– Creia que ya te habia eliminado -dijo Berry.
– Estas perdiendo facultades, Berry -dijo la senora Holland-. Ve con cuidado, es un gallo de pelea, este tipo. Ya van cuatro veces que se cruza en mi camino. Lo quiero ver muerto, Berry. Traeme a la nina.
Adelaide parecia un muneco. Berry la dejo caer y la senora Holland la agarro al instante.
– Te matara, Fred -dijo Jim, agonizando.
– No podra -dijo Frederick desafiante.
Entonces Berry corrio hacia el fotografo, y Frederick le esquivo. Jim estaba totalmente convencido de que Fred no podria salvarse, pero tambien sabia que era muy valiente.
Luego Frederick recibio un golpe en la cabeza y cayo al suelo, pero rodo hacia un lado y logro huir de las botas de Berry. «No tiene el baston -penso Jim-, debe de haberlo tirado al suelo al coger a Adelaide.» Mientras tanto Frederick consiguio apoyarse en el muro y barrer con las piernas a Berry.
El maton se desplomo como un arbol y Frederick, al instante, se lanzo sobre el, aporreandole, golpeandole, dandole patadas, intentando arrancarle los ojos y retorcerle los brazos, pero el fotografo estaba tan cansado y debil que su golpes eran como los de un nino. Berry levanto un brazo como si este fuera una viga de roble y se quito de encima a Frederick, tirandole hacia un lado. Jim reunio las ultimas fuerzas que le quedaban y apoyo todo su peso sobre el brazo roto durante un instante, y se dio cuenta de que se habia equivocado: sintio un dolor insoportable, inimaginable, y se desplomo. Se dio con la cabeza contra algo; era el baston, penso, y se desmayo.
Un momento despues, Jim se desperto y vio que Frederick estaba de rodillas a solo un metro, protegiendose de una descarga de golpes que caian como rayos sobre sus hombros y cabeza. Fred tambien le golpeaba, pero fallaba tres golpes de cada uno que lograba dar. Estaba ya tan debil ahora, que sus punetazos no hubiesen podido hacer dano ni a Adelaide. Jim se retorcio e intento alcanzar el baston con el brazo bueno. «Voy a morir de dolor -penso-, no puedo soportarlo… Pero mira a Fred… No parara, nada le puede parar… Es como yo, el es… es un buen tipo…»
– Fred, ?cogelo! -grito Jim, empujando el baston lo suficiente para ponerlo a su alcance. Frederick lo sintio entre sus manos antes de que Berry viera lo que estaba sucediendo y el hecho de sentirlo parecia que le hubiese dado nuevas fuerzas. Lo cogio fuertemente, con las dos manos, y lo hinco en el estomago del gigante. Berry jadeo y Frederick le volvio a golpear, y se puso de pie, tambaleandose.
Estaba a casi un metro del borde del muelle. Frederick sabia que era su ultima oportunidad. Logro recuperar de su memoria lo que aun quedaba de sus clases de esgrima, se sostuvo en equilibrio y le ataco. Casi no podia ver; tenia los dos ojos inundados de sangre, pero sentia el baston en las manos y oyo los gritos de Jim.
– ?Asi! ?Asi, Fred!
Golpeo a Berry otra vez y se limpio los ojos. Jim se lanzo a las rodillas del maton y se enredo en ellas, haciendole caer, justo al borde del muelle. Frederick ataco de nuevo; Berry se levanto de rodillas y dirigio su puno hacia Jim, y le dio en la oreja. Jim se cayo, pero el gigante perdio el equilibrio. Frederick vio que habia llegado su oportunidad y, con las ultimas fuerzas que le quedaban, golpeo a Berry con el baston.
Berry desaparecio.
Jim aun estaba en el suelo, inmovil. Frederick se dejo caer de rodillas y se sintio mareado, con nauseas. Luego, Jim se arrastro hasta el borde del muelle y miro hacia abajo. No se oia nada.
– ?Donde esta Berry? -pregunto Frederick, con los labios hinchados y algunos dientes rotos.
– Alli abajo -dijo Jim.
Frederick se arrimo gateando hasta el borde. Habia una plataforma de piedra, de un metro mas o menos de ancho, al pie del embarcadero; Berry estaba tendido entre la plataforma y el barro. Tenia el cuello roto.
– Lo has conseguido -dijo Jim-. Lo hemos conseguido, le hemos matado.
– ?Donde esta Adelaide?
Miraron a su alrededor. El muelle estaba vacio. Habia parado de llover y los charcos brillaban por la luz tenue. Alli abajo, en el barro, las barcas mas pequenas empezaban a balancearse y luego, lentamente, se enderezaban definitivamente, como si se estuvieran levantando de sus tumbas; pero solo era la marea, que estaba subiendo. Jim y Frederick estaban solos. Adelaide ya no estaba.
El Puente de Londres
Sally se desperto mucho mas tarde. Las agujas del reloj de la cocina senalaban la medianoche y el fuego se habia ido consumiendo. Trembler estaba dormido en la butaca. Todo seguia igual, excepto ella; habia cambiado y, con ella, tambien el mundo entero habia cambiado. Casi no podia creer lo que habia descubierto… Eso lo explicaba todo.
Trembler se desperto, sobresaltado.
– ?Dios mio, senorita! ?Que hora es?
– Medianoche.
– Ah… ?Oh no! ?Me he quedado dormido!
Ella asintio.
– No pasa nada.
– ?Esta bien, senorita? Lo siento muchisimo…
– No, no, tranquilo, estoy bien.
– Parece completamente conmocionada, como si hubiera visto un fantasma… Le preparare un te. ?Y pensar que le prometi que me quedaria despierto…! ?Soy un patan, un estupido!
Sally no le escuchaba. Trembler se levanto y le toco el hombro.
– ?Senorita?
– Tengo que encontrar el rubi. Tengo que encontrarlo.
Se levanto y se dirigio a la ventana; miro afuera distraida, golpeando suavemente el cristal con los dedos. Trembler se alejo, alarmado, mordiendose el bigote. Entonces hablo de nuevo.
– Senorita, espere a que el senor Frederick regrese…
Se oyo que alguien llamaba a la puerta. Trembler se levanto rapidamente para ir abrir y, un momento despues, Rosa entraba en la cocina, muerta de frio, empapada y muy enfadada.
– ?Por que diantres teniais la puerta cerrada con llave? ?Buf! ?Que noche! Y la casa medio vacia y ?eramos unos cuantos!… Sally, ?que pasa? ?Que es esto? ?Que es este olor?
Arrugo la nariz, aun mojada, se seco la cara mientras miraba a su alrededor y vio las cenizas y las cerillas sobre la mesa.
– ?Que es esto? ?No sera opio?
Trembler volvio antes de que Sally pudiera hablar.
– Ha sido culpa mia, senorita Rosa -dijo rapidamente-. Yo permiti que lo hiciera.
– ?Y que te ha pasado a ti? -Dejo caer su capa al suelo y se apresuro a mirar el ojo y la mejilla amoratados.
– ?Pero que diablos ha pasado? ?Donde esta Fred?
– Adelaide no esta -dijo Trembler-. La senora Holland vino con un tipo gigantesco y se la ha llevado. El senor Fred y ese chico, Jim, fueron a buscarla.
– ?Cuando?
– Hace horas.
– ?Oh, Dios mio!… Sally, ?por que el opio?
– Tenia que hacerlo. Ahora debo encontrar el rubi, porque lo se todo sobre esa piedra preciosa. Oh, Rosa, yo…
Su voz temblo, abrazo a Rosa y se puso a llorar. Rosa tambien la abrazo y, con suavidad, hizo que se sentara.
– ?Que pasa, carino? ?Que te preocupa?
Le acaricio la cara con las manos, frias y humedas. Sally movio la cabeza y se incorporo, secandose las lagrimas con la mano.
– Tengo que encontrar ese rubi como sea. Es la unica forma de solucionar el problema. Tengo que solucionarlo…