– Me largue. Cogi los sellos, me escabulli a casa, hice la maleta y cogi el primer vuelo a Sydney por la manana. Estaba asustada porque creia que vendria a por mi. Es un sadico. Llegue a Inglaterra via Los Angeles y luego a Nueva York.
– ?Por que no fue a la policia de Melbourne y denuncio lo que habia hecho Ricky? -pregunto Glenn.
– Porque me daba miedo -dijo-. Es muy inteligente, sabe mentir muy bien. Me preocupaba que le colara una historia a la policia y recuperara los sellos. O que viniera a por mi y me hiciera dano. Ya me habia hecho dano en una ocasion.
Glenn y Bella se intercambiaron una mirada de complicidad, recordaban el historial de Chad Skeggs con la policia de Brighton. -Y necesitaba desesperadamente el dinero -dijo Abby-.
Mi madre esta muy enferma, tiene esclerosis multiple. Lo necesito para pagarle una residencia.
Glenn se fijo en la forma como dijo esa ultima frase. No sabia exactamente por que, pero la pronuncio de un modo extrano, como si justificara cualquier accion. Y le parecio raro que utilizara la palabra «necesitar». Si alguien te quitaba algo que te pertenecia, no era cuestion de necesitarlo: era tuyo por derecho.
– ?Esta diciendo que tener a su madre en una residencia le costara millones? -dijo Bella.
– Solo tiene sesenta y ocho anos, aunque parece mucho mayor -contesto Abby-. Podria vivir veinte anos, quiza mas. No se cuanto va a costar. -Bebio cafe-. ?Que relevancia tiene eso? Quiero decir… Si no hacen algo deprisa, no aguantara. No lo hara. -Volvio a enterrar la cara entre las manos y sollozo.
Los dos inspectores se lanzaron una mirada. Entonces Glenn Branson pregunto:
– ?Alguna vez conocio a alguien llamado David Nelson?
– ?David Nelson? -Fruncio el ceno, secandose los ojos, luego dijo que no con la cabeza-. El nombre me suena, creo. -Dudo, luego siguio-. ?David Nelson? Creo que Ricky tal vez mencionara el nombre.
Branson asintio. Estaba mintiendo.
– Y los sellos… ?Estan en Inglaterra ahora? -pregunto.
– Si. -?Donde?
– En un lugar seguro, bajo llave.
Branson volvio a asentir. Ahora si decia la verdad.
109
Octubre de 2007
Lo unico que queria Nick Nicholl en estos momentos era dormir bien por una noche. Su problema radicaba en que eran las ocho y media de la manana e iba en la parte trasera de un Holden azul de la policia, con un sol esplendido, alejandose de las instalaciones del aeropuerto en direccion al centro de Melbourne. Circulaban por una autopista ancha de varios carriles que, en su opinion, tanto podia estar en Estados Unidos como en Australia, salvo por el hecho de que el conductor, el sargento Troy Burg, iba sentado a la derecha. Algunas de las senales parecian similares a las del Reino Unido, pero otras eran de un color distinto, muchas azules y naranjas, advirtio, y los limites de velocidad se indicaban en kilometros. Miro una caja negra delgada que habia encima del salpicadero, un ordenador de pantalla tactil instalado en la guantera y todas las teclas grandes y brillantes que tenia alrededor. Era como una version adulta de un ordenador infantil. Aunque Liam todavia no tenia la edad, Nick ya habia empezado a mirar juguetes educativos para el.
Le echaba de menos. Echaba de menos a Julie. La perspectiva de pasar el fin de semana en Australia sin ellos, solo con la compania del maldito Norman Potting, le llenaba de pavor.
El sargento jefe George Fletcher, un hombre paternal y amistoso sentado en el asiento del copiloto, parecia bien informado y fue directamente al grano despues de intercambiar las cortesias de rigor. Su companero taciturno, una decada mas joven, conducia en silencio. Los dos policias australianos vestian una camisa blanca recien planchada, corbatas azules estampadas y pantalones de traje oscuros.
Potting, que llevaba lo que parecia una especie de uniforme militar, habia encendido brevemente su pipa en cuanto salieron de la terminal del aeropuerto y ahora el coche desprendia un olor repugnante a tejido mal ventilado, tabaco y humos rancios. El hombre parecia sorprendentemente fresco despues de un viaje tan largo y el joven agente, que tambien vestia traje y corbata, le envidio por ello.
– De acuerdo -dijo Fletcher-, no hemos tenido demasiado tiempo para prepararnos, pero hemos iniciado todas las lineas de investigacion. La primera informacion que tenemos es sobre los registros de inmigracion correspondientes a las personas que han entrado en Australia con el nombre de David Nelson desde el 11 de septiembre de 2001. Tenemos uno que es particularmente interesante por el perfil de tiempo que nos habeis dado. El 6 de noviembre de 2001, un tal David Nelson llego a Sydney en un vuelo procedente de Ciudad del Cabo, Sudafrica. Su fecha de nacimiento le situa en la edad adecuada.
– ?Proporciono alguna direccion? -pregunto Norman Potting.
– Llego con pasaporte australiano y con un visado de residencia de cinco anos, asi que no le exigimos esa informacion. Ahora estamos comprobando el Programa de Ayuda Policial. Nos dira si tiene carne de conducir y algun vehiculo registrado a su nombre. Tambien nos dira cualquier alias que pueda haber utilizado y su ultima direccion conocida.
– Podria estar en cualquier lado, ?verdad?
– Si, Norman -le recordo Nick Nicholl-, pero sabemos que tenia un viejo amigo en Melbourne, Chad Skeggs, asi que hay muchas probabilidades de que viniera aqui y siga aqui. Si te propones desaparecer y acabar en un pais nuevo, necesitas poder contar con alguien, una persona en quien depositar tu confianza.
Potting penso en aquello.
– Tienes razon -reconocio un poco a reganadientes, como si no quisiera que su subordinado demostrara ser mas astuto que el delante de estos policias experimentados.
– Y tambien estamos comprobando los datos de Hacienda para ver que David Nelsons tienen NEF.
– ?NEF? -pregunto Potting.
– Numero de expediente fiscal. Es necesario para obtener un trabajo.
– ?Un trabajo legitimo, quieres decir?
Burg esbozo una sonrisa llena de ironia.
– Tenemos algo mas que podria estar relacionado -dijo George Fletcher-. La senora Lorraine Wilson se suicido la noche del martes 19 de noviembre de 2002, ?correcto?
– Supuestamente -dijo Potting.
– Cuatro dias despues, el 23 de noviembre, una tal senora Margaret Nelson llego a Sydney. Podria no ser nada significativo -apunto-. Pero la edad que figuraba en su pasaporte coincide.
– No es un nombre muy comun -dijo Nicholl.
– No -dijo el sargento jefe Fletcher-. No es raro, pero no es comun, diria yo.
– Creo que deberiamos revisar la agenda que hemos elaborado, a ver si os parece bien -dijo Troy Burg.
– Mientras incluya cerveza y chavalas, me parecera bien – dijo Potting, y se rio-. «Minas», ?no las llamais asi vosotros?
– ?A la cerveza o a las chicas? -Fletcher le sonrio, los ojos le brillaban con alegria
A lo lejos, Nick Nicholl vio un grupo de edificios altos e irregulares.
– Chicos, manana estais invitados a un festin. George va a cocinar para vosotros. Es un genio. Tendria que haber sido chef, no policia -dijo Burg, animandose por primera vez.
– Yo no se ni freir un huevo -dijo Potting-. Nunca he sabido.
– Creo que querreis guardaros la mejor parte de la semana para hacerlo todo-dijo George Fletcher.
Nick Nicholl gruno por dentro al pensar en ello.
– Nos han dado una lista de lo que teneis que ver -dijo Fletcher-. Decidnos si quereis saltaros algo. Vamos a llevaros al rio Barwon, donde se hallo el cadaver de la senora Wilson. Luego quiza querais ver el coche. Esta en el deposito.
– ?A nombre de quien estaba registrado el vehiculo en el que la encontraron? -pregunto Nick Nicholl.
– La matricula del coche era falsa y los numeros de serie habian sido borrados. Creo que no vamos a sacar mucho por ahi. -Siguio adelante y dijo-: Imaginamos que querriais ver los restos de la senora Wilson, asi que hemos