La azafata de vuelo estaba repasando las instrucciones de seguridad. Norman Potting se inclino hacia Nick Nicholl, sentado junto a el en la parte trasera del 747, y dijo:

– Es todo una chorrada, este rollo de la seguridad.

El joven agente, a quien le aterraba volar pero no habia querido reconocerselo a su jefe, se aferraba a cada palabra que salia de los altavoces. Alejando la cara para evitar la bocanada de mal aliento de Potting, miro hacia arriba para localizar exactamente de donde caeria la mascara de oxigeno.

– De la posicion de impacto… ?Sabes que es lo que no te cuentan? -prosiguio Potting, sin inmutarse por la ausencia de reaccion de Nicholl.

El agente nego con la cabeza mientras observaba y memorizaba el modo correcto de atar las cintas del chaleco salvavidas.

– Podria salvarte en algunas situaciones, lo reconozco. Pero lo que no te cuentan -dijo Potting- es que la posicion de impacto contribuye a mantener intacta la mandibula. Facilita mucho la identificacion de todas las victimas gracias a los historiales dentales.

– Muchas gracias -murmuro Nicholl, observando a la azafata, que ahora senalaba donde se encontraba el silbato.

– En cuanto al chaleco salvavidas, tiene gracia, si -siguio Potting-. ?Sabes cuantas companias aereas civiles en toda la historia de la aviacion han logrado realizar un amerizaje de emergencia con exito?

Nick Nicholl estaba pensando en su mujer, Julie, y en su nino pequeno, Liam. Quiza no volviera a verlos nunca mas.

– ?Cuantas? -pregunto tragando saliva.

Potting junto la punta del pulgar con la del dedo indice, formando un circulo.

– Cero. Ninguna. Niente. Ni una sola.

«Siempre hay una primera vez», penso Nicholl, aferrandose con todas sus fuerzas a aquel pensamiento; aferrandose a el como si fuera una balsa salvavidas.

Potting se puso a leer una revista masculina que habia comprado en el aeropuerto. Nicholl estudio la ficha plastificada con las instrucciones de seguridad, para comprobar la ubicacion de las salidas mas cercanas, y se alegro de ver que solo estaban dos filas detras de ellos. Tambien se alegro de ver que estaba cerca de la parte trasera del avion; recordaba haber leido una noticia en el periodico sobre un desastre aereo en el que la seccion de cola se partio y todos los pasajeros de esa zona sobrevivieron.

– ?Guaaaaau! -dijo Potting.

Nicholl miro abajo. Su companero tenia la revista abierta por un desnudo desplegable. Una rubia de pechos enormes estaba tumbada con los brazos y las piernas abiertas sobre una cama con dosel, las munecas y tobillos atados con tiras de terciopelo negro a los postes. Se habia hecho la depilacion brasilena en el vello pubico y los labios rosas de su vulva estaban bien expuestos, como si fueran los capullos de una flor colocados entre sus piernas.

Una azafata paso a su lado, comprobando que los pasajeros se hubieran abrochado los cinturones. Se detuvo para mirar a Nicholl y Norman Potting y tuvo la inteligencia de seguir caminando.

Nick noto que le ardia la cara de verguenza.

– Norman -susurro-, creo que deberias guardar eso.

– ?Espero que veamos a algunas como esta en Melbourne! -dijo Potting-. Podriamos hacer algo de deporte, tu y yo. Me gusta esa Bondi Beach.

– Bondi Beach esta en Sydney, no en Melbourne. Y creo que has incomodado a la azafata con eso.

Potting paso los dedos por las curvas de la chica.

– ?Que buena esta, la tia!

La azafata estaba volviendo. Les lanzo a ambos una mirada rapida, bastante gelida, y siguio avanzando deprisa.

– Creia que eras un hombre felizmente casado, Norman -dijo Nicholl.

– El dia que deje de mirar, chaval, ese dia quiero que me lleven a un campo y me peguen un tiro -dijo. Sonrio y, para alivio de Nicholl, paso la pagina. Pero solo fue un alivio fugaz.

La pagina siguiente era mucho peor.

96

Octubre de 2007

Abby iba en un tren en direccion a Brighton, con un nudo tenso en la garganta. Estaba temblando, intentaba evitar echarse a llorar y se esforzaba para mantener la compostura.

?Donde estaba su madre? ?Adonde la habia llevado ese cabron?

El reloj marcaba las ocho y media de la tarde. Habian pasado casi dos horas desde que le habia colgado el telefono a Ricky. Volvio a marcar el numero de su madre. Una vez mas, salto el contestador.

No estaba segura de que medicacion tomaba exactamente -habia antidepresivos, ademas de pastillas para los espasmos musculares, para el estrenimiento, el reflujo-, pero dudaba que a Ricky le importara. Sin todo aquello, el estado de su madre se deterioraria rapidamente y empezaria a tener cambios de humor, desde euforia un segundo a una angustia profunda al siguiente.

Abby se maldijo por haber cometido la estupidez de dejar a su madre tan expuesta. Tendria que habersela llevado con ella, maldita sea.

«Llamame, Ricky. Por favor, llamame.»

Se arrepentia muchisimo de haberle colgado, se daba cuenta de que no lo habia pensado debidamente. Ricky sabia que ella seria la primera en caer presa del panico, no el. Pero tendria que llamarla, tendria que establecer algun tipo de contacto. Una anciana fragil y enferma no era el premio que queria obtener.

Cogio un taxi en la estacion y se bajo en una tienda cerca de su piso, donde compro una linterna pequena. Caminando por las sombras, giro en su calle y vio, bajo el resplandor de una farola, el Ford Focus alquilado de Ricky. Tenia un cepo. En el parabrisas y en la ventanilla del lado del conductor habia unas pegatinas grandes de la policia, que advertian al propietario que no intentara moverlo.

Anduvo con cautela hacia el coche. Mirando a su alrededor para asegurarse de que no la observaban, saco la multa de debajo del limpiaparabrisas y, utilizando la linterna, leyo la hora en que se habia emitido: las 10.03 de la manana. Asi que el coche llevaba aqui todo el dia, lo que significaba que no lo habia utilizado para trasladar a su madre.

Pero imaginaba que planeaba volver. Quiza ya estuviera alli. No sabia por que, pero lo dudaba. Estaba segura de que tenia un sitio en la ciudad, aunque solo se tratara de un garaje.

Las ventanas de su piso estaban todas oscuras. Cruzo la calle hacia la entrada y toco el timbre de Hassan, con la esperanza de que estuviera en casa. Tuvo suerte. Oyo un crujido y despues su voz.

– Hola, soy Katherine Jennings del piso 82. Lamento molestarte, pero he olvidado la llave de abajo. ?Podrias abrirme?

– ?Claro!

Al cabo de unos momentos oyo un zumbido brusco y empujo la puerta para abrirla. Al entrar, vio un fajo de correo comercial apretujado en su buzon. Mejor no tocarlo, decidio, no queria dejar ningun indicio de que habia estado aqui.

El ascensor tenia un cartel grande pegado en las puertas que ponia No funciona. Comenzo a subir las escaleras mal iluminadas, deteniendose en cada planta a escuchar cualquier movimiento, deseando llevar encima el spray Mace. En el tercer piso empezo a percibir el olor a madera recien serrada que provocaban los trabajos de los obreros en el apartamento de arriba. Subio una planta mas, luego noto que comenzaba a faltarle el valor y tuvo la tentacion, por un momento, de llamar a la puerta de Hassan y pedirle que la acompanara.

Al final, consiguio llegar arriba. Se detuvo a ver si oia algun ruido. En esa planta habia dos pisos mas, pero nunca se habia encontrado a nadie entrando o saliendo durante la breve temporada que llevaba aqui. No oyo nada. Silencio total. Se acerco a la manguera de incendios que habia fijada en la pared y comenzo a desenrollarla. Despues de cinco vueltas, vio el juego de llaves de repuesto en el lugar donde lo habia escondido. Volvio a enrollar

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