de la tienda estaba abierta y Sally pudo oir voces que sin duda mostraban que dentro tenia lugar una fuerte discusion. Una de las voces era la del fotografo.

– ?No lo hare! -grito el-. Odio a todos los abogados, por principios, y eso tambien va por los ninatos con la cara llena de granos que tienen como empleados.

– No te estoy hablando de abogados, ?zoquete! -le contesto una voz de mujer, que tambien le hablaba de una forma muy exaltada-. Lo que necesitas es un contable, no un maldito abogado, y si no consigues cuadrar las cuentas, ?nos vamos a quedar sin negocio!

– ?No digas tonterias! No te quiero ni oir, ve a llorarle a tu madre, eres una histerica. Y tu, Trembler, espabila, que hay un cliente en la tienda.

Un hombre bajito y de piel arrugada salio a toda prisa, como si estuviera huyendo de un tiroteo. Cerro la puerta, pero el griterio continuo.

– ?Que desea, senorita? -pregunto, con una voz que mostraba su nerviosismo. Sus grandes bigotes tenian restos de sopa.

– He venido a ver al senor Garland. Pero si esta ocupado…

Sally miro hacia la puerta y se encogio de miedo, como si temiese que la atravesara algun proyectil a gran velocidad.

– Supongo que no querra que le vaya a buscar, ?verdad, senorita? -suplico-. Es que, sinceramente, no me atrevo.

– Bueno…, no. No creo que sea un buen momento.

– ?Es para un retrato? Podemos reservarle hora para cuando quiera…

Mientras lo decia, consultaba la agenda.

– No. No, era para…

En ese momento, se abrio la puerta y el hombre bajito se escondio debajo del mostrador.

– Maldita pandilla de… -rugio el fotografo y entonces se paro de golpe. Se quedo de pie al lado de la puerta, la reconocio y le dedico una amplia sonrisa. Sally se dio cuenta de que habia olvidado lo increiblemente expresiva que era la cara del muchacho.

– ?Hola! -saludo el chico, intentando ser lo mas afable posible-. La senorita Lockhart, ?verdad?

El muchacho entro de golpe, desequilibrado, en la tienda, empujado violentamente por una joven dos o tres anos mayor que Sally. Su larga cabellera pelirroja resplandecia sobre sus hombros, tenia los ojos encendidos de ira y sostenia en la mano un fajo de papeles con el puno cerrado. Sally penso que era muy guapa. Y si que lo era, increiblemente atractiva.

– ?Eres un desastre, Frederick Garland! -le espeto-. Todas estas facturas estan pendientes desde Semana Santa y tu no mueves ni un solo dedo. ?Se puede saber en que te gastas el dinero? ?Te das cuenta de lo que estas haciendo?

– ?Que que es lo que hago? -Se volvio hacia ella, y su voz iba subiendo de tono progresivamente, con fuerza-. ?Que que hago? ?Trabajo mas duro que cualquier pandilla de holgazanes pintarrajeados que estan en el escenario de un teatro! ?Que me dices de las lentes polarizadoras? ?Te crees que estoy todo el dia de brazos cruzados? Y el revelado con gelatina, ?que?

– Vete al infierno con tu maldito revelado con gelatina. ?Holgazanes pintarrajeados? No dejare que me insulte un don nadie, un daguerrotipista cuya unica idea del arte es…

– ?Daguerrotipista? ?Un don nadie? ?Como te atreves? ?Estas mal de la cabeza!

– ?Vagabundo! ?Desgraciado!

– ?Neurotica! ?Verdulera!

Y un instante despues se volvio hacia Sally, mas calmado que un cura, y le dijo educadamente:

– Senorita Lockhart, permitame que le presente a mi hermana Rosa.

Sally parpadeo y sonrio. La joven le tendio la mano y tambien le sonrio. Por supuesto que eran hermanos; el no era ni la mitad de atractivo que su hermana, pero tenian la misma vitalidad y expresion energica.

– ?He venido en un mal momento? -pregunto Sally.

El fotografo rio y el hombre bajito salio de detras del mostrador como una tortuga sale de su caparazon.

– No -respondio la senorita Garland-, ?que va! Si desea hacerse una fotografia, ha llegado justo a tiempo. Puede ser que manana ya hayamos cerrado para siempre.

Lanzo una mirada terrible a su hermano, que la evito facilmente.

– No, no quiero una fotografia -dijo Sally-. De hecho, solo he venido porque… Bueno, conoci al senor Garland el viernes pasado y…

– ?Ah! ?Tu eres la chica de Swaleness! Mi hermano me lo ha contado todo.

– ?Puedo volver con las placas ahora? -dijo el hombre bajito.

– Si, ves, Trembler -dijo el fotografo, sentandose con calma en el mostrador mientras el hombre bajito se tocaba, nervioso, la ceja y volvia para dentro sin entretenerse.

– Esta preparando algunas placas, ?sabe, senorita Lockhart?, y estaba un poco preocupado. Mi hermana ha intentado asesinarme.

– Alguien deberia hacerlo -comento, pensativa.

– Enseguida se altera. Es actriz. No puede evitarlo.

– Siento interrumpir -dijo Sally-. No hubiese tenido que venir.

– ?Esta en apuros? -pregunto Rosa.

Sally asintio.

– Pero no quiero…

– ?Es otra vez la bruja? -dijo el fotografo.

– Si. Pero… -Se callo. «Me pregunto si deberia…», penso Sally.

– Habian dicho que…, lo siento, pero no pude evitar oirlo…, que necesitaban un contable…

– Eso es lo que cree mi hermana.

– ?Pues claro que lo necesitamos! -estallo-. Este payaso de la fotografia nos ha metido en un buen lio y si no lo solucionamos pronto…

– ?Que exagerada! -exclamo el-. No tardaremos mucho en solucionarlo.

– ?Pues venga! ?A que esperas! -le dijo, airada.

– No puedo. No tengo ni suficiente tiempo ni talento y, desde luego, no me apetece nada.

– Les iba a decir… -Sally prosiguio, dubitativa-: Le iba a decir que soy buena con los numeros. Solia ayudar a mi padre a preparar los balances y me enseno todo lo necesario para llevar la contabilidad. ?Estaria encantada de poder ayudarlos! Resulta que… vine aqui para pedir… pedir ayuda. Pero si puedo hacer algo a cambio, seria aun mejor, quiza. No lo se.

Sally acabo de hablar sin conviccion, ruborizada. Le habia costado mucho soltar toda esta parrafada, pero estaba decidida a conseguirlo. Bajo la mirada.

– ?Lo dice en serio? -pregunto la chica.

– De verdad. Se que se me da bien la contabilidad; si no, no hubiera dicho nada.

– ?Entonces estaremos encantados! -exclamo Frederick Garland-. ?Lo ves? -le dijo a su hermana-. Te dije que no tenias que preocuparte por nada. Senorita Lockhart, ?desearia comer con nosotros?

El almuerzo, en aquella vivienda bohemia, consistia en una jarra de cerveza, los restos de un cuarto de rosbif, una tartaleta de frutas y una bolsa de manzanas, regalada segun Rosa por uno de sus admiradores la noche anterior, un mozo del mercado de Covent Garden. Se lo comieron, con la ayuda de un gran cuchillo de bolsillo y los dedos (y jarras vacias de productos quimicos, para la cerveza), en la abarrotada mesa de trabajo del laboratorio, en la trastienda. Sally estaba encantada.

– Tendra que perdonarlos, senorita, si me permiten decirlo -dijo el hombre bajito cuyo unico nombre parecia ser Trembler-. No es falta de educacion: es falta de dinero.

– Pero mira lo que se estan perdiendo los ricos, Trembler -dijo Rosa -. ?Ellos no pueden descubrir lo delicioso que es el rosbif y el plumcake cuando no hay nada mas para comer!

– Oh, venga Rosa -dijo Frederick-, no nos morimos de hambre. Nunca nos ha faltado comida. Eso si, no fregamos platos -dijo dirigiendose a Sally-. Es cuestion de principios. Si no hay platos, no tenemos que

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