– Por supuesto que si. Cuando Ted baja la guardia, parece atrapado. Es obvio que Craig esta muy preocupado. Min y el baron me hacen pensar en un par de malabaristas sobre una cuerda floja. Ese abogado no aparto ni un solo momento la mirada de Elizabeth, y ella estuvo espiando nuestra mesa toda la noche. Siempre pense que sentia algo por Ted. Y en cuanto a la ganadora de la loteria, si Min la sienta junto a mi manana por la noche, la mato.
– Por supuesto que no. Escucha Cheryl, puedes conseguir el papel. Excelente. Sin embargo, siempre existe la posibilidad de que las series desaparezcan por falta de dinero. Una posibilidad remota, pero posibilidad al fin. Si eso sucede, necesitaras un papel en una pelicula. Hay muchas peliculas por ahi, pero necesitan financiacion. Esa dama tendra muchos dolares para invertir. Asi que continua sonriendole.
Cheryl entrecerro los ojos.
– Ted podria financiar una de mis peliculas. Se que lo haria. Me dijo que no fue justo que me pusieran en la obra el ano pasado.
– Entiende bien esto: Craig es mucho mas cauteloso que Ted. Si Ted va a prision, sera el quien dirija el negocio. Y otra cosa: Estas loca si crees que Elizabeth desea a Ted. ?Si asi fuera, por que diablos querria ponerle la soga al cuello? Lo unico que tiene que hacer es decir que se confundio y lo bueno que Ted era con Leila y punto. Caso cerrado.
Cheryl termino su bebida y extendio luego la copa vacia. Sin decir nada, Syd se puso de pie, volvio a llenarsela y agrego una buena medida de vodka a su copa.
– Los hombres son muy tontos como para darse cuenta -dijo Cheryl mientras Syd le entregaba la copa-. Recuerda el tipo de muchacha que era Elizabeth: educada, pero si le hacias una pregunta directa, obtenias una respuesta directa. Y nunca se disculpa. No sabe mentir. Nunca ha mentido por si misma y, lamentablemente, no lo hara por Ted. Pero antes de que esto termine removera cielo y tierra para tratar de encontrar alguna prueba positiva de lo que sucedio aquella noche. Eso la hace muy peligrosa.
»Algo mas, Syd. ?Oiste que la loca esa de Alvirah Mechan dijo haber leido en una revista que el apartamento de Leila LaSalle era como un hotel? ?Que Leila repartia llaves a todos sus amigos por si deseaban quedarse?
Cheryl se puso de pie, se acerco a Syd, se sento junto a el y le puso las manos en las rodillas.
– Tu tenias una llave del apartamento, ?no es asi, Syd?
– Y tambien tu.
– Lo se. Leila se encapricho en protegerme, sabiendo que no podia pagar un apartamento en ese edificio y mucho menos un duplex. Pero cuando ella murio, el camarero del «Jockey Club» puede atestiguar que estaba alli, tomando una copa. La persona que esperaba para cenar se habia retrasado. Y tu eras esa persona, Syd. ?Cuanto pusiste para esa maldita pelicula?
Syd sintio que se le endurecian los nudillos y deseo que Cheryl no se percatara de la repentina rigidez de su cuerpo.
– ?Adonde quieres llegar?
– La tarde en que Leila murio, me dijiste que irias a verla para rogarle que reconsiderara su decision. Por lo menos tenias invertido un millon en esa obra. ?Tu millon o era dinero prestado, Syd? Me arrojaste a esa basura para que la reemplazara, al igual que se envia un carnero al matadero. ?Por que? Porque quisiste arriesgar mi carrera por la remota posibilidad de que la obra pudiera tener exito. Y mi memoria ha mejorado mucho. Tu siempre eres puntual, Syd. Esa noche, llegaste quince minutos tarde. Llegaste al «Jockey Club» a las nueve y cuarenta y cinco. Estabas palido como una hoja y te temblaban las manos. Derramaste la bebida sobre el mantel. Leila murio a las nueve y treinta y uno. Su apartamento esta a diez minutos del «Jockey Club».
Cheryl se cogio el rostro con ambas manos.
– Syd, quiero dos cosas. Primero ese papel. Haz que lo consiga. Si lo hago, te prometo que, ebria o sobria, jamas recordare que esa noche llegaste tarde, que estabas nervioso, que tenias la llave del apartamento de Leila y que ella te habia dejado practicamente en la bancarrota. Ahora, sal de aqui. Necesito dormir para estar bella.
13
Min y Helmut mantuvieron la sonrisa hasta que estuvieron en la seguridad de su apartamento. Luego, sin decir nada, se miraron. Helmut rodeo a Min con los brazos y le rozo la mejilla con los labios. Con mucha practica, le masajeo el cuello.
–
El le respondio con voz suave:
– Minna, trate de advertirte que seria un error traer a Elizabeth aqui, ?no? Tu la entiendes. Ahora, ella esta enojada contigo, pero ademas, algo ha sucedido. Tu le dabas la espalda durante la cena, pero yo pude observar como nos miraba desde su mesa. Era como si lo hiciera por primera vez.
– Pense que si veia a Ted… Sabes cuanto lo queria… Siempre sospeche que ella estaba enamorada de el.
– Se lo que pensaste. Pero no funciono. Bueno, por esta noche es suficiente, Minna. Ve a la cama. Te preparare un vaso de leche caliente y te dare una pastilla para dormir. Manana seras la misma altiva de siempre.
Min sonrio y permitio que Helmut la condujera hacia el dormitorio. Todavia la rodeaba con sus brazos y ella se apoyaba en el, con la cabeza en su hombro. Despues de diez anos seguia gustandole su aroma, esa sugestion a colonia costosa, el tacto de la tela de su chaqueta. En sus brazos, podia olvidar a su predecesor, con sus manos frias y su petulancia.
Cuando Helmut regreso con la leche, Min ya estaba acomodada en la cama, con e) cabello suelto sobre las almohadas de seda. Sabia que la pantalla rosada de la lampara junto a su cama daba un tono de luz especial sobre sus pomulos salientes y ojos oscuros. El aprecio que leyo en los ojos de su marido cuando este le entrego la delicada taza de Limoges fue gratificante.
–
Aprovecho el momento. Tenia que hacerlo.
– Helmut, hay un grave problema, algo que no me has dicho. ?Que es?
El se encogio de hombros.
– Ya sabes cual es el problema. Estan apareciendo establecimientos similares a este por todo el pais. Los ricos son personas inquietas… El costo del bano romano ha excedido mis expectativas… Lo admito. Sin embargo, estoy seguro de que cuando lo abramos…
– Helmut, prometeme una cosa. No importa lo que suceda, pero no tocaremos la cuenta de Suiza. Preferiria perder este lugar. A mi edad, no puedo volver a quedarme en bancarrota. -Min trataba de no alzar el tono de voz.
– No la tocaremos, Minna, te lo prometo. -Le entrego una pastilla para dormir-. Asi que como tu marido y como tu doctor…, te ordeno que bebas esto de inmediato.
– La tomare con gusto.
Helmut se sento en el borde de la cama mientras ella bebia la leche.
– ?No te acuestas? -le pregunto ya sonolienta.
– Todavia no. Leere un rato. Ese es mi somnifero.
Despues de que Helmut apago la luz y la dejo sola, Minna sintio que se dormia profundamente. Su ultimo pensamiento consciente fue un murmullo inaudible:
– Helmut, ?que me estas ocultando?
14
A las diez y cuarto, Elizabeth vio que los huespedes comenzaban a retirarse de la casa principal. Sabia que en pocos minutos, todo quedaria en silencio, las cortinas corridas, las luces apagadas. El dia comenzaba temprano en «Cypress Point». Despues de las extenuantes clases de gimnasia y los relajantes tratamientos de belleza, la mayoria de la gente estaba preparada para retirarse a las diez.