tenia animos suficientes para buscar algo mas calido que ponerse.

Tenia un trozo de papel en el bolsillo con una direccion escrita. De vez en cuando, lo sacaba para verificar el nombre de la calle donde estaba, antes de volver a guardarlo en el bolsillo y avanzar un poco mas. Cualquiera que lo viera podria pensar que estaba borracho; pero no olia a alcohol, hablaba correctamente y sus movimientos no eran torpes. Una mirada mas compasiva llegaria a la conclusion de que estaba enfermo o herido, y eso ya se acercaria mas a la verdad. Pero si alguien hubiese podido leer sus pensamientos y hubiese sentido el caos que reinaba en ese obscuro lugar, habria pensado que era extraordinario que pudiera seguir adelante. Tenia dos ideas fijas en su mente: una de ellas era la que lo habia traido a Londres despues de recorrer mas de 20.000 Km., y la otra, en conflicto con la anterior, la que lo habia atormentado durante todo el camino. Por tanto, la segunda idea logro vencer a la primera.

Bedwell estaba atravesando un callejon en Limehouse, un lugar adoquinado y estrecho, con las paredes de ladrillos ennegrecidas por el hollin y agrietadas por la humedad, cuando vio una puerta abierta y a un hombre mayor que estaba en cuclillas, inmovil, sobre un escalon. El viejo era chino. Estaba mirando a Bedwell, y cuando el marinero paso por delante de el, volvio la cabeza ligeramente y dijo:

– ?Quieres fumar?

Bedwell sintio que cada celula de su cuerpo tiraba de el hacia esa puerta. Se tambaleo y cerro los ojos; y entonces dijo:

– No, no quiero.

– Es opio de primera -dijo el chino.

– No, no -repitio Bedwell, y se obligo a seguir caminando para salir del callejon. Consulto de nuevo el trozo de papel; y otra vez avanzo no mas de cien metros antes de volver a hacerlo. Lentamente pero con seguridad consiguio orientarse y encontrar el camino hacia el oeste, a traves de Limehouse y Shadwell, hasta llegar a Wapping, Volvio a mirar el papelito e hizo una pausa. Estaba anocheciendo y se sentia bastante cansado. Cerca de alli habia un pub, anunciado por un cartel de color amarillo estridente, que era lo unico que alegraba la acera gris y que lo atrajo como una luz a una polilla.

Pago por un vaso de ginebra y se la bebio a sorbos como si fuera una medicina, desagradable pero necesaria. No, decidio que esa noche no debia llegar mas lejos.

– Estoy buscando una pension -le dijo a la camarera-. ?Crees que puedo encontrar una por aqui cerca?

– Dos puertas mas abajo -respondio la camarera-. La pension de la senora Holland. Pero…

– Da igual -dijo Bedwell-. Holland. Senora Holland. Me acordare.

Se echo el petate al hombro otra vez.

– ?Te encuentras bien, carino? -dijo la camarera-. No parece que estes muy fino. Venga, hombre, tomate otra copa.

Bedwell movio la cabeza negativamente, como un automata, y se fue.

Adelaide le abrio la puerta y le condujo en silencio a una habitacion en la parte trasera de la casa, que daba al rio. Las paredes estaban saturadas de humedad; la cama, sucia, pero el no se dio cuenta de nada. Adelaide le dio un trozo de vela y lo dejo solo; y tan pronto como la puerta se cerro, se puso de rodillas y abrio su petate muy bruscamente. Al cabo de un minuto mas o menos, sus manos temblorosas se movieron con afan; luego se tendio en la cama, respiro profundamente y sintio que todo desaparecia y se empapaba de olvido. Al cabo de muy poco rato ya habia caido en un profundo sueno. Nada le podria despertar durante al menos veinticuatro horas. Estaba a salvo.

Pero casi se habia rendido en Limehouse; el viejo chino, el humo…, el fumadero de opio, claro. Y Bedwell era esclavo de esa potente droga.

El durmio, y algo de gran importancia para Sally durmio con el.

El caballero de Kent

Tres noches mas tarde, Sally tuvo la Pesadilla otra vez.

Pero eso ya no era una pesadilla, se dijo para si misma indignada; era demasiado real…

El terrible calor. No podia moverse; estaba atada de pies y manos en la obscuridad…

Se oian pasos. Y los gritos, ?empezaron tan de repente y tan cerca de ella! Unos gritos interminables, una y otra vez…

La luz. Una luz temblorosa que se acercaba a ella. Una cara detras de esa luz, dos rostros blancos como la cera, sin expresion, con las bocas abiertas de horror, nada mas…

Voces nacidas de la obscuridad: «?Mira! ?Mirale! ?Dios mio!».

Y entonces la chica se desperto. O mejor, salio a la superficie como un nadador en peligro de morir ahogado. Sally escucho sus propios sollozos y sus gritos sofocados, y recordo: «Ya no tienes padre. Estas sola. Debes continuar sin el. Debes ser fuerte».

Con gran esfuerzo, consiguio reprimir su llanto. Aparto la ropa de cama que la asfixiaba y se entrego al aire frio de la noche. Solo despues de recuperarse, ya tiritando intensamente, se tapo de nuevo, aunque le costo volver a conciliar el sueno.

A la manana siguiente llego otra carta. Logro escabullirse de la senora Rees despues del desayuno y abrio la carta ya en su habitacion.

La habia enviado el abogado, igual que la anterior, pero el sello era britanico esta vez, y estaba escrita muy correctamente. La chica saco la unica hoja de papel barato que habia dentro y se incorporo con cierta brusquedad para leerla.

Foreland House

Swaleness

Kent

10 de octubre de 1872

Estimada senorita Lockhart:

No nos conocemos -usted nunca ha oido mencionar mi nombre- solo el hecho de que, hace muchos anos, conociera bien a su padre, puede justificar que le este escribiendo. Lei en el periodico el desagradable suceso de Cheapside y recorde que el senor Temple de Lincoln's Inn solia ser el abogado de su padre. Espero que esta carta llegue a sus manos. Se que su padre ya no esta con nosotros; le ruego que acepte mi mas sincero pesame.

Pero el hecho de su muerte, y determinadas circunstancias que ultimamente han afectado a mis propios asuntos, me obligan a hablar con usted urgentemente. Por el momento solamente puedo explicarle tres hechos: el primero, que hay una relacion con el Sitio de Lucknow; el segundo, que un objeto de incalculable valor esta involucrado en el asunto; y finalmente, que su vida corre un gran peligro.

Le ruego, senorita Lockhart, que vaya con cuidado, y haga caso de esta advertencia. Por la amistad que me unia a su padre -por su propio bien- venga lo antes posible y escuche lo que tengo que decirle. Hay razones por las cuales me es imposible ir a verla. Dejeme firmar como lo que he sido, sin usted saberlo, durante toda su vida.

Su buen amigo,

George Marchbanks

Sally leyo la carta dos veces, atonita. Si su padre y el senor Marchbanks habian sido amigos, ?por que nunca habia oido mencionar su nombre hasta la carta procedente del Extremo Oriente? ?Y a que peligro se referia?

Las Siete Bendiciones…

?Claro que si! El debia de saber lo que su padre habia descubierto. Su padre le habia escrito sabiendo que una carta estaria segura alli.

Sally tenia un poco de dinero en el monedero. Se puso la capa, bajo las escaleras sin armar alboroto y salio de la casa.

Se sento en el tren, con una sensacion semejante a la de empezar una campana militar. Estaba segura de que su padre lo habria planeado todo con la maxima frialdad, creando lineas de comunicacion y centros de operaciones y forjando alianzas; pues bien, ella debia hacer lo mismo.

El senor Marchbanks afirmaba que era un aliado. Como minimo podria contarle algo; nada era peor que no

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