Bedwell asintio.

– Bien, senorita Lockhart, creo que ha hecho todo lo que tenia que hacer y que deberia tener la conciencia tranquila.

Frederick dijo en voz baja:

– ?Y la mia? Intente matar a ese rufian de la senora Holland. De hecho, le dije que lo haria. ?Eso es asesinato?

– Si la has querido matar en defensa de otra persona, tus acciones estan justificadas. En cuanto a tus intenciones… eso, no puedo juzgarlo. Tendras que vivir sabiendo que intentaste matar a un hombre. Pero yo mismo me pelee a punetazo limpio con ese tipo y no me puedo juzgar con demasiada severidad.

La cara de Frederick estaba totalmente cubierta de moretones. Tenia la nariz rota y tres dientes menos; y le dolian tanto las manos que aun le costaba muchisimo coger cualquier cosa.

Sally, al verle asi, se puso a llorar. Ahora se ponia a llorar por cualquier cosa.

– ?Como se encuentra el jovenzuelo? -pregunto Bedwell.

– ?Jim? Tiene un brazo roto, los ojos morados y una coleccion de moretones. Pero le tendrias que atacar con toda una caballeria y un obus o dos para hacerle dano de verdad. Lo que mas me preocupa es que ha perdido su trabajo.

– La empresa ha cerrado -dijo Sally-, Esta en la ruina total. Hay un articulo sobre la empresa en el periodico de hoy.

– ?Y la chiquilla?

– No se sabe nada -dijo Rosa-. Ni una palabra. Ni rastro. Hemos buscado por todas partes…, hemos ido a todos los orfanatos. Ha desaparecido.

No dijo lo que todos temian.

– Mi pobre hermano le tenia mucho carino -dijo el clerigo-. Ella le mantenia vivo en ese horrible lugar… Bien, bien; debemos tener esperanza. Y en cuanto a usted, senorita Lockhart… bueno, ?deberia llamarla senorita Lockhart o senorita Marchbanks?

– Me he llamado Lockhart durante dieciseis anos. Y cuando oigo la palabra padre, pienso en el senor Lockhart. No se cual es mi estado legal o lo que pueden hacer los rubies en los tribunales… Asi que soy Sally Lockhart y trabajo para un fotografo. Y eso es todo lo que importa ahora mismo.

Pero no. Paso una semana y Adelaide aun no habia aparecido, a pesar de las caminatas interminables de Trembler, que la busco por todas las calles y rincones de la ciudad, preguntando por ella en colegios, asilos y fabricas. Ademas, Rosa no encontraba otro trabajo y, aun peor: la obra para la que habia estado ensayando tampoco se represento. En ese momento no tenian mas ingresos que los que procedian de las ventas de la tienda, y esa situacion era casi la peor de todas; habian empezado a darse a conocer por sus imagenes estereograficas y necesitaban desesperadamente producirlas antes de que el publico perdiera el interes. Pero no tenian dinero para invertir en el material necesario. Sally trato de llegar a acuerdos con un proveedor tras otro, pero ninguno de ellos les daba papel y productos quimicos a credito.

Reclamo, suplico, explico la situacion utilizando al maximo su poder de persuasion, pero no consiguio casi nada. Una empresa les dejaba papel de revelado, pero no lo suficiente; ese fue su unico logro.

En cuanto a la empresa impresora que iba a producir las estereografias, se negaron a pagar nada por adelantado y los derechos sobre las fotografias se saldarian en el futuro, segun las expectativas de venta, pero no en esos momentos. En algun momento Sally tuvo que impedir que Frederick vendiera la camara del estudio.

– Nunca vendas tus instrumentos de trabajo -le dijo-. No lo hagas por nada del mundo. ?Como diablos vamos a recuperarlo? ?Que vamos a hacer cuando crezcamos si tenemos que invertir los primeros ingresos que consigamos en volver a comprar el equipo que nunca hubieramos debido vender?

Frederick comprendio que tenia razon y la camara se quedo en el estudio. De vez en cuando hacia algun retrato, pero el negocio con el que todos estaban tan ilusionados iba muriendo.

Sally sabia que tenia el dinero necesario para salvarlo todo. Pero tambien sabia que si intentaba utilizarlo, el senor Temple la encontraria y le pararia los pies, y lo perderia todo. Finalmente, una fria manana de finales de noviembre, llego una carta de Oxford.

Estimada Srta. Lockhart:

Debo pedirle que perdone mi poca memoria. Le escribo por la conmocion que me ha causado la muerte de mi pobre hermano y los tragicos sucesos que hemos sufrido todos. Se que intente mencionarlo el otro dia que vine, pero se me olvido, y solo cuando llegue a Oxford me vino de nuevo a la mente.

Se acordara que su padre -es decir, el capitan Lockhart- le dio un mensaje a mi hermano para usted. El dia de su muerte, mi hermano escribio algo en un trozo de papel, con la intencion de enviarselo. Lo que nunca menciono fue la parte final del mensaje, que, en su confusion, no habia logrado recordar. Era muy corto, solo estas palabras: «Dile que mire debajo del reloj».

No me dio mas explicaciones, pero me aseguro que usted sabria lo que significaba el reloj. Eso era todo lo que Matthew recordo, pero insistio en que se lo escribiera y se lo contara. Ciertamente lo escribi, pero me olvide de decirselo hasta este mismo instante en que le escribo.

Espero que tenga algun sentido para usted. Una vez mas, acepte mis disculpas por no haberme acordado antes.

Reciba mis mas cordiales saludos.

Sinceramente suyo,

Nicholas Bedwell

Sally sintio que su corazon latia a cien por hora. Sabia bien de que reloj se trataba. En la casa de Norwood habia, encima del establo, un reloj de torre, una enorme caja de madera tallada y pintada con un reloj que daba los cuartos y al que se le tenia que dar cuerda una vez por semana. Era absurdo tenerlo en el campo, pero a Sally le encantaba subir al pajar del establo y observar el lento movimiento de su mecanismo. Y debajo del reloj habia una tabla suelta, en la pared de madera, que Sally un dia habia forzado; un perfecto escondite para sus secretos. «Mira debajo del reloj…» Bueno, podria ser que no tuviera ningun significado, pero no perdia nada si lo intentaba. Sin decir nada a los demas, compro un billete de tren y partio hacia Norwood.

La casa habia cambiado en los cuatro meses que habian pasado desde que Sally se habia ido. Habian pintado las ventanas y la puerta, y vio una nueva verja de hierro, y habian reemplazado el parterre circular de rosas, que estaba en medio del camino de entrada, por algo que parecia que iba a ser una fuente. Ya no era su casa y estaba contenta. El pasado habia quedado atras.

Los actuales propietarios eran unos senores llamados Green y su numerosa familia. El senor Green estaba en el trabajo cuando llego Sally -en algun lugar de la ciudad-, y la senora Green, haciendo una visita a algun vecino. Pero una simpatica institutriz, muy atareada, vio a Sally enseguida y no puso ninguna objecion a que echara un vistazo a los establos.

– Por supuesto que no les importaria -dijo ella-. Son muy amables… ?Charles! ?Estate quieto de una vez! -grito a un chiquillo que estaba tirando el paraguero-. Por favor, pase, senorita Lockhart… Me tendra que perdonar, pero debo… ?Oh Charles! ?Que has hecho! ?Quiere que la acompane? No, claro, no hace falta, ya sabe donde estan.

Los establos no habian cambiado. Ese olor familiar y el sonido del reloj le produjo una intensa sensacion de anoranza. Pero no habia ido alli para recordar viejos tiempos. Enseguida encontro la caja en el escondite, un cofrecito de palisandro, ribeteado con laton, que habia estado en el despacho de su padre durante anos. Lo reconocio inmediatamente y lo cogio.

Se sento en el suelo polvoriento y lo abrio. No tenia llave, solo un simple cierre. La caja estaba llena de billetes.

Tardo unos instantes en darse cuenta de lo que tenia en las manos. Los toco, asombrada. No podia ni imaginar la cantidad de dinero que habia alli. Y entonces vio una carta.

22 de junio de 1872

Mi queridisima Sally:

Si estas leyendo esta carta, ha sucedido lo peor y yo estoy muerto. Mi pobre hija, tendras que soportar mucho, pero tienes las fuerzas necesarias para superarlo todo y no rendirte nunca.

Este dinero, carino, es para ti. Es exactamente hasta el ultimo penique de la cantidad que inverti

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