de que habia cometido el error de abusar de la amistad. Si no tenia mas cuidado, todos a los que conocia estarian «en reunion» cuando el llamara.

Y Bob tenia razon. Habia cometido un grave error al convencer a Cheryl para que tomara parte en esa obra con tan pocos dias de ensayo. La critica la habia asesinado.

Cheryl habia estado de pie junto a el cuando llamo a Bob. Y habia oido que Bob dijo que la obra era la razon por la que dudaban en elegirla. Y por supuesto, eso genero una explosion. No era la primera ni seria la ultima.

?Esa maldita obra! Habia creido lo suficiente en ella como para rogar y pedir prestado hasta que obtuvo un millon de dolares para invertir en ella. Podria haber sido un gran exito. Y luego, Leila habia comenzado a beber y a actuar como si la obra fuera el problema…

La ira le seco la garganta. Todo lo que habia hecho por esa perra y lo despidio en «Elaine’s», frente a todo el mundo y gente del ambiente, y ademas lo habia insultado en voz alta. ?Y ella sabia todo lo que el habia invertido en la obra! Solo esperaba que hubiera estado lo suficientemente consciente para darse cuenta de lo que le sucedia cuando dio contra el cemento.

Estaban pasando por Carmel: una multitud de turistas en las calles. El sol brillaba y todos parecian descansados y felices. Tomo el camino mas largo y se deslizo por la calle principal. Podia oir los comentarios de la gente al reconocer a Cheryl. Ahora, por supuesto, ella sonreia: Ella necesitaba una audiencia del mismo modo que otros necesitan el agua y el aire.

Llegaron a la entrada a Pebble Beach. Pago el peaje y continuaron la marcha. Pasaron frente al «Pebble Beach Club», el «Crocker Woodland» y llegaron a las puertas de «Cypress Point».

– Dejame en mi bungalow -le dijo Cheryl-. No quiero encontrarme con nadie hasta que me recomponga.

Se volvio hacia el y se quito las gafas de sol. Los ojos le brillaban.

– Syd, ?cuales son mis posibilidades para convertirme en Amanda?

El respondio la pregunta tal como la habia respondido una docena de veces durante esa ultima semana.

– Las mejores, muneca -respondio con sinceridad-. Las mejores.

«Sera mejor que asi sea -se dijo-, o todo habra terminado.»

4

El Westwind se inclino, giro y comenzo el descenso hacia el aeropuerto Monterrey. Con un cuidado metodico, Ted reviso el panel de instrumentos. Habia sido un agradable vuelo desde Hawai: aire suave en cada metro del camino y los bancos de nubes, perezosos y etereos como el algodon de azucar en el circo. Era gracioso: le gustaban las nubes, volar sobre y a traves de ellas, pero nunca le habia gustado el algodon de azucar, ni siquiera de nino. Una contradiccion mas en su vida…

John Moore, sentado en el asiento del copiloto, se movio como para recordarle a Ted que aun estaba alli y que, si queria podia pasarle los controles. Moore habia sido el jefe de pilotos para la «Winters Enterprises» durante diez anos. Pero Ted queria realizar el aterrizaje y ver con que suavidad tocaba la pista. Bajar las ruedas. Aterrizar. Todo era la misma cosa, ?verdad?

Una hora antes, Craig habia ido a verlo y le pidio que dejara a John los controles.

– Las bebidas estan listas en la mesa de la esquina, su favorita, Monsieur Wintairs.

Una excelente imitacion del capitan del Four Seasons.

– Por favor, basta de imitaciones por hoy. No las necesito en este momento.

Craig sabia que no debia discutir con Ted cuando este decidia permanecer en los controles.

Se acercaban rapidamente a la pista. Ted levanto apenas el morro del avion. ?Cuanto tiempo mas estaria en libertad para pilotar aviones, viajar, tomar o no una bebida, funcionar como un ser humano? El juicio comenzaria la semana siguiente. No le gustaba su nuevo abogado. Henry Bartlett era demasiado pomposo, demasiado consciente de su propia imagen. Ted imaginaba a Bartlett en un aviso del New Yorker, con una botella de whisky en la mano y una leyenda que decia: «Esta es la unica marca que les sirvo a mis invitados.»

Las ruedas principales tocaron tierra. El impacto fue casi imperceptible dentro del avion. Ted puso los motores en retroceso.

– Buen aterrizaje, senor -comento John con tranquilidad.

Cansado, Ted se paso la mano por la frente. Deseo poder terminar con la costumbre de que John lo llamara «senor». Y tambien deseo que Henry Bartlett dejara de llamarlo «Teddy». ?Acaso todos los abogados criminalistas pensaban que tenian el derecho de ser condescendientes porque uno necesitaba sus servicios? Una pregunta interesante. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, jamas habria tratado con alguien como Bartlett. Pero despedir al hombre considerado como el mejor abogado defensor del pais cuando tenia que enfrentarse a una sentencia de cadena perpetua no era un acto inteligente. Siempre se habia considerado inteligente, pero ahora ya no estaba tan seguro.

Unos minutos despues, estaban en una limusina camino a «Cypress Point».

– He oido hablar mucho de la peninsula de Monterrey -comento Bartlett mientras tomaban la autopista 68-. Todavia no entiendo por que no trabajamos en el caso en tu oficina de Connecticut o en tu apartamento de Nueva York; bueno, de todas formas eres tu quien paga la cuenta.

– Estamos aqui porque Ted necesita el tipo de descanso que puede obtener en «Cypress Point» -dijo Craig sin tratar de ocultar su tono evasivo.

Ted estaba sentado en el lado derecho del amplio asiento trasero, junto a Henry. Craig se habia situado en el asiento frente a ellos, al lado del bar. Craig levanto la cortina y se preparo un martini. Con una sonrisa a medias se lo entrego a Ted.

– Conoces las reglas de Min con respecto a la bebida. Sera mejor que lo bebas aprisa.

Ted meneo la cabeza.

– Me parece recordar otro momento en que tambien bebi de prisa. ?No hay una cerveza fria?

– Teddy, tengo que insistir en que dejes de referirte a esa noche de una forma que sugiere que no la recuerdas muy bien.

Ted se volvio para mirar de frente a Henry Bartlett, fijandose en su cabello plateado, sus modales urbanos y el leve acento ingles de su voz.

– Aclaremos algo de una buena vez -le dijo-. No vuelvas, y te lo repito, no vuelvas a llamarme Teddy nunca mas. Mi nombre, si acaso no puedes recordarlo es Andrew Edward Winters. Siempre me han llamado Ted. Si te resulta demasiado dificil de recordar, puedes llamarme Andrew. Mi abuela solia llamarme asi. Asiente con la cabeza si entiendes lo que te digo.

– Calmate, Ted -le pidio Craig.

– Me calmare si Henry y yo nos ponemos de acuerdo sobre algunas normas basicas.

Sintio con que fuerza apretaba el vaso que tenia en la mano. Estaba comenzando a descifrar las cosas; podia sentirlo. En esos meses desde la acusacion, habia logrado mantener la cordura al quedarse en su casa de Maui, elaborando su propio analisis de expansion urbana y tendencias de la poblacion, disenando hoteles, estadios, centros comerciales que construiria una vez que todo terminara. De alguna manera, habia logrado convencerse de que algo sucederia, de que Elizabeth se daria cuenta de que se equivocaba con respecto a la hora de la llamada y que la testigo ocular seria declarada mentalmente incompetente…

Elizabeth seguia firme con su historia, la testigo ocular era inflexible acerca de su testimonio y el juicio parecia amenazador. Ted quedo sorprendido cuando se dio cuenta de que su primer abogado concedia virtualmente el veredicto de culpabilidad. Fue entonces cuando contrato a Henry Bartlett.

– Muy bien, dejaremos esto para despues -dijo con dureza Henry Bartlett. Luego, se volvio hacia Craig-: Si Ted no quiere un trago, yo si.

Ted acepto la cerveza que le ofrecia Craig y se puso a mirar por la ventanilla. ?Bartlett tenia razon? ?Era una locura haber ido alli en lugar de trabajar en Connecticut o en Nueva York? Sin embargo, cuando estaba en «Cypress Point», tenia una sensacion de calma y bienestar. Era debido a todos los veranos que habia pasado en la peninsula de Monterrey durante su infancia.

El automovil se detuvo en el puesto de peaje de Pebble Beach y el chofer pago lo que correspondia. Luego aparecieron las residencias con vista al oceano. Una vez habia querido comprar una casa alli. El y Kathy habian acordado que seria un buen lugar de vacaciones para Teddy. Pero Teddy y Kathy habian desaparecido.

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