6

Mientras la camarera deshacia sus maletas, Alvirah Mechan inspecciono sus nuevos aposentos. Se paseaba de un cuarto a otro, mirandolo todo detenidamente, sin perderse nada. En su mente, iba preparando lo que dictaria luego a su cassette nuevo.

– ?Eso es todo, senora?

La camarera estaba ante la puerta de la sala.

– Si, gracias. -Alvirah trato de imitar el tono de la senora Stevens, su trabajo de los martes. Una pequena petulante, aunque tambien amistosa.

En cuanto se cerro la puerta, corrio a sacar su cassette. El periodista del New York Globe le habia ensenado como usarlo. Se acomodo en el sillon de la sala y comenzo:

– Y bien, aqui estoy en «Cypress Point» y creame, es excelente. Esta es mi primera grabacion y quiero comenzar agradeciendo al senor Evans su confianza en mi. Cuando nos entrevisto a mi y a Willy al haber ganado la loteria y le conte acerca de la ambicion de toda mi vida de venir a «Cypress Point», dijo que tenia sentido de lo dramatico y que a los lectores del Globe les encantaria saber todo lo que sucedia en el salon, desde mi punto de vista.

»Dijo que con el tipo de personas que me cruzaria, jamas pensarian que soy escritora y podria llegar a escuchar muchas cosas interesantes. Luego, cuando le explique que habia sido una verdadera fanatica de las estrellas de cine durante toda mi vida, y que conozco mucho acerca de las vidas privadas de las estrellas, me contesto que yo podria escribir una buena serie de articulos y, tal vez, tambien un libro.

Alvirah sonrio feliz y se aliso la falda de su vestido color purpura. La falda se le levantaba.

– Un libro -dijo cuidandose de hablar en el microfono-. Yo, Alvirah Meehan. Pero cuando uno piensa en todas las celebridades que escribieron libros y cuantos de ellos son realmente horribles, creo que podria llegar a hacerlo.

»Les contare lo que sucedio hasta ahora. Viaje en limusina a “Cypress Point” junto a Elizabeth Lange. Es una joven encantadora y siento pena por ella. Tiene la mirada triste y se ve que esta bajo una gran tension. Durmio practicamente durante todo el viaje desde San Francisco. Elizabeth es la hermana de Leila LaSalle, pero no se parece mucho a ella. Leila era pelirroja y tenia ojos verdes. Podia parecer sexy y majestuosa al mismo tiempo, era una mezcla entre Dolly Parton y Greer Garson. Creo que una buena forma de describir a Elizabeth es decir “saludable”.

»Esta demasiado delgada; tiene espaldas anchas, grandes ojos azules con pestanas oscuras y cabello color miel que le cae sobre los hombros. Tiene dientes hermosos y fuertes y la unica vez que sonrio, me transmitio una gran ternura. Es bastante alta, alrededor de un metro ochenta. Creo que sabe cantar. Tiene una voz muy agradable, no exageradamente teatral como muchas de estas estrellitas. Supongo que ya no se las debe llamar asi. Tal vez, si me hago amiga de ella, me contara algunos detalles interesantes acerca de su hermana y Ted Winters. Me pregunto si el Globe querra cubrir el juicio.

Alvirah hizo una pausa, apreto el boton de retroceso y luego el de replay. Estaba bien. El aparato funcionaba. Penso que tenia que decir algo del lugar donde estaba.

– La senora Von Schreiber me acompano hasta mi bungalow. Casi me eche a reir cuando lo llamo asi. Nosotros soliamos alquilar uno en Roackway Beach, en la Calle 99, cerca del parque de atracciones. El lugar temblaba cada vez que los carros de la montana rusa se deslizaban por la ultima pendiente, y eso ocurria cada cinco minutos durante el verano.

»Este bungalow tiene una sala decorada en zaraza azul claro y alfombras orientales… hechas a mano: yo misma lo comprobe. Un dormitorio con una cama con dosel, un pequeno escritorio, una silla hamaca, una comoda, un tocador lleno de cosmeticos y lociones y un enorme bano con jacuzzi propio. Tambien hay un cuarto con estantes empotrados, un sofa de cuero, sillas y una mesa ovalada. En el piso de arriba, hay dos dormitorios mas y banos, los que, por supuesto, no necesito. ?Lujo! No dejo de pellizcarme.

»La baronesa Von Schreiber me dijo que el dia comienza a las siete de la manana, con una caminata en la cual todos los huespedes de “Cypress Point” deben participar. Luego, me serviran un desayuno bajo en calorias en mi habitacion. La camarera tambien me traera mi programa personal, que incluye cosas tales como una limpieza facial, un masaje, una mascara de hierbas, sauna, pedicuro, manicura y tratamiento para el cabello. ?Imaginese! Despues de que me revise el medico, agregaran mis clases de gimnasia.

»Ahora voy a descansar un poco y luego tendre que vestirme para la cena. Me pondre el caftan arcoiris que compre en «Martha’s» de Park Avenue. Se lo mostre a la baronesa y ella me dijo que seria perfecto, pero que no me pusiera el collar de cristal que gane en el tiro al blanco en Coney Island.

Alvirah apago el cassette satisfecha. ?Quien habia dicho que escribir era dificil? Con un cassette era una tonteria. ?Cassette! Se puso rapidamente de pie y busco su monedero. Abrio un cierre y extrajo una pequena caja que contenia un broche en forma de sol.

«Pero no era cualquier broche», penso orgullosa. Ese tenia un microfono. El editor le habia aconsejado que lo usara para grabar conversaciones. «De esa forma -le habia explicado-, nadie podra quejarse de que las palabras citadas no sean suyas.»

7

– Siento hacerte esto, Ted, pero es que no tenemos el lujo del tiempo. -Henry Bartlett se reclino en el sillon en el extremo de la mesa de la biblioteca.

Ted se dio cuenta de que le latia la sien izquierda y sentia punzadas de dolor detras y encima del ojo izquierdo. Movio la cabeza para evitar los rayos de sol que se filtraban por la ventana frente a el.

Se hallaban en el estudio del bungalow de Ted, en la zona de Meadowcluster una de las dos instalaciones mas caras de «Cypress Point. Craig estaba sentado en diagonal a el, con el rostro grave y mirada de preocupacion.

Henry habia querido tener una reunion antes de la cena.

– Se nos esta acabando el tiempo -dijo- y hasta que no decidamos nuestra estrategia final, no podemos avanzar.

«Veinte anos en prision», penso Ted con incredulidad. Esa era la sentencia pendiente. Tendria cincuenta y cuatro anos cuando saliera. Incongruentemente, todas las peliculas de gangsters que solia mirar tarde por la noche se agolparon en su mente. Barras de acero, guardias severos, Jimmy Cagney en el papel de un loco asesino. Solia deleitarse con ellos.

– Tenemos dos caminos posibles -continuo Henry Bartlett-. Podemos aferramos a tu historia original…

– ?Mi historia original! -exclamo Ted.

– ?Escuchame! Dejaste el apartamento de Leila alrededor de las nueve y diez. Fuiste al tuyo, trataste de llamar a Craig. -Se volvio hacia Craig-. Es una maldita lastima que no hayas contestado el telefono.

– Estaba mirando un programa que queria ver. Estaba conectado el contestador. Pense que luego llamaria a cualquiera que me dejara un mensaje. Y puedo jurar que el telefono sono justo a las nueve y media, tal como dice Ted.

– ?Por que no dejaste un mensaje, Ted?

– Porque odio hablar con un aparato, y con ese en particular. -La boca adopto un gesto de tension. La costumbre que tenia Craig de imitar a un sirviente japones en el contestador irritaba mucho a Ted, a pesar de ser una excelente imitacion. Craig podia imitar a cualquiera. Hasta podia llegar a ganarse la vida con eso.

– ?Y para que llamabas a Craig?

– Es confuso. Estaba borracho. Mi impresion es que queria decirle que me alejaria por un tiempo.

– Eso no nos ayuda. Tal vez, si te hubiera respondido tampoco nos ayudaria. No a menos que pudieras probar que estabas hablando con el a las nueve y treinta y uno.

Craig pego un punetazo sobre la mesa.

– Entonces, lo dire. No estoy a favor de mentir bajo juramento, y tampoco estoy a favor de que Ted sea acusado de algo que no cometio.

– Es demasiado tarde para eso. Ya hiciste tu declaracion. Si la cambias ahora, empeora la situacion. -Bartlett

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