Chandler 's Row

Clerkenwell

Viernes, 25 de octubre de 1872

Senorita S. Lockhart 9, Peveril Square Islington

Estimada senorita Lockhart:

Deseo informarla de que he descubierto algo sobre Las Siete Bendiciones. Hay un caballero apellidado Bedwell actualmente alojado en la Pension Holland, en el Muelle del Ahorcado, en Wapping; ha estado fumando opio y hablando sobre usted. Tambien ha mencionado Las Siete Bendiciones, pero no se lo que significa. La propietaria es la senora Holland, que es de poca confianza.

Si viene al quiosco de musica que hay en los jardines Clerkenwell manana a las dos de la tarde, podre contarle mas cosas.

Quedo a su disposicion.

Su humilde y obediente servidor,

J. Taylor (Jim)

Asi le escribio Jim, con sus mejores habilidades para la correspondencia comercial. Envio la carta un viernes, con la firme esperanza (estamos en el siglo XIX, al fin y al cabo) de que repartirian el correo antes de que acabase el dia y de que Sally al dia siguiente le responderia.

Pension Holland Muelle del Ahorcado

Wapping

25 de octubre de 1872

Sr. D. Samuel Selby

Lockhart & Selby

Cheapside

Londres

Estimado senor Selby:

Tengo el honor de representar a un caballero que posee cierta informacion referida a sus operaciones comerciales en Oriente. Dicho caballero desea hacer publico todo lo que sabe, y se vera obligado a publicarlo en la prensa si no llegan a un acuerdo antes. Como muestra de lo que conoce, me pidio que le mencionara la goleta Lavinia y aun marinero llamado Ah Ling.

Espero que esta propuesta sea de su interes y que le llegue lo mas pronto posible…

Atentamente,

Sra. Holland

P.D.: Una respuesta rapida seria muy conveniente para todos.

Y asi escribio la senora Holland, mientras volvia (con las manos vacias, pero no insatisfecha) de Swaleness.

Llovia. Sally se refugio, aunque de poco le sirvio, bajo un tilo casi sin hojas en los jardines Clerkenwell mientras esperaba a Jim. Su capa y su sombrero estaban completamente empapados, y las gotas de lluvia empezaron a resbalarle por el cuello. Para poder salir habia tenido que desobedecer a la senora Rees; le aterrorizaba el recibimiento que le esperaba cuando volviese a casa.

Pero Sally no tuvo que esperar mucho. En ese momento Jim llego corriendo, aun mas mojado que ella, y la arrastro hacia el quiosco, situado en una zona de cesped encharcada.

– Aqui abajo -dijo el, levantando una losa suelta, en un extremo del pequeno escenario.

El chico se sumergio en la penumbra como si fuera un topo. Ella le siguio con mas cuidado a traves de tuneles repletos de sillas plegables, hasta que finalmente llegaron a una cueva, una especie de hondonada, donde Jim no tuvo mas remedio que utilizar un trozo de vela para alumbrarse. Sally se puso delante de el. El suelo estaba lleno de polvo, aunque seco; sobre sus cabezas se oia el tamborileo de la lluvia. Jim coloco la vela cuidadosamente bien derecha entre ambos.

– ?Bueno? -dijo el-. ?Quieres que te lo explique, o no?

– ?Pues claro que si!

Jim repitio todo lo que Adelaide le habia contado, aunque de una forma mas contundente. Sabia expresarse muy bien, y todo gracias a la revista Penny Dreadful. -?Que te parece? -le dijo cuando acabo.

– ?Jim, tiene razon! La senora Holland… Es el nombre de la mujer que el comandante Marchbanks me menciono. Ayer, en Kent…

Ella le explico lo que habia sucedido.

– Un rubi -dijo el chico, impresionado. -Pero no veo como se puede relacionar con todo lo demas. Quiero decir que el comandante Marchbanks nunca habia oido hablar de Las Siete Bendiciones.

– Y ese tipo del que habla Adelaide nunca dijo nada sobre un rubi. A lo mejor hay dos misterios y no uno. A lo mejor no hay ninguna relacion.

– Si que hay una relacion -dijo Sally-. Yo y la senora Holland. Se produjo una pausa. -Tengo que ver a ese hombre -dijo Sally.

– No puedes. No mientras la senora Holland lo retenga. ?Ah, si! Casi se me olvidaba… El tiene un hermano que es sacerdote. Su nombre es Nicholas. Son gemelos.

– El reverendo Nicholas Bedwel! -dijo Sally-. Me pregunto si podriamos encontrarlo. A lo mejor el podria sacar a su hermano de…

– Es adicto al opio -dijo Jim-. Y Adelaide dice que Bedwell tiene miedo de los chinos. Cuando ve a un chino en sus visiones, grita.

Se quedaron en silencio unos instantes.

– Ojala no hubiese perdido ese manuscrito -dijo Sally.

– Nunca lo perdiste. Te lo robaron.

– ?Crees que lo hizo ella? Pero si era un hombre. Subio al tren en Chatham.

– ?Como alguien iba a querer un manuscrito viejo y roto sin saber lo que contenia? ?Pues claro que lo hizo ella!

Sally parpadeo; ?como era posible que ella no hubiese logrado atar cabos antes? Despues de haberlo dicho, eso era evidente.

– O sea, que ahora ella tiene el libro -dijo ella-. ?Jim, me voy a volver loca! ?Para que demonios lo quiere?

– No eres muy avispada -le contesto con cierta dureza-. Es el rubi lo que quiere. ?Que dice en el trozo de papel que se cayo del libro?

Ella se lo enseno.

– Aqui lo tienes. Cogelo, dice quien lo ha escrito. El esta escondido en algun lugar fuera de su alcance y te esta indicando donde esta la piedra. Y ademas te dire algo: si ella quiere el rubi, volvera a por esta hoja.

La noche siguiente, tres personas estaban sentadas en la cocina de la Pension Holland; una vieja y cochambrosa estufa de lena, de hierro colado, alumbraba ligeramente la estancia. Una de ellas era Adelaide, pero Adelaide no contaba; estaba sentada en un rincon, olvidada. La senora Holland estaba sentada a la mesa, pasando las paginas del diario del comandante Marchbanks; y la tercera persona era un visitante, sentado en una butaca al lado de la estufa de lena, bebiendo de una taza de te mientras se rascaba una ceja. Llevaba un elegante traje a cuadros, un bombin marron y un brillante alfiler en la corbata.

La senora Holland se puso la dentadura en su lugar y hablo:

– Buen trabajo, senor Hopkins -dijo ella-. Extraordinario.

– Fue muy facil -dijo el visitante con modestia-. Se quedo dormida, ?sabe? Lo unico que tuve que hacer fue cogerlo de su regazo.

– Muy bien. ?Que tal si le ofrezco otro trabajo?

– A su disposicion, senora H. Siempre a punto para lo que desee.

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