bordo. Eran los otros, que utilizaban su nombre y el de la compania, los responsables de esa mala fama.
– Pero… ?a que se debe esa mala fama? -pregunto entonces Frederick.
Bedwell miro su vaso y Sally le sirvio mas bebida.
– No se lo que sabeis de los chinos de las Indias Orientales -dijo el-. Existen todo tipo de redes que ejercen una gran influencia y presion: politica, comercial, criminal… Y tambien sociedades secretas. Estas empezaron, o eso decian, como una forma de organizar la resistencia frente a la dinastia Manchu, que gobierna China. Y me atrevo a decir que algunas de ellas actuan con fines honestos, de alguna manera para protegerse a si mismos y a sus parientes, mezclado con algo de sus rituales. Pero hay otras sociedades mucho mas siniestras. Me refiero a las Triades.
– ?Las conozco! -exclamo Jim de pronto-. ? La Sociedad del Dragon Negro! ?Y los Hermanos de la Mano Escarlata! Lei una historia sobre ellos en
– Oh, callate, Jim -dijo Sally-. Esto va en serio. Continue, senor Bedwell.
– No creo que tu revista sepa ni la mitad de lo que ocurre realmente, muchacho. Asesinatos, torturas… Preferiria caer en manos de la Inquisicion espanola que cruzarme con las sociedades Triades.
– Pero ?eso que tiene que ver con Lockhart y Selby? -pregunto Sally.
– Los rumores decian que existia alguna relacion entre la compania (sus agentes y sus directores) y una de esas sociedades. Bajo las ordenes de sus dirigentes.
– ?Que? -dijo Frederick.
– ?Todo ellos? -dijo Sally-. ?Incluso un hombre llamado Hendrik van Eeden? Mi padre dijo que era de fiar.
– No se quien es, senorita Lockhart. Pero hay docenas de agentes y, ademas, esto solo era un rumor. Probablemente su padre tuviera razon.
– ?Que paso cuando embarco en la goleta?
– Lo primero que sucedio es que perdimos un cargamento. El senor Lockhart subio a bordo inesperadamente. Con el viajaba un sirviente, un individuo malayo llamado Perak. Nunca se separaba de el. Teniamos previsto cargar una mercancia de ropa pero, inesperadamente, fue cancelada. Nos ordenaron que salieramos sin cargamento, pero tambien estas ordenes quedaron anuladas. Finalmente nos dirigimos a otro embarcadero y cargamos el barco de manganeso. Estuvimos en el puerto durante una semana.
– ?Quien dio esas ordenes? -pregunto Frederick-, ?El senor Lockhart?
– No, el agente local. El senor Lockhart estaba muy enfadado y no sabria decir la cantidad de veces que fue de un lado a otro. No paraba de ir y venir, entre el puerto y la oficina. El no tenia la culpa; y a mi no me gustaba como iban las cosas…, no habia ni la mas minima seriedad ni profesionalidad en todo lo que se hacia. A el tampoco le gustaba nada, y creo que adivino mis pensamientos. Fue durante esa semana cuando empezamos a hablar. Perak, el sirviente, solia tomar notas… Habia sido administrativo, me conto el senor Lockhart.
»Finalmente zarpamos de Singapur el 28 de junio, con la intencion de navegar hasta Shangai llevando ese cargamento de manganeso. Y ya en esa primera tarde en el mar, vimos el junco negro.
»Hoy en dia hay un gran trafico maritimo en esos mares y, por supuesto, ver un junco en esa parte del mundo es de lo mas normal, pero no me gustaba su aspecto. Una embarcacion de gran altura sobre el agua, con las velas y el casco obscuros, como si nos estuvieran observando. Se mantuvo a distancia durante dos dias y dos noches. Hubiesemos podido adelantarla facilmente, porque con aquel casco cogian todo el viento al virar y evidentemente no podian hacerlo como una goleta. Hubiesemos tenido que alejarnos de ella navegando velozmente hacia el noreste, pero no lo hicimos.
»El hecho es que el capitan parecia estar perdiendo el tiempo a proposito. El senor Lockhart no era marino, si no, hubiese notado enseguida que ibamos demasiado lentos… Y el capitan, un hombre llamado Cartwright, hizo cuanto pudo para alejarme de el; aunque Lockhart pasaba la mayoria del tiempo en su camarote, escribiendo.
»Fueron unos dias muy extranos. Navegabamos casi a la deriva, alejandonos cada vez mas de las rutas maritimas establecidas, y poco a poco, el trabajo a bordo se iba acabando… Continue al lado del capitan, pero el intentaba evitarme. Los hombres estaban tumbados a la sombra, en cubierta, y nunca nos quitabamos de encima la presencia de un horrible casco negro en el horizonte. Continuaba avanzando lentamente, deslizandose a la deriva por el agua… Estaba empezando a volverme loco.
»Sucedio durante la segunda noche.
»Estaba haciendo guardia. Era hacia la una de la madrugada; un marinero llamado Harding estaba al timon, y ese enorme junco negro seguia aun a lo lejos, sin perdernos de vista, en la obscuridad. Era lo unico obscuro. No habia luna, pero si estrellas… Nunca habeis visto las estrellas, si solo las habeis visto en Inglaterra. En los tropicos no titilan debilmente, sino que iluminan todo el cielo; y el mar… estaba vivo, con fosforescencias. Nuestra estela y el oleaje de nuestra proa atravesando el agua formaban increibles vias en forma de remolinos, constituidas por billones de puntos de luz blanca, y todo el mar a ambos lados estaba lleno de intensos movimientos brillantes…, los peces salian a la superficie, grandes nubes relucientes y capas de colores indefinidos, pequenos bancos y remolinos de luz alla abajo, en las profundidades… Solo una o dos veces en la vida se puede tener la suerte de ver una noche como esa… Es una imagen que deja sin respiracion. Y el junco era lo unico obscuro en todo aquel resplandeciente paisaje. Solo habia un pequeno farol amarillo aflautado balanceandose en lo alto del palo mayor; todo lo demas era completamente negro, como si fuera un recorte, como una marioneta en una de esas obras de sombras chinescas que se hacen por alli.
»Y entonces Harding, el timonel, me dice:
»-Bedwell, hay un hombre entre los botes salvavidas.
»Me asome a la barandilla, con mucho cuidado para no hacer ruido, y vi con claridad una figura bajando hacia un bote que se tambaleaba en el agua, junto al barco. Estuve a punto de llamarle, pero todo ese resplandor me permitio reconocer su cara. Era el capitan.
»Le dije a Harding que se quedara donde estaba y baje corriendo a toda prisa por las escaleras que llevaban al camarote del senor Lockhart. Estaba cerrado con llave… No me respondio cuando llame a la puerta, asi que le di una patada y la eche abajo. Y entonces… -Bedwell interrumpio el relato y miro a Sally-. Lo siento, senorita: le habian apunalado.
Sally sintio una rafaga de angustia que le subia por el pecho; los ojos se le inundaron de lagrimas; veia borrosa toda la habitacion. Sacudio, furiosa, la cabeza.
– Continue, por favor -musito ella-. No se detenga.
– El camarote estaba completamente revuelto. Todos sus papeles estaban esparcidos por el suelo, habian hecho trizas la litera, su baul estaba boca abajo… Era un caos. Y mientras, el capitan abandonaba el barco y el junco estaba cerca… Estuve a punto de volver para despertar a la tripulacion, y justo entonces oi un debil lamento que procedia de la litera.
»Estaba vivo. Casi no podia moverse, asi que intente levantarle, pero el no quiso.
»-?Quien le ha hecho esto, senor Lockhart? -le pregunte.
»Dijo algo que no pude entender y entonces susurro dos palabras que me helaron la sangre:
»-Ah Ling -dijo-. El junco negro es su barco. El capitan…
»No podia seguir hablando por el momento. Empece a pensar desesperadamente. Ah Ling… Si era su barco, entonces no teniamos escapatoria. Ah Ling era el peor de los asesinos, un salvaje sanguinario de los mares del sur de la China. Habia oido su nombre miles de veces y siempre que se mencionaba, la gente se estremecia de miedo.
»Y entonces el senor Lockhart hablo otra vez:
«-Encuentra a mi hija, Bedwell. Mi hija Sally. Explicale lo que ha pasado…
»Lo siento, senorita Lockhart; su padre dijo entonces algunas cosas mas, que eran incomprensibles… o que no pude oir con claridad…, no lo se. Pero acabo diciendo:
»-Dile que tenga la pistola a punto.
»Esto es todo lo que puedo recordar con claridad. Dijo eso y luego murio.
El rostro de Sally se humedecio por las lagrimas. Esas palabras («Ten la pistola a punto») era lo que siempre le decia su padre antes de partir de viaje; y ahora la habia dejado para siempre.
– Estoy bien -dijo Sally-. Le escucho. Debe contarmelo todo. No me haga caso si lloro. Continue, por favor.
– Deduje que habia dictado una carta a su sirviente. Pero no creo que haya llegado nunca, ?verdad?
– Si que llego- dijo Sally-. Asi empezo todo.
Bedwell se rasco una ceja. Frederick, que vio el vaso del marinero vacio y al hombre bastante agotado, le sirvio lo que quedaba del conac.