— Si.

— ?Como?

Al cabo de mucho rato:

— No se. Quiza porque ya te conocia un poco…

Calle. Aun queria formular muchas preguntas, pero no me atrevia. Estabamos ante la ventana. Con los ojos cerrados, sintiendo la extension del oceano, interrogue:

— Bueno, Eri…, ?y ahora? ?Que haremos… ahora?

— Ya te lo dije.

— Pero no lo quiero de ese modo — murmure.

— No puede ser de otro — repuso tras una larga pausa —. Y ademas…

— ?Ademas que?

— No lo quiero de otro modo.

Aquella tarde fue aun peor. Porque esto vino, imperioso, y retrocedio. ?Por que? Lo ignoro. Ella tampoco lo sabia. Solo pareciamos acercarnos en los momentos decisivos, solo entonces nos conociamos y podiamos comprendernos.

Y la noche. Y otro dia.

Y el cuarto dia la oi telefonear y senti un gran temor. Mas tarde, lloro. Pero a la hora de comer ya sonreia.

Y asi fue el principio y el fin. Porque a la semana siguiente fuimos a Mae, capital de distrito, y alli, ante un hombre vestido de blanco, pronunciamos los formulismos que nos convirtieron en marido y mujer. El mismo dia telegrafie a Olaf. Al dia siguiente fui a Correos, pero no habia noticias suyas. Pense que habria cambiado de domicilio y despues me escribiria. Pero, a decir verdad, ya en Correos tuve una sensacion angustiosa. Este silencio no era caracteristico de Olaf. Sin embargo, a causa de todo lo ocurrido, pense en ello muy brevemente y no le dije nada a ella.

Como si lo hubiese olvidado.

VI

Para ser una pareja constituida solamente gracias al apremio de mi locura, era asombrosamente armoniosa. Nuestra vida se organizo de manera bastante singular: si habia diferencias de opinion, Eri sabia defender su punto de vista, pero casi siempre se trataba de cuestiones generales. Por ejemplo, era partidaria decidida de la betrizacion, y la defendia con argumentos que no sacaba de los libros. Yo consideraba muy positivo el hecho de que opusiera su opinion a la mia de forma tan abierta, pero nuestras, discusiones tenian lugar durante el dia. Ni siquiera entonces se aventuraba a hablar sobre mi de un modo sereno y objetivo… o quiza no queria, porque ignoraba cuales de sus palabras podrian interpretarse como una critica de mis defectos o cualidades ridiculas y cuales como un ataque contra los valores de mi tiempo. En cambio por la noche — como si la oscuridad redujese o menguara mi presencia — me hablaba sobre mi mismo, es decir, sobre nosotros. Y yo disfrutaba con estas conversaciones en la oscuridad, porque esta encubria tan misericordiosamente mi asombro.

Me hablo de si misma, de su infancia. De este modo supe por segunda, o mejor, por primera vez — pues ahora tenia un contenido real y humano — lo ingeniosamente que esta sociedad estaba construida sobre una base de armonia duradera y estabilizada. Se consideraba natural el hecho de que tener hijos y educarlos en sus primeros anos es un problema que requiere grandes cualidades y una vasta preparacion y estudios muy especiales; solo para obtener autorizacion para engendrar descendencia, una pareja debia someterse a una serie de pruebas; al principio esto me parecio inaudito, pero tras alguna reflexion tuve que reconocer que las costumbres paradojicas eran mas bien las nuestras, las de los viejos. Porque en la antigua sociedad nadie podia construir una casa o un puente, ni curar una enfermedad, ni tomar la medida administrativa mas sencilla sin poseer la formacion profesional corres pondiente, y lo unico que se dejaba a la ciega casualidad y a la concupiscencia momentanea era el problema de mayor responsabilidad, la procreacion de hijos y el desarrollo de su mente. La sociedad no intervenia hasta que se cometian errores que ya no tenian remedio.

Asi pues, el derecho a tener un hijo era una distincion especial que no podia ser otorgada a cualquiera; mas tarde, los padres no podian aislar a los hijos de los de su misma edad: se formaban grupos cuidadosamente seleccionados de ambos sexos, en los que estaban representados los temperamentos mas diversos; los llamados ninos dificiles eran sometidos a intervenciones hipnogogicas adicionales, y todos iniciaban muy pronto los estudios. Sin embargo, no se trataba de aprender a leer y escribir, lo cual se ensenaba mucho despues; la singular formacion de los pequenos consistia en iniciarles mediante juegos especiales en el funcionamiento del mundo, de la Tierra, en sus riquezas y las formas mas diversas de la vida social; de este modo que puede llamarse natural se inculcaba a los ninos de cuatro y cinco anos los fundamentos de la tolerancia, de la vida en comun, del respeto hacia las convicciones y actitudes ajenas, y de la falta de importancia de las distintas caracteristicas fisicas de los ninos — o sea, de las personas — de diferentes razas.

Todo esto me parecia muy hermoso, pero con una objecion fundamental: que el mas solido fundamento de este mundo, su regla universal, fuese la betrizacion. La educacion iba dirigida a que se considerase algo tan natural como el nacimiento y la muerte. Pero cuando supe por Eri como se aprendia en las escuelas la historia antigua, me invadio una colera que me costo un gran esfuerzo vencer. Desde este punto de vista, eran tiempos de un mundo brutal, donde no se ponia limite a los nacimientos y se producian violentas catastrofes economicas y belicas. Los logros de la civilizacion eran mencionados y se presentaban como expresion de aquellas fuerzas y tendencias que ayudaron a la humanidad a superar la oscuridad y la crueldad de aquella epoca. Frente a estos logros habia la entonces generalizada tendencia de vivir a costa de otros. Aquello — se decia — que era muy dificil de alcanzar y que solo ofrecia sus ventajas a muy pocas personas, y a la que conducia un camino lleno de peligros, renuncias, compromisos y derrotas morales, solo compensados por los exitos materiales, era en la actualidad algo cotidiano, facil y seguro.

Asimismo resultaba facil, al divulgar conocimientos generales, condenar numerosas caracteristicas del pasado, como las guerras, por ejemplo — esto yo podia admitirlo —. Y la falta — ? total! — de politica, divergencias, tensiones, conflictos internacionales (aunque al principio se antojaba asombroso y casi hacia pensar que existian, pero se silenciaban), tuve que considerarla un exito y no un perjuicio. Lo que fue mas dificil para mi en esta inversion de todos los valores se referia a mis circunstancias mas intimas, pues no habia sido solo Starck quien descarto las expediciones espaciales en su libro, escrito medio siglo antes de mi regreso. En este punto Eri, que termino sus estudios arqueologicos, pudo aclararme muchas cosas. Ya las primeras generaciones betrizadas cambiaron radicalmente su actitud hacia la astronautica, pero aun despues del cambio de signos, del positivo al negativo, continuo siendo apasionada. Se opinaba que se habia cometido un error tragico, cuyo punto culminante coincidio con los anos de nuestra expedicion, puesto que entonces se emprendieron muchas expediciones similares. Pero el error no estribaba solamente en los exiguos resultados que se obtenian de ellas ni en que la investigacion fuera del sistema solar — que solo aporto el descubrimiento en algunos planetas de formas de vegetacion primitivas y en general desconocidas para nosotros — no condujo en un radio de varios anos luz a ningun contacto con alguna civilizacion altamente desarrollada. Ni siquiera se considero lo peor que la terrible duracion de estos viajes — puesto que cada vez sus objetivos se encontraban mas alejados — tenia que convertir a las tripulaciones de las naves espaciales, estos representantes de la Tierra, en un punado de seres infelices, mortalmente atormentados, que necesitarian tras su aterrizaje — aqui o alli — intensos cuidados en su convalecencia; ni que la decision de enviar al espacio o estos exaltados era insensata y cruel. Fue considerado lo esencial el hecho de que la Tierra quisiera conquistar el cosmos, pese a no haber hecho lo suficiente para si misma. Como si no resultara evidente que tan heroicos vuelos no podrian aliviar jamas los ilimitados sufrimientos, las injusticias, los temores y el hambre de la humanidad.

Pero asi penso solo la primera generacion betrizada. Despues, en el curso natural de las cosas, llego el olvido. La indiferencia. Y los ninos, cuando se enteraron de la epoca romantica de los vuelos espaciales, se sorprendieron y tal vez tuvieron incluso un poco de miedo de sus incomprensibles antepasados, que se les

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