– ?Y como se que lo tienes?

Como respuesta, Sally saco el panuelo del bolso y lo puso sobre el parapeto, bajo la luz de gas. Luego desenvolvio el rubi para que quedara, rojo sobre blanco, justo en el centro del amplio borde de piedra del puente. La senora Holland dio involuntariamente un paso hacia delante.

– Un paso mas y lo echo al rio -dijo Sally-. Quiero la verdad. Ahora se lo suficiente para poder juzgar si me esta mintiendo. Quiero saber toda la verdad.

La senora Holland se puso frente a ella de nuevo.

– De acuerdo -dijo ella-. Tienes razon. Volvieron y encontraron al Maharaja muerto y Lockhart tiro al suelo a Marchbanks de un punetazo por ser un cobarde. Entonces oyo a un nino que lloraba. Eras tu. La esposa de Marchbanks habia muerto, una pobre mujer enfermiza. Lockhart dijo: «?Esta pobre nina va a crecer con un cobarde como padre? ?Un cobarde y un fumador de opio? Coge el rubi -dijo el-. Cogelo y desaparece, pero dame a la nina…».

La senora Holland dejo de hablar. Sally oyo los pesados pasos del policia que volvia.

Ninguna de las dos se movio; el rubi estaba en el parapeto, a plena vista. El policia se detuvo.

– ?Todo va bien, senoras?

– Si, gracias -dijo Sally.

– Una mala noche para estar fuera de casa. Podria ser que lloviera mas, y no me extranaria demasiado.

– A mi tampoco me sorprenderia -dijo la senora Holland.

– Yo en su lugar me iria a casa. No me quedaria aqui fuera si no tuviera la obligacion. Bueno, sigo con la ronda.

Se toco el casco y siguio su camino.

– Continue -dijo Sally.

– Asi que Marchbanks cogio a la nina, que eras tu, de la cuna y se la dio a Lockhart. El opio y las deudas se arremolinaban en su cabeza. Y se embolso el rubi y… eso es todo.

– No, no es todo. ?Que dijo la esposa de Lockhart?

– ?Esposa? El nunca tuvo esposa. Estaba soltero.

Asi, la madre de Sally desaparecio del mapa de repente. Borrada de un solo golpe; y era el peor golpe de todos, darse cuenta de que esa maravillosa mujer nunca habia existido. Sally dijo con voz temblorosa:

– Pero tengo una cicatriz en el brazo. Una bala…

– No fue una bala: fue un cuchillo. El mismo cuchillo que mato al Maharaja, que su alma se pudra. Te iban a matar, solo que los interrumpieron.

Sally se sintio debil.

– Venga, siga -dijo ella-. ?Y usted? ?Como entra usted en la historia? No olvide que se una parte de la historia y, si no me dice la verdad…

Sally tironeo ligeramente la punta de su panuelo. Era mentira: no tenia ni idea de como la senora Holland estaba implicada en la historia, pero observando el sobresalto de la vieja mujer cuando vio que acercaba la mano al rubi, Sally supo que conseguiria saber la verdad.

– A traves de mi marido -dijo con voz ronca-. Horatio. Era soldado del Regimiento y se entero de algo.

– ?Como? -pregunto Sally, y empujo la piedra mas hacia el borde del parapeto.

– Estaba alli abajo -dijo la senora Holland rapidamente, retorciendose las manos con ansiedad-. Lo vio y se entero de todo. Y despues volvio a casa…

– Lo chantajeaba. Al comandante Marchbanks, mi verdadero padre. Le robo todo, ?verdad?

– El estaba avergonzado. Avergonzado, con una profunda amargura en su interior. Y no queria que nadie se enterara de lo que habia hecho. ?Vender a su propia hija por una joya! Algo espantoso.

– ?Por que odiaba a mi… al capitan Lockhart? ?Que es lo que le habia hecho? ?Por que me quiere matar a mi?

La senora Holland aparto de golpe los ojos del rubi. ;

– Rebajo a mi Horatio a soldado raso -dijo ella-. Era sargento. Yo estaba orgullosa de eso. Convertirse en soldado raso de nuevo… fue una crueldad.

Su voz vibraba con un tono que mostraba injusticia.

– ?Y por que dice que el rubi es suyo? Si el Maharaja se lo dio al capitan Lockhart y el se lo dio al comandante Marchbanks, ?que derecho tiene usted sobre el rubi?

– El rubi me pertenece con mas derecho que a todos vosotros. Me lo habia prometido el mismo veinte anos antes, el muy bastardo mentiroso. Me lo prometio.

– ?Quien? ?Mi padre?

– No… ?el Maharaja!

– ?Que? ?Por que? ?Para que?

– Se habia enamorado de mi.

Sally se echo a reir. La idea era absurda; la vieja mujer se lo estaba inventando todo. Pero la senora Holland agito el puno con furia y dijo como silbando:

– ?Es verdad! Y Dios sabe que he hecho un trato contigo, senorita: la verdad a cambio del rubi, y esta es la pura verdad ante Dios. Ahora me ves vieja y fea, pero veinte anos antes del Motin, antes de casarme, era la chica mas hermosa de todo el norte de la India. La bella Molly Edwards, me solian llamar. Mi padre era herrero de la compania en Agrapur, un humilde trabajador civil, pero todos le venian a presentar sus respetos, los oficiales, y me echaban miraditas, y no solo los oficiales lo hacian. El mismo Maharaja se enamoro de mi, maldito sea. ?Sabes lo que queria?… Estaba completamente enamorado de mi, y yo le decia que no sacudiendo la cabeza, una cabeza llena de rizos negros… Tu piensas que eres guapa; pero comparada con lo hermosa que yo era antes, solo eres una triste sombra de lo que fui. Tu no eres nada de nada. Nunca podrias compararte conmigo. Bueno, el Maharaja me prometio el rubi, asi que cedi a sus deseos. Y a cambio, despues el se rio y me echo de palacio; y nunca volvi a ver el rubi hasta aquella noche en los sotanos de la Residencia…

– ?Entonces fue usted quien lo vio todo! ?Y no su marido!

– ?Y que mas da ahora? Si, lo vi todo. Mas que eso: deje entrar a los hombres que le mataron. Y entonces me rei yo, mientras el moria…

Sonrio mientras recordaba esa escena. Sally no podia ver nada de la belleza que esa mujer aseguraba haber tenido. No habia quedado absolutamente nada…, nada mas que crueldad y vejez. Y a pesar de todo Sally la creyo, y sintio pena…, hasta que recordo al comandante Marchbanks y su extrana y timida amabilidad el dia que se conocieron, la forma en que la habia mirado… Era su hija… No, no sintio pena.

Sally cogio el rubi.

– ?Es toda la verdad?

– Todo lo que importa. Damelo…, es mio. Mio antes que tuyo, antes que de tu padre, antes de que fuera de Lockhart. Fui comprada por esa piedra, como tu. Las dos, compradas por un rubi… Ahora damelo.

– Yo no lo quiero -dijo Sally-. Solo nos ha traido muerte y desgracias. Mi padre queria que yo lo tuviera y no usted, pero yo no lo quiero. Se lo doy. Y si lo quiere -la chica alzo el brazo-, vaya a buscarlo.

Y lo lanzo por encima del parapeto. La senora Holland se quedo petrificada como una estatua.

Las dos oyeron el debil sonido, alla abajo, de la piedra chocando contra el agua; y entonces la senora Holland se volvio como loca.

Primero rio y sacudio la cabeza como una nina pequena mientras se acariciaba el pelo con satisfaccion, como si en lugar de un sombrero ronoso y viejo tuviera una cabellera preciosa de rizos brillantes y obscuros. Entonces dijo:

– Mi belleza. Mi bonita Molly. Tendras un rubi por tus bellos brazos, por tus ojos azules, por tus rojos labios…

Entonces la dentadura postiza se le cayo. La vieja no se dio cuenta, pero sus palabras ahora eran incomprensibles. Y el sombrero se le ladeo, tapandole la mitad de la cara. Aparto a Sally de un golpe y, como pudo, se subio al parapeto. Se tambaleo por unos instantes. Sally, horrorizada, tendio la mano, pero solo agarro el aire mientras la mujer se precipitaba al vacio.

Cayo sin gritar. Sally se tapo los oidos con las manos; pero mas que oir el impacto, lo sintio en su interior.

La senora Holland estaba muerta.

Sally cayo de rodillas y empezo a llorar.

En el extremo norte del puente, el conductor de un taxi dio un golpecito al caballo con el latigo, sacudio las

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