– ?Que?
– Yo… -No sabia como decirselo-. Trembler, ?sabes lo que paso cuando fui al fumadero de opio con Fred?
– Si. Nos lo contaste. ?Por que? ?No estara pensando en ir otra vez alli!
– No, no hace falta. Tengo un poco de opio aqui… Cuando el senor Bedwell me pidio que comprara, yo…, bueno, me guarde un poco para mi. Sabia que tenia que volver a hacerlo. Ahora me siento mas fuerte. No sabre lo que pretende la senora Holland hasta que yo lo descubra. Debo volver a mi Pesadilla, Trembler. Estaba dejando pasar el tiempo, esperando a que la senora Holland desapareciese, pero no lo ha hecho. Y me viene todo a la cabeza y… lo quiero hacer ahora. ?Te quedaras conmigo?
– ?Que? ?Que quiere fumar opio aqui?
– Es la unica forma que tengo de descubrir la verdad. Por favor, te lo ruego Trembler. ?Te quedaras a mi lado?
El trago saliva con dificultad.
– Por supuesto que lo hare, senorita. Pero supongamos que algo va mal… ?Que debo hacer?
– No lo se. Yo confio en ti, Trembler. Solo… coge mi mano, tal vez.
– De acuerdo, senorita. Lo hare.
Sally se levanto instantaneamente y le estampo un beso en la mejilla. Entonces se dirigio rapidamente al armario del rincon. El opio estaba envuelto en un trozo de papel detras de una jarra. Habia guardado un trozo del tamano de la punta de su dedo menique y no tenia ni idea de si era demasiado o insuficiente, ni tampoco de como debia fumarlo, ya que no tenia pipa…
Se sento a la mesa y aparto los platos. Trembler cogio una silla, se sento justo delante de ella y dirigio la lampara hacia la mesa, de manera que iluminara perfectamente el mantel rojo. La estufa estaba encendida y hacia calor en la cocina, pero para sentirse mas segura cerro la puerta con llave. Entonces desenvolvio el opio.
– La ultima vez -dijo ella- lo aspire por casualidad del humo que salia de la pipa de alguien. A lo mejor no hace falta ni que lo fume directamente… Si solo lo enciendo y aspiro el humo, como hice la otra vez… O quiza deberia asegurarme. No tengo mas… ?Tu que piensas?
– No lo se, senorita -contesto el-. Mi madre solia darme laudano, de pequeno, cuando me dolian los dientes. No se nada sobre el opio. Creo que la gente lo fuma como si fuera tabaco, ?verdad?
– No lo creo. La gente que vi en el fumadero de Madame Chang estaba tendida en camas mientras un sirviente les sostenia la pipa y les prendia el opio. Quiza no podian aguantarla ellos mismos. Si lo pongo en un plato…
Se levanto, llevo un plato esmaltado a la mesa y luego cogio una caja de cerillas del estante que habia encima de la estufa.
– Solo tengo que sostener la cerilla encendida por debajo -dijo ella-. Entonces, si me quedo dormida o algo asi, la cerilla caera en el plato y no pasara nada.
Sally cogio un tenedor limpio, lo hinco en la bolita de resina pegajosa y la sostuvo por encima del plato.
– Ya empieza -dijo ella.
Encendio una cerilla y la mantuvo cerca del opio. Se dio cuenta de que no le temblaban las manos. La llama se retorcia alrededor de la droga, ennegreciendo su superficie; y entonces empezaron a brotar el humo y las burbujas. Sally se echo hacia delante, inhalo profundamente y al instante se sintio intensamente mareada.
Abrio y cerro los ojos, movio la cabeza de un lado a otro y se sintio cada vez peor, y en ese momento la cerilla se apago.
La dejo caer en el plato y cogio otra.
– ?Esta bien, senorita? -pregunto Trembler.
– ?Podrias encender la cerilla y mantenerla debajo del opio?
– De acuerdo. ?Esta segura de que quiere continuar?
– Si. Debo hacerlo. Solo tienes que ir encendiendo las cerillas y hacer que salga humo.
Trembler encendio una cerilla y la puso debajo de la droga. Sally se inclino hacia delante, apoyando los brazos sobre la mesa y con el cabello echado atras para que no cayera encima de la llama. Aspiro profundamente. El humo tenia un regusto dulce y amargo al mismo tiempo, penso; y entonces empezo la Pesadilla.
Wapping en esa epoca era como una isla. En un lado se encontraba el rio y, en el otro estaban el muelle y sus entradas. Para acceder a Wapping, por tanto, se tenia que atravesar uno de los puentes, cuyas estructuras no eran solidas y espectaculares, de piedra y ladrillo como la del Puente de Londres, sino mucho mas ligeras e inestables, de hierro y madera. Al cruzar se movia todo. Eran puentes giratorios o hidraulicos, y de vez en cuando se apartaban a un lado o se elevaban para dejar pasar a los barcos que entraban y salian del muelle. Habia siete puentes de este tipo: siete entradas y siete salidas. Era facil tener a un hombre vigilando en cada uno de ellos. Habia mucha gente que le debia favores a la senora Holland y aun mucha mas que la temia.
El taxi que llevaba a Frederick, con Jim agarrado a uno de los lados del carruaje por el entusiasmo, traqueteaba a traves del puente giratorio llamado Entrada de Wapping, el camino que conducia al mayor de los dos muelles de Londres. Ni Frederick ni Jim repararon en los dos hombres que se escondian detras de un torno, a su derecha.
– ?Hacia donde vamos, caballero? -grito el conductor.
– Parese aqui -dijo Frederick-. Continuaremos a pie.
Pagaron al conductor, el taxi dio media vuelta y se alejo por donde habian venido. Frederick hubiera preferido que el taxi los esperara, pero no llevaba suficiente dinero.
– ?Que vamos a hacer? -dijo Jim-. Se donde vive. La he estado espiando.
– No estoy seguro -dijo Frederick-. Vayamos hacia alli y ya veremos lo que sucede…
Recorrieron rapidamente Wapping High Street, entre los altos y obscuros almacenes y las gruas y poleas que colgaban sobre sus cabezas, como si estuviera todo preparado para una ejecucion multiple. Al cabo de uno o dos minutos llegaron a la esquina del Muelle del Ahorcado y entonces Frederick alargo la mano, haciendo una senal a Jim para que se detuviera.
– Espera.
Miro detras de la esquina y tiro con fuerza del brazo de Jim.
– ?Mira! -susurro-. Justo a tiempo… Acaban de llegar…, estan saliendo del taxi, y tambien esta Adelaide…
– ?Que vamos a hacer? -susurro Jim.
– ?Venga! ?La agarramos y nos vamos corriendo!
Frederick empezo a correr y Jim le siguio. Estaban a tan solo unos veinte metros de la entrada de la Pension Holland, y Frederick era muy veloz. Se abalanzaron sobre la senora Holland cuando aun estaba buscando las llaves.
– ?Adelaide! -grito el, y la senora Holland se volvio-. ?Corre! ?Ve con Jim!
Jim se precipito hacia Adelaide y la agarro de la mano. Intento arrastrarla, pero la nina se echo hacia atras, sin saber que hacer.
– ?Venga! -le grito. Tiro de ella con mas fuerza y finalmente Adelaide reacciono. Corrieron hasta la esquina de la calle y desaparecieron. Fue entonces cuando Frederick se dio cuenta de por que la senora Holland no se habia ni movido y estaba sonriendo. Justo detras del muchacho estaba Jonathan Berry, el gigante, blandiendo un baston. Frederick miro a su alrededor… pero estaba atrapado. No podia escapar.
La esquina por la que Jim habia doblado no era la que Adelaide hubiera escogido: era un callejon sin salida. Pero la nina estaba tan aturdida por el panico que lo siguio sin mas cuando el chico la agarro de la mano y tiro de ella. Se encontraban en Church Court. La calle describia una curva y Jim no podia ver ese final sin salida aunque, de todas formas, hubiera sido casi imposible verlo en la obscuridad. Llegaron al final de la calle, el chico tropezo con un monton de basuras, tanteo con sus manos el muro obscuro y empezo a maldecir, desesperado.
– ?Donde estamos? -dijo Jim-. ?Que hay al otro lado de este muro?
– Una iglesia -susurro la nina-. ?La ves venir? ?La ves venir?
– Frederick la entretendra. Ahora vamos a saltar este maldito muro…
Examino el muro a tientas, en la penumbra. No era muy alto -un metro y medio-, pero en la parte de arriba estaba lleno de pinchos de hierro; podia verlos por la debil luz de las ventanas de la iglesia, ahora que sus ojos se habian acostumbrado a la obscuridad. Oyo un coro cantando y se pregunto si la iglesia seria un buen lugar para esconderse.
Pero antes tendrian que saltar ese muro. Habia un barril a un lado, en la esquina; Jim lo acerco al muro, haciendolo rodar, y logro ponerlo derecho. Cogio a Adelaide, que estaba agachada junto al muro temblando de