Un instante despues el salio de su oficina. El cambio en su semblante fue dramatico. Este era el gracioso y urbano europeo que conocia, con la sonrisa calida, el beso en ambas mejillas y el infaltable cumplido:

– Elizabeth, cada dia estas mas hermosa. Tan joven, tan bella, tan divinamente alta.

– Alta, como quiera que sea. -Elizabeth retrocedio-. Pero dejame mirarte, Helmut. -Lo estudio con cuidado y noto que no habia rastros de tension en sus ojos celestes. Su sonrisa era relajada y natural. Sus labios separados dejaban ver los dientes blancos y perfectos. ?Como lo habia descrito Leila? «Te juro, Sparrow, ese tipo me recuerda a un soldado. ?Crees que Min le da cuerda todas las mananas? Puede tener ancestros decentes, pero te apuesto que no tenia ni un centavo en el bolsillo hasta que encontro a Min.»

Elizabeth habia protestado.

– Es un cirujano plastico y debe de conocer bien este tipo de establecimientos. El lugar es famoso.

– Puede ser famoso -le habia respondido Leila-, pero cuesta mucho mantenerlo y apuesto hasta mi ultimo dolar a que ni siquiera esos precios alcanzan. Escucha, Sparrow, yo deberia saberlo muy bien. Estuve casada con dos vividores, ?no es asi? Es cierto que la trata como a una reina, pero apoya su tenida cabeza sobre almohadas de doscientos dolares todas las noches, y ademas de lo que ella ha gastado en «Cypress Point», no te olvides de todo lo que Min tuvo que poner para reconstruir ese viejo castillo que el tiene en Austria.

Al igual que todos, Helmut parecio dolorido por la muerte de Leila, pero ahora Elizabeth se preguntaba si todo no habia sido mas que una actuacion.

– Bueno, dime, ?tengo razon? Pareces tan preocupada. ?Quiza te descubriste alguna arruga? -Su sonrisa era profunda y divertida.

Ella se esforzo por sonreir.

– Estas esplendido -le dijo ella-. Tal vez, me quede sorprendida cuando me di cuenta de cuanto tiempo habia pasado desde la ultima vez que te vi.

– Ven -le dijo y la tomo de la mano para conducirla a un grupo de muebles Art Deco, cerca de las ventanas de delante. Hizo una mueca al sentarse-. Trato de convencer a Minna de que estos objetos son para ser vistos y no usados. Bueno, dime, ?como te ha ido?

– Estuve ocupada. Claro que eso es lo que deseo.

– ?Por que no viniste a vemos antes?

«Porque sabia que en este lugar veria a Leila por todas partes.»

– Vi a Min en Venecia hace tres meses.

– Y ademas este lugar te trae muchos recuerdos, ?no es verdad?

– Si, me trae recuerdos. Pero tambien los extranaba. Y estoy ansiosa por ver a Sammy. ?Como crees que se siente?

– Conoces a Sammy. Ella nunca se queja. Pero supongo que… no muy bien. Creo que nunca se recupero, ni de la cirugia ni de la muerte de Leila. Y ahora tiene mas de setenta. No es mucha edad desde el punto de vista fisiologico, pero…

Se oyo un golpe en la puerta de fuera y la voz de Min que anunciaba su llegada.

– Helmut, espera ver a la ganadora de la loteria. Un trabajo especial para ti. Necesitaremos arreglar que le hagan varias entrevistas. Hara que este lugar parezca el septimo cielo.

Atraveso la habitacion a toda prisa y abrazo a Elizabeth.

– Si supieras cuantas noches no pude dormir pensando en ti. ?Cuanto podras quedarte?

– No mucho. Solo hasta el jueves.

– ?Nada mas que cinco dias!

– Lo se, pero la oficina del fiscal de distrito quiere revisar mi testimonio el viernes. -Elizabeth se dio cuenta de lo agradable que era sentirse rodeada por los brazos de un ser querido.

– ?Que es lo que deben revisar?

– Las preguntas que me haran durante el juicio. Las preguntas que me hara el abogado de Ted. Pense que solo con decir la verdad seria suficiente, pero al parecer la defensa tratara de probar que me equivoco acerca de la hora de la llamada.

– ?Y tu crees que podrias estar equivocada? -Los labios de Min le rozaban la oreja y su voz era un sugestivo susurro. Sorprendida, Elizabeth se alejo justo a tiempo para ver el gesto de advertencia en el rostro de Helmut.

– Min, crees que si tuviera la menor duda…

– Esta bien -se apresuro a decir Min-. No deberiamos estar hablando de eso ahora. De modo que tienes cinco dias. Te mimaremos y podras descansar. Yo misma te preparare tu programa. Comenzaras con un tratamiento facial y un masaje esta misma tarde.

Elizabeth los dejo unos minutos despues. Los rayos del sol bailaban sobre las flores silvestres del sendero que conducia al bungalow que Min le habia asignado. En alguna parte de su subconsciente, experimentaba una sensacion de calma al observar todas esas flores. Pero esa momentanea tranquilidad no ocultaba el hecho de que detras de esa calida bienvenida y aparente interes, Min y Helmut estaban cambiados: estaban enojados, preocupados y hostiles. Y esa hostilidad iba dirigida a ella.

3

A Syd Melnick, el camino entre Beverly Hills y Pebble Beach no le resulto agradable. Durante las cuatro horas, Cheryl Manning permanecio sentada como una piedra, rigida y aislada en el asiento del acompanante. Durante las tres primeras horas, ella no le permitio que bajara la capota del descapotable. No iba a arriesgarse a que se le resecaran la piel y el cabello. Solo cuando llegaron a Carmel se lo permitio porque queria que la gente la reconociera.

En ocasiones, durante ese largo trayecto, Syd le echaba una mirada. Indudablemente, era bonita. Esa masa de cabello negro azulado dando marco a su rostro era sexy y excitante. Ahora tenia treinta y seis anos, y lo que una vez tuvo de pilluela se habia transformado en una voluptuosa sofisticacion que le quedaba bien. Dinastia y Dallas se hacian viejas. Y el publico termina inquietandose. Fue una sensacion de que ya habia sido «suficiente» de todos esos vaporosos amorios de las mujeres de alrededor de cincuenta. Y en Amanda, Cheryl habia encontrado el rol que podia convertirla en una superestrella.

Y cuando eso sucediera, Syd volveria a ser un agente importante. Un autor era tan bueno como su ultimo libro. Un actor, tan negociable como su ultima pelicula. Un agente necesitaba contratos millonarios para ser considerado de primera linea. Una vez mas estaba a su alcance el poder convertirse en leyenda, en el proximo Swifty Lazar. «Y esta vez -se dijo-, no volvere a derrocharlo en los casinos o quemarlo en los hipodromos.»

En pocos dias mas sabria si Cheryl tendria el papel. Justo antes de partir, ante la insistencia de Cheryl, habia llamado a Bob Koening a su casa. Veinticinco anos atras, Bob, que acababa de terminar la universidad, y Syd, un mensajero de los estudios, se conocieron en un escenario de Hollywood y se hicieron amigos. Ahora Bob era el presidente de «World Films». Hasta tenia el aspecto de la nueva carnada de directores de estudios, con sus rasgos duros y sus anchos hombros. Syd sabia que el tenia el aspecto del estereotipo de Brooklyn, con su rostro alargado y un tanto taciturno, cabello ensortijado, una incipiente calvicie y una leve barriga que no podia eliminar ni siquiera con rigurosos ejercicios. Era otra cosa que le envidiaba a Bob Koening.

Ese dia, Bob se habia mostrado irritable.

– ?Mira, Syd, no vuelvas a llamarme un domingo a casa para hablar de negocios! Cheryl hizo una prueba estupenda. Todavia estamos probando a otras personas. Te enteraras del resultado dentro de unos dias. Y dejame darte un consejo. Ponerla en esa obra el ano pasado cuando murio Leila LaSalle no fue una buena eleccion y eso es parte del problema con elegirla a ella. Y llamarme a casa un domingo, tambien estuvo mal.

A Syd empezaron a sudarle las manos al recordar la conversacion. Sin pensar en el panorama, medito el hecho

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