tarde.

«Tengo que mantener la calma -penso-. Tengo que hacerlo. Como sea. Como sea. Oh, Dios mio, ?como?»

Mientras salia de la estacion y se acercaba a la parada de taxis, creyo que iba a vomitar. Consternada, vio que no habia ningun taxi esperando. Miro su reloj, inquieta, y marco el numero de una de las empresas locales. Luego llamo a otro numero, un telefono que ya habia marcado antes. Contesto la misma voz de hombre.

– Filatelica South-East.

Era el unico comerciante de sellos de la ciudad que Hugo Hegarty no le habia mencionado.

– Soy Sarah Smith -dijo-. Estoy de camino, esperando un taxi. ?A que hora cierran?

– A las cinco y media -dijo el hombre.

Al cabo de quince minutos llenos de inquietud aparecio el taxi.

108

Octubre de 2007

La sala de interrogatorio de testigos de Sussex House constaba de dos cuartos. Uno era del tamano del salon de una casa muy pequena. El otro, que solo podia acoger a dos personas una al lado de la otra, solo se utilizaba para observar.

La habitacion mayor, en la que Glenn Branson estaba sentado con Bella Moy y una Katherine Jennings con aspecto muy afligido, contenia tres sillones cuadrados, tapizados en rojo y una mesita de cafe muy normal. Branson y Abby tenian una taza de cafe delante de ellos y Bella bebia un vaso de agua.

A diferencia de las salas de interrogatorios sombrias de la maltrecha comisaria central de Brighton en John Street, esta estaba bien iluminada y tenia vistas.

– ?Accede a que grabemos esta conversacion? -pregunto Branson, senalando con la cabeza las dos camaras instaladas en la pared que los enfocaban-. Es el procedimiento estandar.

Lo que no anadio es que a veces se entregaba una copia de la cinta a un psicologo para que realizara un perfil del interrogado. Podian aprenderse muchas cosas del lenguaje corporal de algunos testigos.

– Si -contesto ella, su voz apenas un susurro.

Branson la examino detenidamente unos momentos. A pesar de parecer exhausta y tener la cara marcada por el sufrimiento, era una joven guapisima. Casi treinta anos, calculo. Pelo negro con un corte un poco severo y tenido, casi con total seguridad, porque sus cejas eran mucho mas claras. Tenia una belleza clasica, de pomulos prominentes, frente ancha y nariz exquisita, pequena, bien cincelada y ligeramente chata. Era el tipo de nariz por la que mujeres menos afortunadas pagaban miles de libras a los cirujanos plasticos. Lo sabia porque Ari le habia ensenado una vez un articulo sobre rinoplastias y desde entonces buscaba senales en las mujeres que delataran que se habian operado la nariz.

Pero el rasgo mas asombroso de la joven eran sus ojos. Eran de color verde esmeralda, hipnotizantes, felinos. Y brillaban incluso a pesar de la expresion destrozada de su cara.

Ademas, sabia vestir. Se veia que era una mujer con clase con sus vaqueros de diseno, botines -aunque habia que reconocer que los llevaba raspados y llenos de polvo- y un jersey negro de cuello alto de punto, con un cinturon debajo de una chaqueta larga forrada de borreguito que parecia cara. Unos centimetros mas y podria haberse subido a una pasarela.

Branson estaba a punto de comenzar la entrevista cuando la joven levanto la mano.

– En realidad no les he dado mi verdadero nombre. Creo que deberia aclararlo. Me llamo Abby Dawson.

– ?Por que utiliza un nombre distinto? -pregunto Bella con delicadeza.

– Mire, mi madre se esta muriendo. Corre muchisimo peligro. ?Podriamos simplemente… solo…? -Se tapo la cara con las manos-. Quiero decir, ?es necesario que pasemos por todo esto? ?No podriamos… dejarlo para mas tarde?

– Me temo que necesitamos todos los hechos, Abby -dijo Bella-. ?Por que utilizaba otro nombre?

– Porque… -Se encogio de hombros-. Vine aqui, volvi a Inglaterra, para intentar escapar de mi novio. Pense que le resultaria mas dificil encontrarme si tenia otro nombre. -Volvio a encogerse de hombros y esbozo una sonrisa triste-. Me equivoque.

– De acuerdo, Abby -dijo Glenn-, ?querria contarnos que ha pasado exactamente? Todo lo que necesitamos saber sobre usted, su madre y el hombre que dice que la ha secuestrado.

Abby saco un panuelo de su bolso de ante marron y se seco los ojos. Glenn se pregunto que habria en la bolsa de plastico que descansaba a su lado.

– Herede una coleccion de sellos. No sabia nada sobre el tema, pero por casualidad estaba saliendo… viendome… con este tipo, Ricky Skeggs, en Melbourne, que estaba muy metido en el negocio de los sellos y monedas raros.

– ?Tiene alguna relacion con Chad Skeggs? -pregunto Branson.

– Son la misma persona.

– Chad y Ricky son diminutivos de Richard -explico Bella a Glenn.

– No lo sabia.

– Le pedi a Ricky que les echara un vistazo y me dijera si tenian algun valor -prosiguio Abby-. Se los llevo y me los devolvio un par de dias despues. Me dijo que habia algunos sellos que si valian algo, pero que la mayoria eran replicas de sellos caros, coleccionables, pero sin ningun valor. Dijo que seguramente podria sacar unos dos mil dolares australianos por todo el lote.

– De acuerdo -dijo Glenn. Sus ojos le inquietaban, no dejaban de moverse de un lado a otro. Le parecia que estaba presenciando una actuacion ensayada, no algo que saliera del corazon-. ?Le creyo?

– No tenia motivos para no hacerlo -contesto Abby-. Pero nunca he sido una persona muy confiada. -Volvio a encogerse de hombros-. Es mi caracter. Por eso saque fotocopias de todos los sellos antes de darselos. Cuando los compare con los que me habia devuelto, parecian todos iguales, pero aprecie diferencias sutiles. Me encare a el y me dijo que estaba alucinando.

– Fue muy inteligente por su parte sacar copias -comento Bella.

Abby miro inquieta su reloj, luego bebio cafe.

– En cualquier caso, un par de dias mas tarde estaba en el piso de Ricky hojeando una de las revistas especializadas y lei un articulo sobre una subasta de sellos raros en Londres. Era de una plancha 77 de Penny Reds que salia por un precio record de ciento sesenta mil libras, y vi que se parecia a la plancha que tenia yo. Compare la fotografia del periodico con mis sellos y vi aliviada que eran muy similares, pero no absolutamente identicos, asi que no habia vendido los mios. Pero entonces me entro el panico por si Ricky intentaba venderlos.

– ?Por que penso eso? -la sondeo Bella.

– Habia algo en su forma de comportarse con los sellos que me incomodaba mucho. Sabia que me estaba mintiendo, simplemente. -Se encogio de hombros-. En cualquier caso, un par de dias despues estaba puesto hasta las cejas de cocaina, esnifaba todo el dia, y entonces, temprano por la manana se quedo profundamente dormido. Fui a su ordenador, vi que habia dejado abierto su correo, y encontre varios e-mails a comerciantes de todo el mundo en los que se ofrecia para vender unos sellos que claramente eran los mios. Fue muy inteligente. Los habia dividido en unidades y planchas individuales para que no pudieran ser identificados como una coleccion.

– ?Se encaro a el? -pregunto Glenn.

Ella dijo que no con la cabeza.

– No, el dia que lo conoci alardeo de lo facil que era esconder los sellos, que eran una forma genial de blanquear dinero y transportarlo por todo el mundo. Que incluso si te registraban, la mayoria de los agentes de aduanas no tendrian ni la menor idea de que fueran valiosos. Dijo que el mejor lugar para esconderlos era dentro de un libro; una novela de tapas duras, algo asi, que los protegiera. Asi que busque en sus estanterias. Y los encontre.

Bella sonrio.

Branson observo el rostro de Abby -sus ojos- asimilando su historia, pero no acababa de sentirse comodo con aquella mujer. No lo estaba contando todo. Omitia algo, pero no sabia que. Estaba claro que era lista.

– ?Que sucedio despues? -pregunto.

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