32, en Agrapur (Oudh). Algunos meses antes de que empezara el motin, tuve la ocasion de visitar al Maharaja de Agrapur en compania de tres de mis oficiales, en concreto del coronel Brandon, el comandante Park y el capitan Lockhart.
Aunque la visita era aparentemente privada y solo para divertirse, en realidad nuestro objetivo principal era mantener conversaciones secretas sobre asuntos de politica con el Maharaja. El contenido de esas conversaciones no es relevante en este relato, excepto por el hecho de contribuir a la sospecha de que el Maharaja iba a ser secuestrado por una faccion de sus subditos; una sospecha que marco, como mostrare, su destino durante los terribles sucesos del ano siguiente.
Durante la segunda noche de nuestra visita a Agrapur, el Maharaja celebro un banquete en nuestro honor. Fuera o no fuera su intencion impresionarnos con sus riquezas, ese fue ciertamente el efecto que nos produjo; nunca antes mis ojos habian visto tan prodiga ostentacion de esplendor como el que nos encontramos esa noche.
La sala de banquetes tenia columnas de marmol exquisitamente esculpidas, con flores de loto en los capiteles, lujosamente recubiertos de laminas de oro. El suelo era de lapislazuli y onice; en un rincon de la sala habia una fuente reluciente de la que brotaba agua con perfume de rosas, y los musicos de la corte del Maharaja tocaban sus extranas y languidas melodias detras de un biombo con incrustaciones caoba. Los platos eran de oro macizo; pero la pieza principal de la exhibicion era el rubi, de incomparable tamano y brillo que relucia en el pecho del Maharaja.
Era el famoso rubi de Agrapur, sobre el que habia oido mil historias. No pude contenerme y lo mire fijamente. Debo confesar que algo en su intensidad y belleza, en el liquido rojo como la sangre y el fuego que parecia contener, me fascino y acaparo mi atencion, por lo que estuve contemplandolo mas de lo que permite una actitud cortes; a pesar de ello, el Maharaja, que se percato de mi curiosidad, nos explico la historia de la piedra preciosa.
Habia sido descubierto en Birmania hacia seis siglos y habia sido entregado como tributo a Balban, rey de Delhi, que lo dejo como herencia a la casa real de Agrapur. A traves de los siglos se habia perdido, habia sido robado, vendido, ofrecido a cambio de un rescate en innumerables ocasiones, y siempre habia sido devuelto a sus verdaderos propietarios; habia provocado innumerables muertes: asesinatos, suicidios, ejecuciones… Y una vez habia causado una guerra en la que la poblacion de una provincia entera habia sido masacrada a cuchilladas Casi unos cincuenta anos antes, habia sido robado por un aventurero frances. Este hombre, pobre infeliz, penso que no lo encontrarian si se lo tragaba, pero fue en vano: le abrieron en canal y le arrancaron la piedra del estomago.
Los ojos del Maharaja se encontraron con los mios mientras explicaba estas historias.
– ?Le gustaria observarlo, Comandante? -pregunto-. Acerquelo a la luz y mire en su interior. ?Pero tenga cuidado, no vaya a caerse!
Me lo entrego e hice lo que me habia indicado. Mientras la luz de la lampara caia sobre la piedra, sucedio un extrano fenomeno: el rojo resplandor que habia justo en el centro parecia que empezara a girar y que se desprendiera del rubi como si fuera humo, y vi una serie de arrecifes y acantilados, un fantastico paisaje de desfiladeros, cumbres y abismos aterradores, cuyas profundidades eran imposibles de determinar.
Solo una vez habia leido algo sobre un paisaje semejante, y eran escritos sobre las alucinaciones y los horrores de la adiccion al opio.
El efecto de esta extraordinaria vision coincidio perfectamente con lo que el Maharaja habia vaticinado. Perdi el equilibrio repentinamente, preso de una sensacion de vertigo indescriptible. El capitan Lockhart me cogio del brazo, y el Maharaja recupero la piedra, riendo; y eso fue todo, el incidente se acabo con una broma.
Nuestra visita termino poco despues. No volvi a ver al Maharaja hasta aproximadamente un ano mas tarde, y luego solamente en el momento en el que se produjo el horrible suceso con el que culmina esta narracion; un suceso que me ha acarreado mas verguenza e infelicidad de lo que nunca antes hubiera imaginado. Ruego a Dios (si hay un Dios, y no una infinidad de demonios burlones) que me conceda el olvido; ?y que sea pronto!
El ano que transcurrio despues de que viera por primera vez la piedra fue un tiempo de augurios y presagios, senales de una terrible tormenta que iba a estallar sobre nosotros en el motin; senales que, para un hombre, eran dificiles de descifrar. Relatar los horrores y la crueldad del motin no es el objetivo de este escrito. Otros han explicado la historia de este periodo de forma mas elocuente que yo, con sus gestas heroicas brillando como almenaras en medio de escenas de autenticas y espantosas carnicerias; es suficiente decir que, aunque centenares de personas no lograron sobrevivir, yo si, como tambien otras tres personas en cuyas vidas el rubi aun sigue desempenando un papel fundamental.
Explicare ahora lo que sucedio durante un determinado periodo de tiempo mientras se producia el Sitio de Lucknow, poco antes de recibir la ayuda de Havelock y Outram. Mi regimiento estaba defendiendo la ciudad y…
Sally alzo la mirada. El tren habia entrado en la estacion. La chica vio un cartel que ponia: «CHATHAM». Cerro el libro, con la cabeza llena de extranas imagenes: un banquete dorado, muertes horripilantes y una piedra que intoxicaba como el opio…
«Otras tres personas» habian sobrevivido, dijo el Comandante, su padre y ella misma, penso inmediatamente. Pero… ?quien era la tercera?
Volvio a abrir el libro, aunque enseguida lo tuvo que cerrar apresuradamente porque la puerta del vagon se abrio y entro un hombre.
Iba vestido de forma elegante, con un traje de
– Buenas tardes, senorita -dijo el.
– Buenas tardes.
Sally miro hacia el otro lado, al exterior de la ventana. No queria conversacion y ademas habia algo en la sonrisa afable de ese hombre que no le gustaba. Las chicas de la clase de Sally no solian viajar solas; eso era algo extrano e invitaba a malas interpretaciones.
El tren salio de la estacion y el hombre saco un paquete de sandwiches y empezo a comer, sin fijarse mas en la chica.
Ella permanecio sentada, mirando fijamente las marismas, la ciudad en la lejania, los mastiles de los barcos en el puerto y los astilleros mas abajo, a la derecha.
El tiempo paso.
Finalmente el tren entro en la estacion del Puente de Londres, bajo un techo de cristal, obscuro por el humo adherido, y el sonido de la locomotora fue variando mientras echaba vapor y emitia fuertes silbidos, que resonaban junto con los gritos de los mozos de estacion y el ruido metalico del traqueteo de los vagones.
Sally se incorporo y se froto los ojos. Se habia quedado dormida.
La puerta del compartimiento estaba abierta. El hombre se habia ido y tenia el diario. Se lo habia robado y habia desaparecido.
La ceremonia del humo
Sally se puso de pie, alarmada, y se precipito hacia la puerta. Pero el anden estaba lleno de gente y lo unico que recordaba de aquel hombre era que iba con un traje de
Volvio al compartimiento. Su bolso estaba en la esquina donde se habia sentado. Se agacho para cogerlo y entonces vio, en el suelo y justo debajo de donde terminaba el asiento, unas cuantas hojas de papel.
El manuscrito estaba mal encuadernado; esas hojas debian de haberse caido, seguramente mientras dormia, ?y el ladron no las habia visto!
La mayoria estaban en blanco, pero en una de ellas habia algunas lineas escritas, que eran la continuacion de la pagina anterior. Decian asi:
…un lugar en la obscuridad, bajo una cuerda anudada. Tres luces rojas brillan claramente en un punto, mientras la luna se refleja en el agua. Cogelo. Ahora te pertenece, por mi decision de regalartelo y por las leyes de Inglaterra. Ante -quam haec legis, mortuus ero; utinam ex animo homi-num tam celeriter memoria mea