riendas y el vehiculo empezo a moverse.
Se acerco a paso tranquilo a lo largo de la calzada y se paro al lado de Sally. Aun estaba llorando; levanto la mirada, pero sus ojos estaban cegados por la neblina de sus lagrimas. El rostro del conductor estaba escondido; el pasajero, si es que habia alguno, no se veia.
Se abrio la puerta. Una mano se apoyo en el tirador, una gran mano morena con pelos rubios en el dorso y en los nudillos. Una voz que nunca antes habia oido le dijo:
– Por favor entre en el carruaje, senorita Lockhart. Tenemos que hablar.
Se levanto, muda, pero aun con algunos sollozos, que le salian de forma automatica: se habia quedado absolutamente estupefacta.
– ?Quien es usted? -logro preguntar la chica.
– Tengo muchos nombres. Hace poco visite Oxford bajo el nombre de Eliot. El otro dia tuve una cita con el senor Selby, y el nombre que utilice fue Todd. En Oriente a veces me conocen como Ah Ling; pero mi verdadero nombre es Hendrik van Eeden. Entre en el taxi, senorita Lockhart.
No tenia otra opcion y la chica obedecio. El cerro la puerta y el taxi se puso en marcha.
El Muelle de las Indias Orientales
Sally tenia bien sujeto el bolso sobre sus piernas. Dentro, cargada, llevaba la pistola que habia comprado para el enemigo invisible. Y aqui estaba… Noto que el carruaje giraba a la derecha, dejaba el puente y se desplazaba hasta el Lower Thames Street, hacia la Torre. Se sento temblando en un rincon, casi sin poder respirar, aterrorizada.
El hombre no le dijo nada, permanecio quieto. Podia sentir que sus ojos se clavaban sobre ella y se le ponia la piel de gallina. El coche giro a la izquierda y se desplazo a traves de un laberinto de callejones, poco iluminados.
– ?Hacia donde vamos? -pregunto Sally con un hilo de voz.
– Al Muelle de las Indias Orientales-respondio el caballero-. Y entonces podras irte o quedarte.
Su voz era suave y ronca. No se le distinguia ningun acento en particular, pero articulaba cada palabra detenidamente, como si intentara recordar su pronunciacion exacta.
– No lo entiendo -dijo la chica.
El sonrio.
Sally apenas podia ver su rostro, debilmente iluminado de forma intermitente por las luces de las lamparas de gas mientras el taxi recorria las calles. Era ancho y afable, pero sus ojos, brillando misteriosamente, la examinaban de pies a cabeza poco a poco. Sally sintio una sensacion extrana, como si la estuviera tocando, y se encogio en su rincon y cerro los ojos.
El taxi doblo a la derecha por Commercial Road. El hombre encendio un puro y el vehiculo se lleno de humo; la chica se estaba mareando y sintio ganas de vomitar.
– Por favor -dijo Sally-, ?puedo abrir la ventana?
– Lo siento muchisimo -dijo el hombre-. ?Que poco considerado por mi parte!
Abrio la ventana y tiro el puro. Sally deslizo la mano dentro del bolso, en ese momento, pero el se volvio antes de que ella hubiese encontrado la pistola. Los dos permanecian en silencio. Solo se oia el ruido de las ruedas en la calle y el repiqueteo de los cascos del caballo.
Pasaron algunos minutos. La chica miro por la ventana. Estaban atravesando la Cuenca de Limehouse, en el Canal de Regent, y vio los mastiles de los barcos y el resplandor del brasero de los vigilantes nocturnos. Luego continuaron hacia East India Dock Road.
En alguna parte, en la noche, no muy lejos de alli, estaba Madame Chang… ?La hubiera ayudado si Sally la hubiese podido encontrar? Pero Sally nunca hubiera recordado como llegar hasta alli.
Su mano volvio a deslizarse muy lentamente dentro del bolso y esta vez encontro la pistola. Estaba muy preocupada, porque habia estado lloviendo con mucha intensidad mientras iba al Puente de Londres, y el bolso estaba empapado. «Por favor, que la polvora no se haya mojado…»
Transcurrieron aun diez minutos mas en silencio y el taxi giro por una calle estrecha con una fabrica a un lado y un muro alto en el otro. La unica luz que habia provenia de una solitaria lampara de gas, en la esquina de la calle. El taxi se aparto a un lado y se detuvo. Van Eeden se apoyo en la ventanilla y pago al conductor. Sin decir ni una palabra, el conductor descendio y desengancho el caballo. Sally sintio como el taxi se balanceaba mientras el conductor bajaba, oyo el tintineo de los arreos y una pequena sacudida cuando dejaba los ejes en el suelo. Y luego oyo el suave repiqueteo de los cascos del caballo alejandose, doblando la esquina. Y entonces todo quedo en silencio de nuevo.
Sally habia encontrado la pistola. Estaba apuntando hacia ella misma y, simulando que cambiaba de posicion, dio la vuelta al bolso y la cogio por la empunadura. Todo estaba tan humedo…
– No tenemos mas de media hora -dijo Van Eeden-. Hay un barco mas alla del muro que va a zarpar cuando suba la marea. Puedes venir, viva, o puedes quedarte aqui, muerta.
– ?Para que me quiere, a mi?
– Oh, por supuesto -dijo el-. ?Hace falta explicartelo? Ya no eres una nina.
Sally sintio frio.
– ?Por que mato a mi padre? -pregunto la chica.
– Porque se estaba inmiscuyendo en los negocios de mi sociedad.
– Las Siete Bendiciones.
– Exacto.
– Pero ?como puede pertenecer a una sociedad secreta china? ?No es usted holandes?
– Oh, si, solo en parte. El destino ha hecho que me parezca mas a mi padre que a mi madre. Pero eso no importa. Mi madre era la hija de Ling Chi, que se ganaba la vida de una forma tradicional y respetable, llamemoslo «pirateria». Me parece que fue lo mas natural del mundo seguir el ejemplo de mi ilustre abuelo. Yo tenia todas las ventajas de una educacion europea, asi que obtuve un trabajo como agente de una empresa reconocida que se dedicaba al transporte de mercancias, y mas tarde llegue a una serie de acuerdos beneficiosos para ambas partes
– ?Ambas partes?
– La empresa de Lockhart & Selby y la sociedad Las Siete Bendiciones. El opio era el enlace. Tu padre se nego a aceptarlo; una politica, a mi entender, con poca prevision y sin sentido, y eso le llevo a la muerte. No, a mi me satisfacia mucho el acuerdo al que habia llegado, y me senti muy contrariado cuando tu padre intento arruinarlo todo.
– ?Cual era ese acuerdo? -pregunto Sally, intentando ganar tiempo. Su pulgar estaba sobre el percutor de la pistola; ?podria secar la polvora el calor de su mano? ?Y el canon? ?Resistiria cuando disparara de verdad?
– El mejor opio -continuo Van Eeden- viene de la India, cultivado bajo la supervision del Gobierno britanico, y lleva un sello oficial, una especie de molde, para moldear la resina en tabletas reglamentarias con la aprobacion y la bendicion de Su Majestad. Todo muy civilizado. Pero esto exige que se venda con rapidez y a un precio elevado.
»Desgraciadamente, tu padre no queria meterse en ese negocio, asi que yo ya no podia sacar ningun provecho de Lockhart & Selby.
»Asi pues, bajo el nombre de Ah Ling, he interceptado barcos cargados de opio de la India. No se tarda mas de una manana en convencer a la tripulacion de que colabore. Por la tarde se transfiere el cargamento a mi junco. Y durante una agradable noche, se hunde el barco y nos vamos.
– Y entonces Lockhart & Selby recogian el opio robado y lo vendian, supongo -dijo Sally-. Muy ingenioso. Buen trabajo.
– Demasiado obvio. Se hubiera descubierto tarde o temprano. No, ahora viene lo mas bello de mi plan. Por un golpe de suerte, mi sociedad consiguio una de esas matrices tan valiosas del Gobierno britanico. Asi, con la ayuda del sello y una fabrica en Penang, junto con opio de baja calidad procedente de las colinas, transformaba un cargamento de una nave en tres o cuatro cargamentos, todos sellados, certificados y transportados por una compania tan respetable como Lockhart & Selby.