la manera de frustrar los planes de su chantajista.

Pero, de hecho, no conseguia entender como le habia llegado a aquella mujer esa informacion.

Y tampoco podia hacerse una idea de cuanto sabia. La perdida de la goleta Lavinia y la reclamacion fraudulenta del seguro ya eran en si mismas suficientemente perjudiciales; pero el otro negocio, el centro de todo, el negocio que Lockhart habia estado a punto de descubrir… no habia sido mencionado por aquella senora.

?Quiza no lo sabia? Cincuenta libras era una suma insignificante, despues de todo, comparada con las cantidades que estaban implicadas en el asunto…

?O es que en realidad aun no se lo habia dicho todo y lo reservaba para otra visita?

?O es que su informador no le habia contado todo por interes propio?

?Al diablo!

Apunto con precipitacion el taco de billar hacia la bola blanca, fallo, rasgo el tapete y rompio el taco brutalmente con su rodilla antes de dejarse caer en un sillon.

?Y la chica? La hija de Lockhart… ?tenia algo que ver con eso?

No lo podia saber.

?Y el chico de los recados? ?Y el conserje? No, absurdo. La unica persona que lo sabia era Higgs, y Higgs…

Higgs habia muerto mientras la hija de Lockhart estaba hablando con el. Muerto de miedo, segun el jefe de contabilidad, que habia oido por casualidad al medico. Ella debia de haber dicho algo que sobresalto a Higgs…, algo que su padre le habia contado; y Higgs, en vez de irse de la lengua, escogio morir.

Selby resoplo, desdenoso. Aunque ciertamente aquello era una especulacion interesante; y quiza, al fin y al cabo, la senora Holland no era su principal enemigo.

Quiza seria mejor unirse a ella en vez de luchar contra ella. Era muy repelente, pero tenia cierto estilo, y Selby sabia reconocer a una tipeja dura de pelar cuando la veia.

?Exacto! Cuanto mas pensaba en ello, mas le gustaba la idea. Se froto las manos y mordio la punta de su habano; luego se puso un gorro para que el cabello no le oliera a humo, encendio el puro y se acomodo para escribir una carta a la senora Holland.

Habia una persona cuyo fin de semana habia ido tal como habia previsto…, segun los planes de la Compania de Navegacion a Vapor Oriental y Peninsular, ni mas ni menos. Se trataba de un pasajero que viajaba a bordo del Drummond Castle, de Hankow. La travesia por el golfo de Vizcaya habia sido dura, pero no habia sufrido en absoluto. Parecia insensible a la mayoria de incomodidades del viaje y, mientras el barco avanzaba hacia el Canal a una velocidad media de diez nudos, permanecia en cubierta, en el lugar que habia hecho suyo desde Singapur, leyendo las obras de Thomas De Quincey.

Ni el viento frio ni la llovizna le importaban lo mas minimo. De hecho, cuanto mas helado era el aire y mas gris era el cielo, mucho mejor se sentia. Comio y bebio con ganas mientras el barco se metia en una zona del Canal donde el oleaje era de lo mas fastidioso, y fumo uno tras otro una serie interminable de puritos muy fuertes.

El domingo por la noche el barco rodeo la costa septentrional y empezo el ultimo tramo del viaje hasta el estuario del Tamesis. Avanzaba lentamente en aquellas aguas agitadas, y mientras anochecia, el pasajero se apoyo en la barandilla y miro atentamente las luces de la costa de Kent, a su izquierda, firmes, dulces y calidas; observo la espuma blanquecina que surgia de la proa del barco y tambien la miriada de luces titilantes de las boyas y faros que guiaban a los pasajeros inocentes como el mismo entre los bancos de arena y los peligros del mar.

Y mientras lo pensaba, el pasajero solto una carcajada.

Luces bajo el agua

En la oficina de Cheapside habia pintores. La entrada estaba llena de cubos de cal y pintura, y los pasillos obstruidos por brochas y escaleras. El lunes por la tarde, antes de cerrar, el conserje llamo a Jim.

– ?Que quiere? -pregunto Jim, y se fijo en un mensajero que aguardaba junto a la chimenea de conserjeria. Jim le miro con mala cara, observando detenidamente el sombrerito redondo que llevaba.

– Una carta para el senor Selby -dijo el conserje-. Llevala arriba y trata de comportarte.

– ?Que esta esperando? -dijo Jim, senalando al mensajero-. Seguro que esta esperando a su dueno, con el organillo, ?no?

– No es asunto tuyo -dijo el mensajero.

– Cierto -dijo el conserje-. Es un chico educado, este chaval. Va a llegar lejos.

– Bueno, ?y por que no empieza ahora?

– Porque esta esperando una respuesta, por eso.

El mensajero esbozo una sonrisa burlona y Jim se fue, con el ceno fruncido.

– Quiere una contestacion, senor Selby -dijo en la oficina principal-. Esta esperando abajo.

– ?Esta esperando? -dijo Selby, mientras abria el sobre. Sus mejillas estaban mas encendidas que nunca, aquel dia, y sus ojos, inyectados en sangre. Jim le observo con interes, preguntandose si el senor Selby estaba a punto de morir de apoplejia. Mientras le miraba, el fenomeno fue alterandose, y el rostro de Selby sufrio una transformacion radical, como si del mar se tratara: la intensa marea de su color bajo de golpe y dejo en contrapartida un blanco grisaceo, bordeado por sus pelirrojas patillas. Selby se sento repentinamente.

– ?Acercate! -dijo con voz ronca-. ?Quien esta abajo? ?El mismo, en persona?

– Un mensajero, senor Selby.

– Oh. Ven aqui…, acercate un momento a la ventana con discrecion y echa un vistazo.

Jim obedecio.

La calle estaba obscura, y las luces de las ventanas de la oficina y las de la parte delantera de los carruajes y autobuses brillaban alegremente en la penumbra.

– ?Ves a un tipo bien afeitado, rubio, de tez morena y bastante fuerte?

– Hay cientos de personas alli abajo, senor Selby. ?Que deberia de llevar puesto?

– ?No se que diantres lleva puesto, chico! ?Ves a alguien que este esperando?

– A nadie.

– Hum… Bien, sera mejor que escriba la respuesta, creo.

Garabateo algo con rapidez y lo metio dentro de un sobre.

– Dale esto -dijo el.

– ?No va a escribir la direccion, senor Selby?

– ?Para que? El chico ya sabe adonde llevarla.

– Por si se muere en medio de la calle. Tiene pinta de estar un poco enfermo. No me extranaria que la palmara antes de que acabe esta semana…

– ?Venga, vete!

Asi pues, Jim no pudo descubrir la identidad del hombre que ponia a Selby tan nervioso; entonces cambio su tactica con el mensajero.

– Aqui tienes -dijo Jim, haciendose el simpatico-, ?Igual lo encuentras interesante! Si lo quieres, es tuyo.

Le ofrecio un ejemplar andrajoso de The Skeleton Crew, or Wildfire Ned. El mensajero le echo un vistazo sin mostrar mucha emocion, lo cogio sin decir nada y se lo guardo en uno de sus bolsillos.

– ?Donde esta la respuesta que estoy esperando? -dijo el.

– Ah, si, que tonto soy -dijo Jim-. Aqui tienes. Solo que el senor Selby olvido escribir el nombre del caballero en el sobre. Lo hare por ti, solo dime cual es -se ofrecio, mojando la pluma en el tintero del conserje.

– ?Que te den! -exclamo el mensajero-. Damelo. Se perfectamente donde tengo que llevarlo.

– Bueno, ya se que lo sabes -dijo Jim, entregandosela-. Solo crei que asi la cosa seria mas formal.

– ?A la mierda! -exclamo el mensajero, alejandose de la chimenea. Jim le abrio la puerta y se agacho para apartar algunos trastos que los pintores habian dejado en medio, bloqueando la salida. El conserje, mientras tanto, elogio al mensajero por su elegante uniforme.

– Si, yo siempre digo que hay que tener gracia para llevar la ropa -dijo el visitante-. Si se viste bien, se puede

Вы читаете La maldicion del rubi
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату