10
Cinco anos antes, al intentar resolver las vociferantes diferencias entre fumadores y no fumadores, Min habia dividido el espacioso comedor en dos, separando ambas partes con una pared de cristal. El «Cypress Room» era para no fumadores y el «Oceano», para cualquiera de los dos. Cada uno elegia su lugar, excepto los huespedes invitados a compartir la mesa de Min y Helmut. Cuando Elizabeth aparecio en el comedor «Oceano», la condesa d’Aronne le hizo senas para que se acercara. Pronto se dio cuenta de que desde su lugar podia divisar la mesa de Min en la otra habitacion. Fue como una sensacion de
Las otras dos personas que compartian la mesa eran la senora Mechan, la ganadora de la loteria y un anciano de apariencia distinguida. Varias veces se dio cuenta de que Ted la observaba.
Pudo pasar la cena, probando apenas la cerveza y la ensalada e intento tambien conversar un poco con la condesa y sus amistades. Pero, como si estuviera atraida por un iman, no podia apartar la mirada de Ted.
La condesa, naturalmente, se dio cuenta de la situacion.
– A pesar de todo, esta muy bien, ?no es verdad? Oh, lo siento querida, me prometi a mi misma no mencionarlo en absoluto. Pero como te daras cuenta, conozco a Ted desde que era un nino. Sus abuelos solian traerlo aqui, cuando este lugar era un hotel.
Como siempre, incluso entre celebridades, Ted era el centro de atencion. «Todo lo hace sin esfuerzo», penso Elizabeth. La forma de inclinar la cabeza hacia la senora Meehan, la sonrisa facil para las personas que se acercan a saludarlo, la forma en que permitio que Cheryl deslizara la mano debajo de la suya y luego se solto con indiferencia. Fue un alivio ver que el, Craig y el hombre mayor se retiraron temprano.
Elizabeth no espero el cafe que se servia en la sala de musica. Salio sin llamar la atencion hacia la galeria y luego se dirigio a su bungalow. La niebla se habia disipado y el cielo oscuro estaba cubierto de estrellas brillantes. El sonido del oleaje se confundia con los debiles acordes del violoncelo. Siempre habia un programa musical despues de la cena.
De repente, la invadio una intensa sensacion de soledad, una tristeza indefinible que iba mas alla de la muerte de Leila, mas alla de la incongruencia de la compania de esas personas que habian sido parte de su vida. Syd, Cheryl, Min. Los conocia desde que tenia ocho anos y la llamaban «senorita Coleta». El baron. Craig. Ted.
Todos se remontaban a mucho tiempo atras. Todas esas personas que habia considerado sus amigos, que ahora la dejaban de lado para unirse al asesino de Leila, y que testimoniarian a su favor en Nueva York…
Cuando llego a su bungalow, dudo y decidio quedarse sentada fuera durante unos momentos. Los muebles de la galeria eran muy comodos: un sofa hamaca acolchado y sillas haciendo juego. Se acomodo en uno de los extremos del sofa hamaca y empujandose con un pie en el suelo, comenzo a balancearse. Alli, en esa penumbra, podia ver las luces de la casa principal y pensar tranquilamente en las personas que habian sido reunidas alli.
?Quien las habia reunido?
?Y por que?
11
– Para una cena de novecientas calorias no estuvo mal -comento Henry Bartlett al salir de su bungalow con un elegante maletin de cuero. Lo apoyo sobre la mesa de la sala de Ted y lo abrio. Dentro habia un bar portatil. Saco el «Courvoisier» y las cepitas de licor-. ?Caballeros?
Craig hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Ted se nego.
– Creo que deberia saber que una de las reglas de la casa es nada de alcohol.
– Cuando yo, o mejor dicho tu, pagas mas de setecientos dolares por dia por estar en este lugar, yo decido lo que tomo.
Sirvio una medida generosa en ambas copas, le entrego una a Craig y camino hasta los ventanales corredizos. Una luna llena y cremosa y una constelacion de brillantes estrellas plateadas iluminaban la oscuridad del oceano, que por el sonido que llegaba desde el parecia embravecido.
– Nunca sabre por que Balboa lo denomino oceano Pacifico -comento Bartlett-. No cuando se oye el sonido que proviene de el. -Se volvio hacia Ted-. Tener a Elizabeth Lange aqui podria ser la gran oportunidad del siglo para ti. Es una muchacha interesante.
Ted aguardo. Craig hizo girar la copa entre las manos. Bartlett parecia reflexionar.
– Es interesante en muchos aspectos y en particular por algo que ninguno de ustedes debe de haber notado. Cuando te vio, cada una de las cosas que sintio se reflejo en su rostro, Teddy. Tristeza. Incertidumbre. Odio. Ha estado pensando mucho y algo me dice que en su interior hay algo que no encaja bien.
– No sabes de que estas hablando -dijo Craig en tono cortante.
Henry abrio la puerta de vidrio. El rumor del oceano se habia convertido en un rugido.
– ?Lo ois? -pregunto-. Hace dificil poder concentrarse, ?no? Me pagan mucho dinero por sacar a Ted de este embrollo. Una de las mejores formas de hacerlo es saber que es lo que tengo en contra y que a favor.
Una ola de aire frio lo interrumpio. Bartlett cerro la puerta de golpe y regreso a la mesa.
– Tuvimos suerte en la distribucion de lugares durante la cena. Pase buena parte del tiempo estudiando a Elizabeth Lange. Las expresiones del rostro y el lenguaje corporal dicen muchas cosas. Nunca aparto la mirada de ti, Teddy. Si alguna vez una mujer se sintio atrapada en una situacion de amor y odio, esa es ella. Ahora, mi trabajo es idear como volcarlo a tu favor.
12
Syd acompano a una Cheryl extranamente silenciosa hasta su bungalow. Sabia que aquella cena habia sido una dura prueba para ella. Nunca habia olvidado el hecho de perder a Ted Winters por culpa de Leila. Ahora debia de sentirse muy mal al saber que aun sin Leila, Ted no le respondia. En cierta forma, la ganadora de la loteria habia sido una buena diversion para Cheryl. Alvirah Meehan sabia todo acerca de las series y le dijo que era perfecta para el papel de Amanda.
– Uno sabe cuando una actriz no pega en el papel -le habia dicho Alvirah-. Lei
Claro que, lamentablemente, tambien le dijo que Leila era su actriz favorita.
Caminaban por el terreno mas alto de la propiedad, hacia el bungalow de Cheryl. Los senderos estaban iluminados con faroles japoneses colocados a ras del suelo, que arrojaban sombras sobre los cipreses. La noche estaba estrellada, pero el tiempo cambiaria y en el aire ya se sentia el toque de humedad que precedia la tipica niebla de la peninsula de Monterrey. Contrariamente a la gente que consideraba Pebble Beach el lugar mas cercano al Paraiso, Syd siempre se habia sentido incomodo entre los cipreses, con esas formas tan retorcidas. Era natural que un poeta los hubiese comparado con fantasmas.
Con indiferencia, tomo a Cheryl del brazo cuando estuvieron cerca de su bungalow. Aun aguardaba que ella comenzara la conversacion, pero permanecio en silencio. Syd se consolo con la idea de que ya habia soportado suficientes humores por ese dia, pero cuando iba a saludarla, ella lo detuvo.
– Entra.
El la siguio, protestando en silencio. Ella aun no estaba preparada para dejarlo ir.
– ?Donde esta la vodka? -pregunto Syd.
– En mi joyero. Es el unico sitio donde estas malditas criadas no buscan para ver si encuentran alcohol. -Le arrojo la llave y se sento en el sofa de seda rayada. Syd preparo dos vodkas con hielo, le entrego un vaso a Cheryl, se sento frente a ella y tomo un sorbo-. ?Que opinas de esta noche?
– No estoy seguro de entenderte.
Ella lo miro irritada.