La puerta se abrio con un clic y entraron en un pasillo largo, helado por culpa del aire acondicionado, y con una alfombra elegante. Al cabo de unos momentos, un hombre de unos treinta y cinco anos con la cabeza rapada, que llevaba una camiseta, pantalones cortos anchos y unas Crocs, camino hacia ellos con aire ufano.

– ?En que puedo ayudarles?

George mostro su placa al hombre.

– Nos gustaria hablar con uno de los inquilinos, el senor Nelson, del piso 59.

– ?Del piso 59? -dijo alegremente-. Se me han adelantado. -Levanto un manojo de llaves que tenia en la mano-. Ahora mismo iba a subir. Algunos vecinos se han quejado de un olor. Creen que podria salir de alli, al menos. Hace un tiempo que no veo al senor Nelson y lleva bastantes dias sin recoger el correo.

Potting fruncio el ceno. Que los vecinos denunciaran un mal olor rara vez era una buena noticia.

Entraron en el ascensor, subieron al quinto piso y salieron al pasillo, que olia a moqueta nueva. Pero mientras lo recorrian en direccion al piso del fondo, sus olfatos captaron algo muy distinto.

Era un olor que Norman Potting conocia desde hacia tiempo, aunque seguia incomodandole. Nick Nicholl estaba menos acostumbrado. Era el hedor fuerte y empalagoso de carne y organos internos en putrefaccion.

El conserje levanto las cejas mirando a los cuatro policias y como diciendo: «Esperemos que no sea nada». Entonces abrio la puerta. El hedor se volvio mas fuerte al instante. Nick Nicholl, tapandose la nariz con su panuelo, cerraba el grupo.

Dentro hacia un calor sofocante, era evidente que el aire acondicionado no estaba encendido. Nicholl miro a su alrededor con aprension. En terminos generales, era un piso bonito. Alfombras blancas sobre suelo de madera pulido y muebles modernos y elegantes. Lienzos eroticos sin enmarcar flanqueaban las paredes, algunos mostraban el sexo de las mujeres, otros eran abstractos.

El olor a carne putrefacta impregnaba el pasillo y se volvia mas denso con cada paso que daban los cinco hombres. Nick, que estaba cada vez mas incomodo por lo que fueran a descubrir, siguio a sus companeros hasta el dormitorio principal vacio. La enorme cama estaba sin hacer. Un vaso vacio descansaba sobre la mesa, junto a un radiodespertador digital que parecia desenchufado.

Cruzaron hasta lo que parecia una habitacion de invitados convertida en estudio. Sobre el escritorio habia un disco duro externo, al lado de un teclado y un raton, pero sin ordenador. En un cenicero descansaban varias colillas de cigarrillo y era evidente que llevaban un tiempo alli. La ventana daba a la pared verde del edificio de enfrente. A un lado de la mesa habia un fajo de facturas.

George Fletcher cogio una. Tenia unas letras rojas grandes.

– La luz -dijo-. Ultimo recordatorio. Es de hace varias semanas. Por eso hace tanto calor. Seguramente se la han cortado.

– Los propietarios se han quejado del senor Nelson -apunto el conserje-. Se ha retrasado con el alquiler.

– ?Mucho? -le pregunto Burg.

– Varios meses.

Nick Nicholl miraba a su alrededor buscando fotos de familia, pero no vio ninguna. Miro una estanteria y advirtio que al lado de los volumenes de catalogos de sellos habia varias colecciones de poemas de amor y un diccionario de citas.

Entraron en el salon comedor grande y abierto, que daba a un balcon ancho con una barbacoa y tumbonas y vistas al puerto y a la parte de arriba de la cancha de tenis de un vecino. Nick distinguio vagamente la silueta borrosa de los edificios industriales al otro lado de la orilla.

Siguio a los tres policias hasta una cocina elegante pero estrecha y entonces tuvo que taparse la nariz porque el hedor se hizo mas intenso. Oyo el zumbido de las moscas. Una taza de te o cafe llena de moho descansaba en el escurridero y en una cesta metalica habia fruta podrida, cubierta de moho gris y verde. En el suelo, en la base de una nevera combi plateada muy chic, habia una mancha ancha y oscura.

George Fletcher abrio la puerta inferior del congelador y, de repente, el olor empeoro. Mirando los trozos de carne grises y putrefactos que ocupaban los estantes, dijo:

– Almuerzo cancelado, chicos.

– Creo que alguien ha debido de avisar al senor Nelson de que veniamos -dijo Troy Burg.

Fletcher cerro la puerta.

– Se ha ido, eso seguro.

– ?Crees que ha huido? -dijo Norman Potting.

– No creo que tenga pensado volver pronto, si te refieres a eso -contesto el sargento jefe.

111

Octubre de 2007

El avion aterrizo en Gatwick a las 5.45 de la manana, con veinticinco minutos de adelanto gracias al viento de cola, como anuncio con orgullo el comandante. Roy Grace estaba hecho polvo. Siempre bebia demasiado alcohol en los vuelos nocturnos, con la esperanza de quedarse K.O. Lo conseguia, pero solo un rato y luego, como esta manana, tenia resaca y una sed atroz. Para rematarlo, se sentia incomodamente lleno por un desayuno repugnante.

Si su bolsa salia deprisa, penso, tal vez tuviera tiempo de pasar por casa, darse una ducha rapida y cambiarse de ropa antes de acudir a la reunion informativa. No tuvo suerte. Quizas el avion hubiera llegado antes, pero el retraso en la cinta del equipaje pulverizo esa ventaja y ya eran las siete menos veinte cuando paso con la bolsa por la puerta de «Nada que declarar» y se dirigio a los autobuses que iban al parking de estacionamiento prolongado. De pie en la parada, en el aire gelido pero seco de la manana, marco el numero de Glenn Branson para que le pusiera al dia.

Su amigo sonaba raro.

– Roy-dijo-, ?vas a pasar por casa?

– No, voy a ir directamente para alla. ?Que hay de nuevo?

El sargento lo puso al tanto. Primero le informo sobre los progresos de Norman Potting en Sydney. En el transcurso del dia habia surgido informacion sobre los pasaportes de David y Margaret Nelson que revelaba que ambos eran falsificaciones. Y David Nelson habia desaparecido de su piso. Ahora Potting y Nicholl estaban visitando a todos sus vecinos, con la esperanza de obtener mas informacion sobre su estilo de vida y circulo de amistades.

Entonces Branson paso a Katherine Jennings. Estaba esperando una llamada de Skeggs para concretar la hora y el punto de encuentro donde realizarian la entrega de los sellos y de su madre. Branson le dijo que tenian dos unidades de vigilancia a la espera, hasta veinte personas disponibles si decidian que las necesitaban.

– ?Tenemos unidades armadas? -pregunto Grace.

– No poseemos datos de que Skeggs vaya armado -contesto-. Si la situacion cambiara, las llamariamos para que intervinieran.

– ?Estas bien, colega? -dijo Grace cuando Branson termino-. Pareces un poco estresado. ?Es por Ari?

Branson dudo.

– De hecho estoy preocupado por ti.

– ?Por mi?

– Bueno, por tu casa en realidad.

Grace sintio una punzada de alarma.

– ?Que quieres decir? ?Te quedaste anoche?

– Si, si, gracias. Te lo agradezco.

Grace se pregunto si su amigo habria roto algo. Tal vez su preciada maquina de discos antigua, que Glenn siempre estaba toqueteando.

– Puede que no sea nada, Roy, pero cuando me marchaba esta manana, he visto a Joan Major pasando en coche por tu calle, al menos juraria que la he visto, vaya. Aun no era de dia, asi que podria equivocarme.

– ?Joan Major?

– Si. Conducia un monovolumen Fiat de esos pequenos tan peculiares. No se ven demasiados.

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