delante de ellos. Dennis, sentado al volante, saludo alegremente a Roy con la mano.

– ?Eh! ?Que tal? -Entonces miro el camion de UPS, que acababa de montarse en la acera por segunda vez, peligrosamente cerca de un buzon, y que ahora volvia a avanzar lentamente hacia delante-. ?Eh, vamos, senora, que conduce una furgoneta, no un puto elefante!

El vehiculo volvio a dar marcha atras aun mas cerca del buzon.

– ?Joder, senora! -dijo Dennis-. ?Cuidado con el buzon! ?Si se lo carga sera un delito federal!

– Bueno, ?mas comerciantes de sellos? -dijo Pat, intentando centrarse en la tarea que les aguardaba.

– Tengo otros seis en mi lista.

– Ya sabes, si hoy no tienes suerte, podemos ampliar la busqueda -dijo Pat-. Podemos encargarnos nosotros.

– Os lo agradezco.

– No es nada.

Dennis condujo por delante de la Zona Cero. Grace miro las vallas de acero, los muros de hormigon, las casetas moviles que servian de almacen y oficinas, las gruas que se elevaban como cuellos de jirafa, las hileras de focos en postes altos. El area era vastisima, casi incomprensiblemente. No dejaba de pensar en la descripcion de los dos hombres, que la habian llamado «la panza de la bestia». Pero ahora era una bestia extranamente tranquila. No se oia el barullo habitual en la mayoria de las obras. A pesar de todo el trabajo que estaba realizandose, reinaba un silencio casi reverencial.

– ?Sabes? He estado pensando en esa mujer de Australia, ?si? La del rio -dijo Pat, volviendose otra vez para mirar a Roy.

– ?Tienes una teoria?

– Claro. Tenia calor, ?vale?, asi que se metio en el rio y no se dio cuenta de que habia un coche hundido con el maletero abierto. Se zambullo directamente en el interior del maletero y se dio un golpe en el cuello. El impacto provoco que el coche se levantara y se hundiera un poco mas. La presion del agua y la corriente cerraron la puerta. ?Pam!

– ?Esta claro!-sonrio Dennis.

– Si, eso es-dijo Pat-.Clarisimo.

– Si quieres que resolvamos algunos de tus casos, mandanos los expedientes -dijo Dennis.

Grace intento no hacer caso a sus bromas y concentrarse en la ultima informacion que habia recibido de Glenn Branson. Habian hablado unos minutos antes de salir del hotel. Glenn le dijo que en Hawkes habian pagado dos mil trescientas cincuenta libras a Katherine Jennings por unos cuantos sellos despues de que Hegarty se negara a colaborar con ella. Luego, cuando se marcho de la tienda, el equipo de vigilancia la perdio.

?Los habia descubierto?, se pregunto Grace. Era improbable, porque eran bastante buenos. Aunque siempre existia esa posibilidad. Entonces otro pensamiento cruzo su mente: el coche alquilado por Chad Skeggs y que estaba aparcado delante del piso de Katherine Jennings. La mujer no habia vuelto a su casa en todo el tiempo que el coche llevaba alli. ?Acaso era Chad Skeggs de quien huia?

El comerciante de sellos le habia dicho a Glenn que Katherine Jennings parecia asustada y muy nerviosa. Manana por la manana, cuando fuera de dia en Melbourne, averiguarian si alguien que respondia al nombre de Anne Jennings habia muerto recientemente y, en caso que asi fuera, si era lo bastante rica como para poseer tres millones y pico de libras en sellos y haberlo olvidado.

Empezaba a dar la impresion de que el instinto de Kevin Spinella sobre aquella mujer era cierto.

De repente, Dennis freno con brusquedad. Roy miro por la ventanilla, preguntandose donde estaban. Un hombre de facciones orientales paso vestido con un uniforme blanco de chef y una gorra de beisbol puesta del reves en la cabeza. Se encontraban en una calle estrecha con casas de piedra rojiza a ambos lados y una hilera de toldos de colores chillones sobre las fachadas de las tiendas. Justo delante de ellos habia otro toldo, este con letras blancas y negras elegantes. Decia: Abe Miller Asociados. Filatelia y numismatica.

Dennis detuvo el coche delante de una senal de prohibido aparcar que habia justo enfrente y pego por dentro del parabrisas un carton grande con la palabra Policia escrita rudimentariamente. Luego los tres entraron en el local.

El interior tenia un aire lujoso y a Grace le recordo a un club de caballeros antiguo. Estaba revestido con paneles de madera oscuros y relucientes, habia dos sillones negros de piel y una alfombra gruesa y desprendia un fuerte olor a cera para muebles. Solo las vitrinas de cristal, que contenian una pequena coleccion de sellos que parecian muy antiguos, y el mostrador con la superficie de cristal, que exponia una hilera de monedas sobre terciopelo violeta, indicaban que se trataba de un negocio.

Cuando la puerta se cerro tras ellos, un hombre alto y muy obeso, de unos cincuenta anos, con una sonrisa amplia y acogedora en los labios, se materializo a traves de una puerta oculta en los paneles. Vestido acorde con el local, llevaba un traje de buena factura, de raya diplomatica y con chaleco, y lucia una corbata de rayas. Era practicamente calvo, excepto por un flequillo estrecho parecido a la tonsura de un monje que le llegaba hasta la mitad de la frente y que tenia un aspecto un poco comico. Ademas, era imposible saber donde terminaba la papada y donde comenzaba el cuello.

– Buenos dias, caballeros -les dijo afablemente, con una voz aguda que no sorprendio a Grace-. Soy Abe Miller. ?En que puedo ayudarles?

Dennis y Pad mostraron sus placas y presentaron a Roy Grace. Abe Miller siguio igual de afable, sin mostrar ningun tipo de decepcion porque no fueran clientes.

Grace, que pensaba que el hombre era demasiado grande y torpe para manejar articulos tan delicados como los sellos y las monedas raros, le enseno las tres fotografias distintas que habia traido de Ronnie Wilson. Emocionado, vio un atisbo de reconocimiento en el rostro de Abe Miller. El comerciante volvio a mirarlas, luego una tercera vez.

– Creemos que estaba en Nueva York por la epoca del 11-S -apunto Grace.

– Le he visto. -Abe Miller asintio pensativamente-. Dejeme pensar. -Entonces levanto un dedo-. Estoy bastante seguro de recordar a este tipo, ?saben por que? -Miro a los tres policias, uno por uno.

Grace nego con la cabeza.

– No.

– Porque creo que fue la primera persona que entro aqui despues del 11-S.

– Se llama Ronald Wilson -dijo Grace-. Ronald o Ronnie.

– El nombre no me suena. Pero dejen que vaya a comprobar algo a la trastienda. Denme dos minutos.

Desaparecio por la puerta oculta y regreso un minuto despues con una tarjeta antigua con notas escritas a tinta.

– Aqui esta -dijo. Dejo la tarjeta sobre el mostrador y la leyo un momento-. Miercoles, 12 de septiembre de 2001. -Entonces volvio a mirar a los tres hombres-. Le compre cuatro sellos. Los cuatro eran Eduardos, de una libra, sin montar y nuevos. La goma estaba perfecta, sin charnela. -Entonces sonrio con picardia-. Le pague dos mil pavos por cada uno. ?Menuda ganga! -Volvio a mirar la tarjeta-. Los vendi unas semanas despues, saque un buen beneficio. La cuestion es que no tendria que haberlos vendido, ese dia no. Demonios, todos creiamos que tal vez el mundo se acabaria. -Entonces volvio a mirar la tarjeta y fruncio el ceno-. ?Ronald Wilson, han dicho?

– Si -contesto Grace.

– No. No, senor. No se llamaba asi. No es el nombre que me dio. Aqui anote David Nelson. Si, asi se llamaba. Senor David Nelson.

– ?Le dio una direccion o un numero de telefono? -pregunto Grace.

– No, senor.

En cuanto salieron a la calle, Grace llamo a Glenn Branson. Le dijo que informara a Norman Potting y Nick Nicholl que ahora su prioridad maxima era averiguar si se conservaban los registros de inmigracion de 2001 y, en caso afirmativo, que comprobaran si aparecia en ellos un tal David Nelson.

La reunion que acababa de mantener le habia dejado buenas sensaciones. Pero la unica sombra, como apunto Glenn, y como Grace ya habia pensado, era si Ronnie Wilson todavia utilizaba ese nombre cuando se marcho a Australia, si es que habia ido alli. Tal vez entonces ya se hubiera convertido en otra persona.

Pero una hora despues, mientras estaban a punto de entrar en el despacho azul pizarra y gris del forense, Glenn Branson le llamo. Parecia emocionado.

– ?Tenemos novedades!

– Cuentame.

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