– Debajo del matadero -les respondio, sin que le pudieran ver-. Hay una puerta justo aqui arriba.
Paddy se paro. Jim oyo que giraba una llave en la cerradura y entonces una puerta se abrio chirriando.
Entraron en una habitacion profunda como una caverna, iluminada por la luz tenue de la llama de una vela en un rincon. Una docena de ninos, vestidos con harapos, estaban durmiendo sobre montones de sacos, mientras que una chica de mirada salvaje, un poco mayor que Paddy, sostenia la vela.
Un olor espeso, a suciedad, flotaba en el aire.
– Hola, Alice -dijo Paddy-. Tenemos dos visitantes.
La chica se los quedo mirando fijamente, en silencio. Adelaide se agarro a Jim, que la calmo con la mirada, sin amedrentarse.
– Tenemos que sacarlos de Wapping -dijo Paddy-. ?Esta Dermot en la barcaza?
Alice dijo que no con la cabeza.
– Envia a Charlie para decirselo. Ya sabes a que me refiero.
Ella le hizo un gesto a un chiquillo, que se fue corriendo al instante.
– ?Vivis aqui? -pregunto Jim.
– Si, pagamos el alquiler cazando ratas, que luego vendemos.
Jim miro a su alrededor y vio un monton de huesos de animales en un rincon, con algo que se removia entre ellos. Esa «cosa» salto de repente hacia un lado, sobre algo, y se convirtio en un chico de cinco o seis anos, casi desnudo, que se tambaleaba hacia Alice con una rata que se retorcia en sus manos. Ella la cogio sin decir palabra y la metio en una jaula.
– Podeis quedaros aqui si quereis -dijo Paddy-. Es un buen sitio.
– No, debemos marcharnos. Vamos, Adelaide.
Jim la agarro de la mano. Estaba preocupado: era tan pasiva, tan quieta… Le hubiese gustado ver que tenia mas ganas de luchar por su vida.
– Entonces, por aqui -dijo Paddy y los llevo a una sala aun mas grande y maloliente.
– Tenemos que ir con cuidado. Se supone que no podemos entrar, aqui. Las calderas estan encendidas durante toda la noche, asi que debe de haber algun vigilante rondando.
Atravesaron una infinidad de habitaciones y pasadizos; parando de vez en cuando para controlar si se oian pasos. No se oia nada. Finalmente llegaron a un sotano; en un rincon se encontraba el final de una rampa que se utilizaba para los desechos, por donde se echaban huesos, cuernos y pezunas; estaba resbaladizo, sucio y grasiento, y echaba una peste nauseabunda.
– ?Como lograremos subir? -pregunto Jim.
– ?Que pasa? ?Tienes algun problema? -dijo Paddy-, ?Que sabroso!, ?eh? No tendras manias, ?verdad?
Le dio la vela a Adelaide y les mostro como subir la rampa cogiendose por los lados. Jim cogio la vela y empujo a Adelaide hacia arriba, sin hacer caso de sus protestas. Un minuto despues los tres estaban al aire libre y bajo la lluvia. Era en un patio adoquinado, rodeado por una verja y que daba a un callejon, en la parte trasera de un
– Adelante -dijo el.
Parecia que no existiera ningun obstaculo para Paddy. La verja parecia robusta y perfectamente fijada, pero el chico sabia el lugar exacto donde encontrar un barrote suelto. Lo levanto y lo aguanto para que los otros dos pasaran rapidamente por debajo.
– El patio del Fox & Goose -dijo Paddy-. Las ratas que capturamos se las traemos al propietario. Ahora podemos pasar al otro lado de Wapping Wall y entonces ya habremos llegado al rio. Ya queda poco.
Wapping Wall era una calle, no un muro, y se cruzaba en un momento; y practicamente al otro lado estaba la entrada a la Escalera del Rey Jaime.
Jim pudo entrever una marana de mastiles y aparejos, y el brillo del agua.
– Podemos coger un bote alli abajo -dijo Paddy-. Y despues, es facil: remas hasta llegar a casa. Bajad, yo me quedare aqui arriba vigilando.
Jim y Adelaide bajaron por el callejon obscuro, entre los edificios, y se encontraron en un estrecho y pequeno muelle. Delante de ellos, las barcas estaban inclinadas encima del barro; las cuerdas que las amarraban llegaban hasta los norays del muelle, y la escalera de piedra llevaba justo hasta el borde del agua.
– ?Donde vamos, Paddy? -pregunto Jim volviendose, y entonces se paro.
La senora Holland estaba alli arriba, junto a Paddy.
Jim cogio a Adelaide y la rodeo con sus brazos. Su mente iba a cien por hora. Solo se le ocurrieron dos palabras y se las dijo a Paddy.
– ?Por que?
– Por dinero, colega -fue la respuesta-. Lo necesito para sobrevivir.
– Buen chico -dijo la senora Holland.
– Volvere -dijo Jim-. Volvere y te buscare hasta encontrarte.
– Pues aqui te espero -contesto Paddy, metiendose la moneda que la senora Holland le habia dado. Y se esfumo.
– Bien, bien -dijo la senora Holland-. Parece que por fin te he encontrado, pequena zorra. Ahora ya no puedes escapar. Berry esta abajo, al pie de la escalera, y te retorcera el pescuezo si lo intentas… Lo hace con los pollos, para distraerse. Una vez les ha arrancado la cabeza, corretean por ahi batiendo las alas aun durante unos cinco minutos mas. He hecho una apuesta con el para ver cuanto tiempo durarias tu correteando sin cabeza, y te prometo que Berry tiene muchas ganas de ganar la apuesta. Yo que tu no intentaria huir. Estas atrapada, Adelaide. ?Por fin te tengo!
Jim podia sentir como la nina temblaba como una hoja.
– ?Para que la quiere? -le pregunto, y sintio que se le helaba la sangre, porque por primera vez la senora Holland le miraba directamente a los ojos y sabia que esa mujer era realmente capaz de mandar que le arrancaran la cabeza a la nina para comprobar si seguia correteando sin ella. Era capaz de cualquier cosa.
– Quiero castigarla por haberse escapado. Quiero que sufra muchisimo, esa mocosa. Venga Berry, cogela.
Jim se volvio y vio a Berry que se acercaba subiendo las escaleras. La debil luz que habia no le iluminaba aun la cara, asi que parecia que no tuviera rostro, como si fuera una masa informe de maldad.
Adelaide agarro con mas fuerza que nunca a Jim, que miraba a su alrededor desesperadamente para encontrar una salida. Pero no habia ninguna.
– A quien quiere es a la senorita Lockhart, no a Adelaide -dijo el-. Quiere el rubi, ?no es verdad? Adelaide no tiene ni la mas remota idea de donde esta. Deje que se marche.
La unica luz del humedo muelle era el resplandor tenue de una lejana ventana; pero por un segundo, otra luz parecia resplandecer en los ojos de la senora Holland, que pasaron de Jim a Berry. El chico se volvio y vio al gigante levantando un baston mientras se dirigia hacia ellos. Empujo a Adelaide detras de el para protegerla.
– Intentalo, amigo -dijo el, mirando fijamente a Berry con todo su atrevimiento. Jim tenia el baston sobre su cabeza y opuso el brazo para protegerse, y toda la fuerza del baston cayo sobre su codo. Casi se desmayo. Adelaide grito, y vio como el gigante volvia a alzar el baston; entonces Jim escondio la cabeza y el hombre le golpeo de nuevo violentamente. Berry lo aparto a un lado como si fuera una mosca y le propino otro golpe con el terrible baston, esta vez en el hombro. Jim, completamente aturdido por el dolor, casi no se daba ni cuenta de que se habia caido al suelo.
Probo el sabor de la sangre y oyo gritar a la nina. Sabia que tenia que ayudarla; por esa razon habia venido. Intento mover la cabeza pero no pudo levantarse; sus brazos no le obedecian. Intento vencer el dolor, pero se puso a llorar de impotencia. Adelaide le cogio, de la chaqueta, de la mano, del pelo; le cogia con fuerza y el no podia ni levantar los brazos para ayudarla… Berry la cogio del cuello con una mano y, con la otra, la separo de Jim. Adelaide boqueaba, intentando respirar; tenia los ojos fuera de las orbitas. El gigante grunia como un oso, sus labios se abrian para mostrar unos enormes dientes rotos, sus ojos rojos brillaban y se le acercaban mas, cada vez mas. La tenia bien cogida y la levanto por encima de su cabeza.
– Dejala en el suelo -grito Frederick Garland-. Dejala en el suelo ahora mismo, o te mato.
Berry se quedo parado. Jim volvio la cabeza de golpe. Frederick estaba alli de verdad, al lado del muro. Tenia la cara terriblemente masacrada, un ojo cerrado y la boca hinchada, una mejilla amoratada y ensangrentada y todo su cuerpo temblaba. La senora Holland seguia contemplando la escena sin moverse, tranquilamente
– ?Como? -dijo Berry.
– Dejala en el suelo, o veras lo que es bueno -dijo Frederick.