferidos de todos los tiempos, Richard Harris.
Se quedo tan pasmado que por un momento no le salieron las palabras mientras buscaba su placa.
El hombre tenia uno de esos rostros curtidos a los que Glenn le costaba poner edad. Podia estar entre los sesenta y cinco y los setenta y muchos. Su pelo, mas cerca del blanco que del gris, era largo y lo llevaba bastante despeinado, y vestia un jersey de criquet encima de una camisa de sport y pantalones de chandal.
– Somos el sargento Branson y la sargento Moy del Departamento de Investigacion Criminal de Sussex -dijo Glenn-. Nos gustaria hablar con el senor Hegarty ?Es usted?
– Depende de a que senor Hegarty esten buscando -dijo el hombre con una sonrisa claramente evasiva-. ?A uno de mis hijos o a mi?
– Al senor Hugo Hegarty -dijo Bella.
– Soy yo. -Miro su reloj-. Dentro de veinte minutos tengo que ir a jugar al tenis.
– Solo seran unos minutos, senor -dijo ella-. Queremos hablar con usted sobre alguien con quien creemos que comerciaba hace unos anos, Ronnie Wilson.
Hegarty entrecerro los ojos y de repente parecio muy preocupado.
– Ronnie. ?Dios bendito! ?Saben que murio?
Hugo Hegarty dudo antes de retroceder unos pasos y decir, en un tono un poco mas afable:
– ?Quieren pasar? Hace un dia horrible.
Entraron en un pasillo largo, de paredes de roble y con oleos esplendidos colgados. Luego siguieron a Hegarty hasta un estudio con paneles parecidos y un sofa capitone de piel color carmesi y un sillon reclinable a juego. Las ventanas de cristales emplomados tenian vistas a una piscina, un cesped amplio ribeteado con arbustos otonales y parterres pelados, y el tejado de la casa del vecino aparecia detras de la valla de tablones de madera. Justo en el piso de arriba se oia el rugido de un aspirador.
Era una habitacion ordenada. Habia estanterias cargadas con lo que parecian trofeos de golf y muchas fotografias encima del escritorio. Una era de una mujer guapa de pelo plateado, seguramente la mujer de Hegarty, y otras de dos chicos y dos chicas adolescentes y un bebe. Junto al cartapacio de la mesa descansaba una lupa enorme.
Hegarty les senalo el sofa y se sento en la punta del sillon.
– Pobre Ronnie. Un asunto horrible, lo que paso. Que mala suerte estar alli ese dia. -Solto una risa nerviosa-. Bueno, ?en que puedo ayudarles?
Branson se fijo que en las estanterias habia una hilera de catalogos de sellos Stanley Gibbons gruesos y pesados y una docena o mas de otros catalogos.
– Es por una investigacion que estamos llevando a cabo que tiene ciertas conexiones con el senor Wilson - contesto-. Nos han dicho que usted comercia con sellos valiosos. ?Es correcto, senor?
Hegarty asintio, luego arrugo la cara como quitandole importancia al tema.
– Quiza ya no lo sean tanto. El mercado esta muy dificil. Ahora me dedico mas a los inmuebles, los valores y las acciones que a los sellos. Pero todavia manejo algunos, me gusta estar al dia.
Tenia un tic en el ojo y a Branson le gusto. Richard Harris tambien, formaba parte de la gran magia que desprendia el actor.
– ?Diria usted que sus negocios con el senor Wilson fueron importantes?
Hegarty se encogio de hombros.
– Bastante, pero intermitentes a lo largo de los anos. No era nada facil negociar con Ronnie, usted ya me entiende.