– Pues claro que lo hemos oido. Mi querida cliente salto de la silla y un poco mas y no sale en la fotografia. ?Que estas haciendo?

– Estaba probando una pistola. Lo siento.

– ?En pleno Londres? Eres una inconsciente, Lockhart. No se como reaccionara la senora Holland, pero ?por Dios que me habeis dejado aterrorizado!, como decia el duque de Wellington cuando se dirigia a sus soldados -dijo el en un tono mas suave-. ?Estas bien?

Frederick se acerco y le puso la mano sobre el hombro. Sally estaba temblando; tenia mucho frio. Se sentia mal y estaba enfadada consigo misma.

– Mirate -dijo el-. Estas temblando como una hoja. ?Como puedes apuntar bien si estas tiritando de esa manera? Ven dentro para entrar un poco en calor.

– No tiemblo nunca cuando disparo -murmuro Sally, con un hilo de voz; y se dejo llevar adentro como si estuviera enferma. «?Como puede ser tan estupido? ?Como puede estar tan ciego? -penso ella, a la vez que se preguntaba-: Y yo ?como puedo ser tan debil?»

No dijo nada, y se sento a limpiar la pistola.

La Cabeza de Turco

La senora Holland, para cumplir su parte del trato con Selby, encargo a uno de sus hombres que lo protegiera. Era un chico que se pasaba todo el rato sentado en la oficina limpiandose las unas, silbando de una forma horrible, acompanando a Selby a todas partes, registrando a todo el mundo que se le acercaba por si llevaba encima armas escondidas.

Jim estaba mas que entretenido, y se las ingenio para que el guardaespaldas le registrara cada vez que entraba en su despacho; y lo hacia tantas veces como podia, hasta que Selby perdio la paciencia y le ordeno que no volviera mas por alli.

Pero atormentar a Selby no era la unica preocupacion de Jim. Ultimamente habia pasado bastante tiempo en Wapping. Habia conocido a un guarda de noche en el embarcadero del Muelle de Aberdeen, que le proporcionaba informacion sobre la senora Holland a cambio de ejemplares atrasados de Relatos policiacos para chicos britanicos. Esa informacion no es que fuera precisamente muy interesante, pero era mejor que nada. Y, lo mismo sucedia con lo que le explicaban los mudlarks, ninos y ninas que sobrevivian recogiendo trozos de carbon y algunos trastos del barro, durante la marea baja. Estos a veces tambien echaban una ojeada a las barcas sin vigilancia, pero pocas veces se atrevian a alejarse demasiado de la orilla. Sabian perfectamente quien era la senora Holland y seguian de cerca todos sus movimientos con mucha atencion. Por ejemplo, al dia siguiente de que Sally probara su nueva arma, le contaron a Jim que la senora Holland y Berry habian salido por la manana, hacia el oeste, con ropa de abrigo, y que aun no habian vuelto.

El origen de esta curiosa expedicion se encontraba en los trozos de papel que la senora Holland habia recibido, despues de haber pasado por las manos de Ernie Blackett. Al principio ella habia pensado que Sally se habia inventado el mensaje a proposito para despistarla, pero cuanto mas releia aquellas palabras, mas parecia que tenian algun sentido. ?Pero como diablos podia descubrirlo?

Finalmente, perdio la paciencia.

– Venga, Berry -dijo ella-. Nos vamos a Swaleness.

– ?Para que, senora?

– Una fortuna.

– ?Donde?

– ?Maldita sea, ojala lo supiera!

– Y entonces ?por que vamos?

– ?Sabes que, Jonathan Berry? -dijo gritando con todas sus fuerzas-. ?Eres un estupido! Henry Hopkins era un engreido y no se podia confiar en el, pero no era estupido. No puedo soportar a los estupidos.

– Lo siento, senora -balbucio Berry, avergonzado, sin ni siquiera saber por que razon.

La senora Holland tenia planeado visitar Foreland House e interrogar a aquella borracha del ama de llaves, si aun estaba alli, con la esperanza de que supiera algo. Pero despues de recorrer un camino lleno de barro, soportando terribles rafagas de viento gelido, encontraron la casa vacia y cerrada con llave. La senora Holland empezo a despotricar con fluidez durante unos diez minutos sin repetirse ni una sola vez. Despues ya no hablo mas, malhumorada como estaba, durante casi todo el camino de vuelta hacia la ciudad. Aunque a medio camino, se paro de repente.

– Espera, espera -dijo ella-. ?Como se llama ese pub que esta al lado del puerto?

– ?Un pub, senora? No recuerdo haber visto ninguno -contesto Berry educadamente.

– No, claro, no podrias, supongo, una bazofia como tu con ese cerebro de mosquito… Creo que se llama La Cabeza de Turco… Y si fuera asi…

Fue la primera vez en todo el dia que abrio la boca sin proferir ningun insulto, y Berry se sintio mucho mas animado. Entonces la mujer examino atentamente el papelito que llevaba encima.

– Vamonos -dijo ella-. ?Sabes una cosa, Berry? Creo que ya lo tengo.

Metio el papel en el bolso y empezo a caminar muy deprisa. Berry fue detras de ella como un perrito.

– Si te digo que te bebas una jarra de cerveza, tu te callas y te la bebes -dijo mucho mas tarde-. No te tengo aqui como representante de una maldita reunion de una sociedad antialcoholica tomando un refresco, un hombre tan corpulento y fuerte como tu… ?Que por que? ?No te das cuenta de que si no bebes cerveza, atraeras las miradas de todos los parroquianos? Haz lo que te digo.

Estaban fuera del local. Ya habia obscurecido; la senora Holland habia querido esperar hasta el anochecer. Habian pasado el resto de la tarde paseando por el puerto, donde los barcos de pesca iban subiendo lentamente con la marea, que iba inundando la cala. Berry habia observado, perplejo, como la senora Holland hablaba con un viejo pescador tras otro…, haciendo preguntas sin sentido sobre las luces y las mareas y cosas semejantes. Esa senora era un prodigio de la naturaleza, sin lugar a dudas.

De todas formas, no iba a beber cerveza por nada del mundo.

– Tengo mis principios -dijo con terquedad-. Renuncie al alcohol, y eso es algo que me hace sentir orgulloso de mi mismo. No bebere cerveza.

La senora Holland le recordo, mediante un lenguaje rico y variado, que era un ladron, un maton y un asesino, y que lo que ella sabia le podia llevar a la horca en tan solo un mes. Pero Berry no cedia y al final la mujer tuvo que rendirse.

– De acuerdo -dijo, rabiosa-, tomate una limonada, entonces, y espero que esa cosa que tu llamas «tu conciencia» este satisfecha. Entra y no digas ni mu.

Con la satisfaccion y la tranquilidad de haber obrado correctamente, Berry la siguio al interior de La Cabeza de Turco.

– Un trago de ginebra para mi, carino -pidio con voz meliflua al propietario-, y un vaso de limonada para mi hijo, que tiene el estomago un poco delicado.

El propietario les trajo las bebidas y, mientras Berry sorbia su limonada, la senora Holland entablo conversacion con ese hombre.

Esta magnificamente situado aqui, encarado al mar. Es un pub antiguo, ?verdad? Con un viejo sotano, sin duda alguna.

Si, ella habia visto la pequena ventana al lado de la escalera al entrar, al nivel del suelo, y se habia apostado con su hijo que incluso desde alli abajo se podia ver el mar. ?Tenia razon? ?Solo cuando la marea estaba alta? Fijate, ?que cosas! ?Que pena que ahora este obscuro, porque, si no, se lo podria demostrar a mi hijo! ?Un vaso para el propietario? Venga; era una noche fria. Si, que pena que fuera de noche ahora y se tuvieran que ir dentro de un rato. A ella le gustaria ganar la apuesta. ?Podria? ?Como es eso? Habia una boya en medio de la cala -se podia ver cuando habia marea alta- y tambien habia luces, alli, ?en la boya? ?Alli, Alfred! (le indico a Berry, que estaba sentado, atontado). ?Te convence o no?

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