disponia de plazas libres. Abby decidio que iba a llevar a su madre alli ahora mismo.

Lo unico que tenia que hacer era meter algunas cosas en una bolsa. Sabia que su madre era muy lenta, pero ya se encargaria ella y la haria salir deprisa. A su madre tal vez no le gustara, pero tendria que aguantarse unas semanas. Al menos alli estaria segura. Abby no podia confiar indefinidamente en los servicios de su nueva cuidadora, la temible Doris, cuyo apellido ni siquiera conocia.

Con su madre a salvo, podria poner en accion el plan que habia estado ideando durante las ultimas horas. La primera parte consistia en alejarse de alli tanto como fuera posible. La segunda era encontrar a una persona de quien pudiera fiarse. Pero tendria que confiar en ella a ciegas.

?En cuantos desconocidos podia confiar para que le guardaran todo lo que tenia en el mundo y no se largaran como habia hecho ella?

El taxista parecia buena gente. Tenia la sensacion de que podria confiar en el si era necesario. Pero ?podria mantener a raya a Ricky el solo, o necesitaria a un par de personas? Esto significaba que estaria depositando su confianza en alguien a quien conocia desde hacia treinta minutos y en otras personas a las que no habia visto nunca. Era un riesgo demasiado grande despues de todo lo que habia pasado para llegar hasta aqui.

En estos momentos, sin embargo, no contaba con muchas mas opciones. Habia pagado por adelantado tres meses del alquiler del piso y solo habia transcurrido uno, y se habia comido gran parte de sus reservas de efectivo. Y el mes por adelantado de la habitacion de su madre en la residencia Bexhill Lawns que habia desembolsado esta manana no ayudaba. Le quedaba credito suficiente en la tarjeta para arreglarselas durante un par de meses, si se alojaba en un hotel barato. Despues, tendria que echar mano a sus recursos. Y para hacerlo, debia eludir a Ricky.

Agradecio a Dios la suerte de no haberlos transferido todavia a su recien adquirida caja de seguridad.

Deberia haberse dado cuenta, por todo lo que sabia de Ricky, de que era un genio de la electronica. Una noche se jacto de tener trabajando para el a la mitad de los recepcionistas de los mejores hoteles de Melbourne y Sydney. Le pasaban las llaves de plastico de las habitaciones de los clientes al termino de su estancia. Esas llaves contenian los detalles de sus tarjetas de credito y las direcciones de sus casas. Le conto que tenia una persona que le compraba la informacion de buena gana y la estafa o, mejor dicho, el «servicio de datos», como le gustaba denominarlo a el, le reportaba mucho mas dinero que su negocio legal.

Abrio la puerta y recorrio el pasillo hasta el piso de su madre. La habia llamado dos veces para comprobar que estuviera bien. La primera, en torno a las diez y media, su madre le dijo que el cerrajero habia telefoneado para decir que llegaria a las once. Y la segunda vez, hacia media hora, le dijo que el hombre ya estaba alli.

Abby se quedo abatida al descubrir que todavia podia abrir la puerta con su llave. Y lo mas preocupante era que no habia rastro alguno de que hubiera pasado por alli ningun cerrajero. Llamo a su madre angustiada, luego cruzo el pasillo y entro en el salon.

Asombrada, vio que habian quitado la alfombra. La alfombra roja que recordaba de su infancia, de donde ayer limpio el arroz con leche, habia desaparecido; lo unico que quedaba eran unos parches de fieltro gastado sobre las tablas rugosas y desnudas del suelo.

Por un momento, todo su mundo se tambaleo mientras intentaba establecer una conexion entre el cambio de la cerradura y la necesitad de quitar una alfombra. Algo iba mal.

– ?Mama! ???Mama!!! -grito, por si su madre estaba en la cocina, o en el bano, o en el dormitorio.

?Donde estaba Doris? ?Acaso no habia prometido que se quedaria toda la manana aqui con ella?

Paso corriendo por todas las habitaciones, cada vez mas aterrada. Luego salio del piso como una exhalacion, subio las escaleras de dos en dos y llamo al timbre del apartamento de Doris. Despues golpeo la puerta con el puno.

Al cabo de lo que parecio una eternidad, oyo el repiqueteo familiar de la cadena de seguridad y, como antes, la puerta se abrio unos centimetros. Doris, con sus enormes gafas negras, miro con cautela, luego le ofrecio una sonrisa acogedora y abrio mas la puerta.

– ?Hola, querida!

Abby se sintio aliviada al instante por la alegria del saludo y por un momento tuvo la seguridad de que Doris iba a decirle que su madre habia subido aqui, a su piso.

– Hola, solo me preguntaba si sabia que esta pasando abajo.

– ?Con el cerrajero?

Asi que el hombre habia ido.

– Si.

– Bueno, esta haciendo el trabajo, querida. Parece un joven encantador. ?Ocurre algo?

– ?Ha comprobado su identificacion, como le dije?

– Si, querida, tenia una tarjeta de la empresa. Me he llevado la lupa para estar segura de poder leerla. Cerrajeria Eastbourne, ?verdad?

En ese momento, el telefono de Abby comenzo a sonar. Miro la pantalla y vio que era el numero nuevo de su madre. Volvio a mirar a Doris.

– De acuerdo, gracias.

Doris levanto un dedo.

– Se me quema algo en el horno, querida. Vuelve a subir si me necesitas.

Abby contesto la llamada mientras Doris cerraba la puerta.

Oyo la voz de su madre, pero sonaba temblorosa y extrana y entrecortada, como si leyera un guion.

– Abby -le dijo-. Ricky quiere hablar contigo. Voy a pasartelo. Por favor, haz exactamente lo que te diga.

Entonces la llamada murio.

Abby volvio a telefonear freneticamente. Le salto el buzon de voz. Luego, casi al instante, recibio otra llamada. En la pantalla aparecio: «Numero privado».

Era Ricky.

88

Octubre de 2007

– ?Donde esta mi madre? -grito Abby al telefono antes de que el tuviera ocasion de hablar-. ?Donde esta, cabron?

?DONDE ESTA?

Detras de ella se abrio una puerta y un anciano miro fuera, luego volvio a cerrarla con fuerza.

Consternada a posteriori por haber sido tan estupida como para dejar a su madre con aquella anciana, Abby corrio hacia la intimidad relativa del hueco de la escalera.

– Quiero hablar con ella ahora. ?Donde esta?

– Tu madre esta bien, Abby -contesto el-. Esta muy comoda enrolladita en la alfombrita, por si te preguntabas donde habia ido a parar.

Con el telefono pegado a la oreja, bajo las escaleras, entro en el piso de su madre y cerro la puerta. Siguio caminando hasta el salon, mirando el suelo desnudo que se vislumbraba a traves del fieltro. Las lagrimas rodaban por su cara. Estaba temblando, comenzaba a sentirse desconectada, los primeros sintomas de que iba a tener un ataque de panico.

– Voy a llamar a la policia, Ricky -le dijo-. Ya no me importa nada. ?De acuerdo? Voy a llamar a la policia ahora mismo.

– Creo que no, Abby -dijo con tranquilidad-. Creo que eres demasiado lista para hacer eso. ?Que vas a decirles? «?Le robe a este hombre todo lo que tenia y ahora me ha encontrado y se ha llevado a mi madre de rehen?» Tienes que ser capaz de explicar las cosas, Abby. Hoy en dia, en el mundo occidental, con todas las regulaciones de blanqueo de dinero, hay que ser capaz de aportar una explicacion para todas las posesiones y cantidades de dinero importantes. ?Como podras explicar lo que tienes, con tu sueldo de camarera en un bar de Melbourne?

– Ya no me importa, Ricky. ?De acuerdo? -Volvio a gritar al telefono.

Hubo un silencio breve.

– Oh, creo que si te importa -dijo el entonces-. No me hiciste lo que me hiciste por un impulso repentino. Lo

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