Abby regreso al salon, a esperar que volviera a llamar y dispuesta a cortar la llamada cuando lo hiciera. Luego, con el corazon en la boca, aterrada por si estaba cometiendo un error, salio a hurtadillas al pasillo aun mas oscuro y subio por la escalera de incendios hasta el primer piso. Unos minutos despues, desde el telefono del piso de Doris, marco un numero distinto. Respondio la llamada una voz de hombre con buena diccion.

– ?Podria hablar con Hugo Hegarty? -pregunto Abby.

– Por supuesto, al habla.

– Disculpe que llame tan tarde, senor Hegarty -dijo-. Tengo una coleccion de sellos que quiero vender.

– ?Si? -Pronuncio la palabra de forma que sonara muy pensativa-. ?Que puede decirme de ellos?

Abby enumero cada sello, describiendolo detalladamente. Los conocia tan bien que eran como una fotografia grabada en su memoria. El hombre la interrumpio un par de veces para pedirle informacion especifica.

Cuando termino, Hugo Hegarty se quedo callado de un modo extrano.

92

Octubre de 2007

Sentado en su furgoneta aparcada en el camping alejado que habia encontrado por Internet, Ricky estaba absorto en sus pensamientos. La lluvia que repiqueteaba sobre el tejado era una buena tapadera. Nadie iba a merodear a oscuras por un campo embarrado, metiendo las narices en asuntos que no eran de su incumbencia.

Era el lugar perfecto, situado en los Downs a unos kilometros de Eastbourne, en las afueras de un pueblo de postal llamado Alfriston. Un camping en un campo grande y boscoso a ochocientos metros de un sendero desierto, detras de un club de tenis azotado por la lluvia.

No era la epoca del ano ni hacia el tiempo adecuado para jugar al tenis o acampar, lo que significaba que no habia ojos curiosos. El propietario tampoco parecia un cotilla. Subio con dos ninos pequenos que se peleaban en el coche, cogio las quince libras por tres noches por adelantado y le enseno a Ricky donde estaban los banos y las duchas. Le dio un numero de movil y le dijo que tal vez volviera manana en algun momento si aparecia alguien mas.

Solo habia otro vehiculo en el camping, una autocaravana grande con matricula holandesa, y Ricky aparco bien lejos de ella.

Tenia suficiente comida, agua y leche -que habia comprado en una gasolinera- para alimentarse durante un tiempo. Abrio una lata de cerveza y se bebio la mitad del tiron, queria alcohol para tranquilizarse. Luego encendio un cigarrillo y dio tres caladas largas bien seguidas. Bajo un poquito la ventanilla e intento tirar la ceniza, pero el viento la devolvio adentro hacia su cara. Cerro la ventanilla y, mientras lo hacia, arrugo la nariz. Un olor desagradable se habia colado desde fuera.

Dio otra calada al cigarrillo y otro trago de cerveza. Estaba trastornado por la conversacion que acababa de mantener con Abby. Por como le habia colgado el telefono. Por el modo en que seguia sin entender a aquella zorra.

Le asustaba que hablara en serio. Las palabras se repetian una y otra vez en su cabeza.

«Te devolvere lo que me queda.»

?Cuanto habia gastado? ?Dilapidado? Debia de ser un farol. Era imposible que hubiera conseguido mas de unos miles de libras durante el tiempo que llevaba huyendo. Era un farol.

Tendria que arriesgarse mas. Desafiarla para que mostrara sus cartas. Tal vez ella creyera que era una mujer dura, pero Ricky lo dudaba.

Se acabo el cigarrillo y tiro la colilla fuera. Luego, mientras cerraba la ventanilla, volvio a arrugar la nariz. El olor se volvia mas fuerte, mas intenso. Venia de dentro de la furgoneta, claramente. El hedor agrio y nitido de la orina.

«?Mierda, joder, no!»

La vieja se habia meado encima.

Encendio la luz interior de inmediato, salio como pudo del asiento y paso a la parte trasera de la furgoneta. La mujer estaba ridicula, con la cabeza asomando por la parte superior de la alfombra enrollada como una crisalida horrible.

Le arranco la cinta de la boca con tanta delicadeza como pudo, pues no queria hacerle mas dano de lo necesario; ya estaba muy angustiada y tenia miedo de que se le muriera alli mismo.

– ?Te has meado?

Dos ojos pequenos y asustados lo miraron.

– Estoy enferma -dijo la mujer, con voz debil-. Tengo incontinencia. Lo siento.

Un panico repentino se apodero de el.

– ?Significa eso que tambien vas a hacer lo otro?

Ella dudo, luego asintio, disculpandose.

– Genial -dijo el-. Esto es genial, joder.

93

Octubre de 2007

Mientras Glenn Branson volvia a su mesa despues de la reunion de las 18.30 sobre la Operacion Dingo, su movil sono. La identificacion de llamadas mostraba un numero de Brighton que no conocia.

– Sargento Branson -contesto. Reconocio de inmediato la voz elegante al otro lado.

– Oh, sargento, disculpe que le telefonee un poco tarde.

– No se preocupe, senor Hegarty. ?En que puedo ayudarle? -Glenn siguio caminando.

– ?Le llamo en mal momento?

– En absoluto.

– Bueno, acaba de pasarme algo increible -dijo Hugo Hegarty-. ?Recuerda que cuando usted y su encantadora companera volvieron esta tarde les di una lista? ?Una lista con una descripcion de todos los sellos que compre para Lorraine Wilson en 2002?

– Si.

– Bueno, mire… Tal vez se trate solo de una coincidencia extrana, pero llevo demasiado tiempo en este negocio para creer que lo sea.

Glenn llego a la puerta de la MIR Uno y entro.

– Siga.

– Acabo de recibir una llamada de una mujer, parecia joven y bastante nerviosa. Me ha preguntado si podria vender para ella una coleccion de sellos de alta calidad que tiene. Le he pedido que me diera los detalles y lo que me ha descrito es exacto, y quiero decir exacto exacto, a lo que compre para Lorraine Wilson. Menos algunos, que tal vez se vendieran por el camino.

Con el telefono aun pegado a la oreja, Branson se acerco a su area de trabajo y se sento, asimilando la importancia que tenia aquella informacion.

– ?Esta absolutamente convencido de que no se trata de una simple coincidencia, senor? -le pregunto.

– Bueno, la mayoria son planchas raras de sellos nuevos, deseables para todas las colecciones, ademas de algunos sellos individuales. Dudo que fuera capaz de recordar si los matasellos eran los mismos que hace cinco anos. Pero para darle algun dato mas, existen dos planchas 77 de Penny Reds. Creo que el ultimo precio de venta alcanzo las ciento sesenta mil libras. Habia varias planchas 11 de Penny Blacks, valen entre doce y trece mil libras cada una, es muy facil negociar con ellos. Luego habia una buena cantidad de Tuppenny Blues, ademas de un monton de otros sellos raros mas. Podria ser una coincidencia si solo tuviera uno o dos, pero ?los mismos ejemplares y las mismas cantidades?

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