lo que estaba pasando.

Y entonces el sacerdote levanto la mano en senal de silencio. Se oian pasos y voces en la entrada, y entonces una vieja voz resquebrajada grito: «?Adelaide!».

La nina empezo a lloriquear, se fue a uno de los rincones de la habitacion y se encogio. Frederick la cogio del brazo y le pregunto en voz baja:

– ?Hay alguna escalera trasera?

Ella asintio. Frederick se volvio hacia Nicholas Bedwell y vio que el sacerdote ya estaba de pie.

– Vale. Ire y fingire que soy el. La mantendre ocupada mientras te lo llevas de aqui por la parte de atras. Todo ira bien, carino -dijo a Adelaide-. Ella nunca notara la diferencia.

– Pero ella no esta… -Adelaide empezo a hablar, con intencion de decir algo sobre Berry; pero entonces la vieja grito otra vez y la nina se callo de nuevo.

El sacerdote salio de la habitacion rapidamente. Le oyeron correr por el rellano y luego bajar las escaleras, y entonces Frederick tiro de Matthew Bedwell. El marinero se puso en pie con dificultades. Todo su cuerpo temblaba.

– Venga -dijo Frederick-. Te sacaremos de aqui. Pero tienes que moverte con agilidad y permanecer en silencio.

El marinero asintio.

– Venga, Adelaide -murmuro el-. Ensenanos el camino, chiquilla.

– No me atrevo… -susurro Adelaide.

– Tienes que hacerlo -dijo Bedwell-. Si no, me enfadare. Venga.

La nina hizo un esfuerzo para levantarse y salio corriendo de la habitacion. Bedwell la siguio, cogiendo su petate de lona, y Frederick tambien, entreteniendose un instante para escuchar. Oyo la voz del sacerdote y la respuesta resquebrajada de la senora Holland; ?por que todos la temian tanto?

Adelaide los condujo hacia abajo por una escalera aun mas estrecha y sucia que la anterior. Se pararon en el callejon del piso inferior.

Se oia al sacerdote hablar, ahora con una voz mas aspera y arrastrando las palabras, desde algun sitio cercano a la puerta principal. Frederick susurro a la nina:

– Ensenanos la salida trasera.

Temblando, la pequena abrio la puerta de la cocina y entraron. Y se encontraron a Berry de cara.

El maton estaba preparando el te. Alzo la vista, les echo una mirada y logro fruncir levemente su voluminosa frente.

Frederick penso con rapidez.

– Eeehhh… -dijo el fotografo, vacilante-. ?Cual es el camino para ir al patio trasero, companero?

– Alli afuera -contesto el gigante, inclinando la cabeza.

Frederick empujo suavemente a Bedwell, que de nuevo se puso a caminar, y cogio de la mano a Adelaide, que le siguio contra su voluntad. Berry los miro sin decir nada mientras salian de la cocina, y se sento para encender una pipa.

Se encontraron en un patio pequeno y obscuro. Adelaide se agarraba a la mano de Frederick, y este noto que estaba temblando muchisimo.

Estaba palida.

– ?Que te pasa? -pregunto el.

La nina no podia ni hablar. Estaba aterrorizada. Frederick miro a su alrededor; habia un muro de ladrillos de casi dos metros de altura a un lado, y detras, lo que parecia un callejon.

– Bedwell -dijo el-, salta y coge a la nina. Adelaide, te vienes con nosotros. No te puedes quedar aqui si tienes tanto miedo…

Bedwell trepo el muro.

Frederick se dio cuenta entonces de que ahora Adelaide tenia miedo a la altura del muro. La izo y se la paso a Bedwell, y luego lo salto el.

Bedwell se tambaleaba y parecia enfermo. Frederick miro hacia atras; estaba preocupado por el sacerdote y por lo que pudiera pasar cuando la senora Holland descubriera la verdad. Pero por ahora tenia que cuidar de un enfermo y de una nina aterrorizada, y ademas podian salir tras ellos en cualquier momento.

– Venga -dijo el-. Hay un taxi esperandonos al otro lado del puente. ?Vamonos!…

Frederick los obligo a darse prisa. Salieron del callejon y se marcharon.

Sally, atareada redactando un anuncio, se quedo sorprendida al ver entrar en la tienda a Frederick tambaleandose, llevando a cuestas a Bedwell, que estaba medio inconsciente. En un principio no vio a la nina que los seguia.

– ?Senor Bedwell! -dijo ella-. ?Que ha sucedido? ?O… es este…?

– Este es su hermano, Sally. Oye tengo que volver otra vez. El resto de la familia aun esta alli, intentando hacerse pasar por su hermano…, pero hay un maton enorme en la casa… y tuve que coger el taxi para traer a estos dos aqui… Ah, por cierto, esta es Adelaide. Se va a quedar aqui.

Dejo al marinero en el suelo y salio corriendo. El taxi se lo volvio a llevar a toda prisa.

Mucho mas tarde, volvio. Vino con el reverendo Nicholas, que tenia un ojo amoratado.

– ?Vaya pelea! -exclamo Frederick-. Sally, ?tendrias que haberlo visto! Llegue justo a tiempo…

– Sin duda -dijo el sacerdote-. Pero ?como esta Matthew?

– En la cama, durmiendo. Pero…

– ?Esta bien Adelaide? -pregunto Frederick-. No la podia dejar alli. Estaba aterrorizada.

– Esta con Trembler. ?Su ojo, senor Bedwell! ?Tiene un gran moreton! Venga y sientese, dejeme echarle un vistazo. ?Que diablos ha pasado?

Fueron a la cocina, donde Adelaide y Trembler estaban tomando el te. Trembler sirvio una taza a cada uno de los hombres mientras el sacerdote explicaba lo que habia sucedido.

– La entretuve hablando mientras los otros se escapaban. Entonces deje que me acostara de nuevo. Fingi comportarme de forma incoherente. Salio para ir en busca de Adelaide, me levante e intente huir, y entonces me echo el gorila encima.

– Es un monstruo -dijo Frederick-. Pero aguanto bien. Oi la pelea desde la calle y entre por la fuerza hasta alli. ?Que pelea!

– Era fuerte, eso es todo. No era rapido, ni tenia tecnica. En la calle o en el cuadrilatero, le hubiese dado su buen merecido, pero alli no habia suficiente espacio; si me hubiese arrinconado, no habria salido con vida.

– ?Y la senora Holland? -pregunto Sally.

Los dos hombres se miraron.

– Bueno, tenia una pistola -dijo Frederick.

– Garland le propino un buen golpe en la cabeza al gigante con un trozo de madera que se habia roto de la barandilla, y cayo al suelo como un saco. Entonces la senora Holland saco la pistola. Me habria disparado si no le hubieses golpeado la mano -anadio el sacerdote a Frederick.

– Una pequena pistola con la empunadura de nacar -dijo Frederick-. ?Siempre lleva una pistola? -pregunto a Adelaide.

– No se -susurro la nina.

– Dijo que… -el fotografo se detuvo, con expresion triste, y entonces continuo dirigiendose a Sally-: dijo que te encontraria, donde quiera que estes, y que te mataria. Me dijo que te lo dijera. Si sabe donde estas, o solo se lo imagina, es algo que ignoro. Pero ella no sabe quien soy yo ni donde vivimos; no puede saberlo. Estas bastante segura aqui y Adelaide tambien. Nunca os encontrara.

– Si que nos encontrara -susurro Adelaide.

– ?Como lo va a hacer? -dijo Trembler-. Estas tan segura aqui como si estuvieras en el Banco de Inglaterra. Dejame decirte algo: a mi tambien me buscan, como a la senorita Sally o a ti, y aun no me han encontrado. Asi que quedate con nosotros y estaras bien.

– ?Es usted la senorita Lockhart? -pregunto Adelaide a Sally.

– Si -contesto Sally.

– Ella me encontrara -dijo Adelaide susurrando-. Aunque estuviera en el fondo del mar, me encontraria y me

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