– Veamos -dijo el-. Me parece a mi que le he contado muchas cosas. Eso es evidente. Creo que ahora le toca a usted aclararme algunos aspectos. Digame, por ejemplo, quien es ese caballero para el que trabaja… ?Y donde ha conseguido enterarse de todo eso, en primer lugar?
La senora doblo el labio superior emitiendo un silbido de serpiente. Selby se echo atras y entonces se dio cuenta de que la mujer estaba sonriendo.
– Demasiado tarde para preguntar eso -dijo ella-. Ya hemos cerrado el trato y eso no entraba en las condiciones.
El hombre no pudo hacer otra cosa que suspirar profundamente. Habia sido un ingenuo y habia caido en la trampa. Selby se levanto, consciente de su error, y se marcho, mientras la senora Holland sonreia ampliamente como si fuera un cocodrilo feliz de ver a un nino caer al agua.
Y diez minutos despues, Berry le dijo:
– ?Quien era el caballero que acaba de irse, senora Holland?
– ?Por que? -dijo ella-. ?Le conoces?
– No, senora. Solo que alguien le observaba. Un tipo de constitucion fuerte, rubio, estaba esperandole cerca del cementerio municipal. Cuando el caballero salio, apunto algo en una libretita y le siguio a distancia.
Los ojos reumaticos de la senora Holland se abrieron y luego sus parpados se cerraron.
– ?Sabes, Berry? -dijo ella-. Nos hemos metido en un juego apasionante. No me lo perderia por nada del mundo.
Trembler no tardo mucho en conseguir un arma para Sally. Al dia siguiente, mientras Adelaide estaba ayudando a Rosa a coser unas prendas, le hizo senas a Sally para que se acercara y puso un paquete envuelto en papel marron encima del mostrador.
– Me ha costado cuatro libras -dijo el-. Y tambien tiene la polvora y las balas redondas.
– ?Polvora y balas redondas? -dijo Sally, consternada-. Esperaba algo mas moderno.
Le dio el dinero a Trembler y abrio el paquete. La pistola no media mas de quince centimetros, y tenia un canon corto y rechoncho y un percutor grande y curvado. La empunadura era de roble y se ajustaba a su mano perfectamente; parecia estar bastante bien equilibrada y la marca del fabricante, Stocker de Yeovil, ya la conocia. Debajo del canon estaba impresa la licencia gubernamental, tal como debia ser. Sin embargo, la parte superior del canon, en la zona del piston, donde la capsula de percusion explotaba, estaba muy desgastada por el uso.
Un paquete de polvora, una bolsita de pequenas balas de plomo y una caja de capsulas de percusion completaban el arsenal.
– ?Todo correcto? -dijo Trembler-. Las armas me ponen nervioso.
– Gracias, Trembler -contesto ella-. Tendre que probarla unas cuantas veces, pero eso es mejor que nada.
Hizo retroceder el percutor, para probar la fuerza que tenia el muelle, y miro dentro del estrecho tubo metalico por donde se desplazaba la llamarada del piston que hacia explosionar la polvora. Le hacia falta una buena limpieza. Debia de hacer tiempo que no se usaba; el canon, penso, era realmente muy fragil.
– Ya ha usado una pistola antes, ?verdad? -dijo el-. Voy a limpiar el estudio; hoy tenemos sesion fotografica.
El estudio era una habitacion con cortinas de terciopelo, delante de las cuales los clientes tenian que adoptar posturas ciertamente incomodas en una butaca de crin, o bien posar cogidos de la mano junto a una aspidistra. Esa manana tenia que venir una chica que deseaba una fotografia para enviarsela a su prometido, un joven que trabajaba en el comercio de madera en el Baltico y regresaba a casa solo dos veces al ano. Rosa se habia enterado de esto y de mucho mas. Se pasaba largas horas hablando con la gente hasta que conseguia la informacion que deseaba.
La cliente llego (acompanada de su madre) a las once. Sally las acompano hasta el estudio, donde Frederick estaba preparando la gran camara con la que hacia las fotografias, y aprovecho para pedirle prestado un poco de aceite; luego se fue a la cocina para engrasar el arma. Adelaide fue a la tienda para ayudar a Trembler y la dejo sola, pero Sally ni se dio cuenta. El olor del aceite, el tacto del metal, la sensacion de eliminar poco a poco todo lo que obstruia los mecanismos de la pistola, para conseguir que volviera a funcionar correctamente, le producia un sentimiento interior de calma, de felicidad sosegada. Cuando finalmente la pistola ya estuvo a punto, la dejo encima de la mesa y se limpio las manos.
Ahora tendria que probarla. Inspiro profundamente y solto el aire despacio. Estaba preocupada por el estado del canon, demasiado desgastado. El mecanismo estaba en perfectas condiciones; el gatillo se movia sin dificultad; el percutor se soltaba y bajaba con una gran precision hasta el punto justo; nada estaba doblado, ni torcido, ni tampoco roto. Pero si el canon no podia contener la fuerza de la explosion, se arriesgaba a perder la mano derecha.
Echo un poco de polvora, negra y arenosa, en el canon y la apreto hacia el fondo con firmeza. Luego arranco un pequeno trozo de tela azul del dobladillo del vestido que Rosa habia estado cosiendo y envolvio una de las balas de plomo para asegurarse que estuviera perfectamente ajustada. La bala se mezclo en el canon con la polvora y despues introdujo en el un pedacito mas de tela para rellenarlo. Lo prenso todo hacia dentro con fuerza y cogio una capsula de percusion de la caja: un pequeno cilindro de cobre con un extremo cerrado, relleno de un poco de fulminante, una combinacion quimica que explotaba cuando era golpeada por el percutor. Tiro del percutor hacia atras hasta que hizo die
Trembler y Adelaide estaban en la tienda; Frederick, en el estudio; Rosa se habia marchado al teatro; no habia nadie que, observandola, pudiese distraerla. Salio al patio. Habia un cobertizo de madera. La puerta estaba desconchada y le podia servir de blanco.
Despues de comprobar que no habia nada en el cobertizo, excepto algunas macetas rotas y sacos vacios, conto diez pasos desde la caseta y se volvio.
En el patio hacia frio, y Sally no llevaba suficiente ropa de abrigo; su mente era incapaz de librarse de imagenes de un brazo destrozado, de sangre saliendo a borbotones por heridas abiertas y huesos astillados; pero la mano que levanto para apuntar la pistola se mantuvo absolutamente firme. Estaba satisfecha.
Llevo hacia atras el percutor con un
Entonces apreto el gatillo.
El arma salto en su mano, pero la chica ya lo tenia previsto y calculado. El gran
Con la puerta del cobertizo incluida.
No veia ningun agujero de bala en ninguna parte. Desconcertada, examino la pistola, pero estaba vacia. ?Se habia olvidado de poner la bala dentro? No, se acordaba del trocito de ropa del vestido azul. ?Entonces que habia pasado? ?Donde habia ido a parar la bala? La puerta era lo suficientemente grande, eso estaba claro. De hecho, a esa distancia incluso hubiese podido darle a una tarjeta de visita.
Entonces vio el agujero. Estaba a medio metro de la puerta, hacia la izquierda, y a unos pocos centimetros del suelo; Sally habia estado apuntando mas o menos a la altura de sus ojos y se alegro de que su padre no hubiera visto ese disparo. Quiza el retroceso de la pistola fue lo que hizo que fallara. Sally rechazo esa idea de inmediato. Habia disparado cientos de veces; sabia como disparar una pistola.
Llego a la conclusion de que debia de ser la misma pistola. Un canon ancho y corto, que no tenia nada que ver con un rifle, no era precisamente lo mejor para conseguir una gran precision en el disparo. Suspiro. Al menos ahora tenia algo que hacia mucho ruido y olia a polvora, y le podria servir para asustar a cualquiera que la quisiera atacar; pero, eso si, solo tendria una oportunidad…
La puerta de la cocina se abrio y Frederick salio corriendo.
– ?Pero que diablos…! -grito.
– No pasa nada -dijo ella-. No se ha roto nada. ?Habeis oido el ruido desde dentro?