la misma ciudad sin pasar a saludarte», le habia dicho. Por un acuerdo tacito, evitaban discutir sobre el proximo juicio, pero nunca terminaban una comida sin nombrarlo. Por Craig se habia enterado de que Ted estaba en Maui, se encontraba nervioso e irritable, practicamente ignoraba el negocio y no veia a nadie. Y fue a traves de Craig, inevitablemente, que oyo la pregunta: «?Estas segura?»
La ultima vez que lo vio, habia estallado: «?Como se puede estar segura de algo o de alguien?» Luego le pidio que no se comunicara con ella hasta despues del juicio. «Se donde debe estar tu lealtad.»
?Pero que estaba haciendo alli, ahora? Imaginaba que estaria con Ted preparando el juicio. Y luego, cuando Craig la solto, vio que Ted subia la escalera que daba a la galena.
Sintio que se le secaba la boca. Comenzaron a temblarle las manos y las piernas y el corazon le latia con tanta fuerza que le retumbaba en los oidos. En esos meses, habia logrado borrar su imagen de la conciencia, y en sus pesadillas siempre aparecia borroso: solo habia visto las manos asesinas que empujaban a Leila, los ojos despiadados que la miraban caer…
Ahora, subia la escalera hacia ella con su imponente presencia habitual. Andrew Edward Winters III, con el cabello oscuro que contrastaba con la chaqueta blanca, los rasgos fuertes, la piel bronceada; se lo veia demasiado bien despues de su autoexilio en Maui.
Un sentimiento de rabia y odio hizo que Elizabeth quisiera lanzarse sobre el; arrojarlo por esa escalera tal como el habia arrojado a Leila, aranarle ese rostro compuesto y bien parecido tal como lo habia hecho Leila al tratar de salvarse. Sintio el gusto amargo de la bilis en su boca y tuvo que tragar saliva para luchar contra las nauseas.
– ?Aqui esta! -exclamo Cheryl. En un momento, se deslizo por entre los grupos de gente alli reunidos, los tacones golpeando contra el suelo, la chalina de seda roja flotando detras de ella. La conversacion se detuvo y todas las cabezas se volvieron cuando se arrojo a los brazos de Ted.
Como un robot, Elizabeth los miro. Era como si estuviera mirando a traves de un caleidoscopio. Fragmentos de colores e impresiones giraban alrededor de ella. El blanco de la chaqueta de Ted; el rojo del vestido de Cheryl; el cabello oscuro de Ted; sus manos largas y bien formadas mientras trataba de liberarse.
Elizabeth recordo que en la audiencia ante el gran jurado habia pasado junto a el y entonces se odio por haber creido en la actuacion de Ted durante el funeral de Leila, simulando ser un novio dolorido. Alzo la mirada y supo que el ya la habia visto. Parecia sorprendido y desalentado, ?o era otra de sus actuaciones? Se solto de las garras de Cheryl y termino de subir la escalera. Sin poder moverse, fue consciente del silencio que la rodeaba, de los murmullos y las risas de aquellos mas alejados que no sabian que estaba sucediendo, de los ultimos acordes del concierto y de las mezclas de fragancias a flores y oceano.
Parecia haber envejecido. Las lineas alrededor de los ojos y la boca que habian aparecido con la muerte de Leila eran ahora mas profundas, marco permanente de su rostro. Leila lo habia amado tanto, y el la habia asesinado. Elizabeth sintio que una nueva ola de odio le sacudia el cuerpo. Todo el dolor intolerable, la sensacion de perdida, la culpa que le perforaban el alma como un cancer, porque sentia que en el final, le habia fallado a Leila. Este hombre era la causa de todo.
– Elizabeth…
?Como se atrevia a hablarle? Elizabeth salio de su inmovilidad, se volvio, cruzo la galeria con paso vacilante y entro en el vestibulo. Sintio el resonar de unos pasos detras de ella. Min la habia seguido. Elizabeth se volvio y la miro furiosa.
– Al diablo contigo, Min. ?Que demonios crees que estas haciendo?
– Vamos alli. -Min le senalo la sala de musica. No hablo hasta que cerro la puerta detras de ella-. Elizabeth, se lo que hago.
– Pues yo no lo creo. -Elizabeth la miro sintiendose traicionada. Por eso estaba tan nerviosa. Y ahora lo estaba aun mas. Siempre perdia ese aire de autosuficiencia cuando estaba asi. Min temblaba como una hoja.
– Elizabeth, cuando nos vimos en Venecia me dijiste que algo dentro de ti no podia creer que Ted hubiera lastimado a Leila. No me importa como suene. Yo lo conozco mejor que tu, y desde hace mas tiempo… Estas cometiendo un error. No olvides que esa noche yo tambien estuve en «Elaine’s». Escucha, Leila se habia vuelto loca. No hay otra forma de decirlo, ?Y tu lo sabias! Dijiste que al dia siguiente pusiste el reloj en hora. Estabas aturdida, ?eres tan infalible que no pudiste haberlo puesto mal? Cuando Leila hablaba contigo antes de morir, ?estabas mirando la hora? En estos dias trata de mirar a Ted como si fuera un ser humano y no un monstruo. Piensa en lo bueno que fue con Leila.
La expresion de Min era apasionada. Su voz intensa y baja era mas penetrante que un grito. Tomo a Elizabeth del brazo.
– Eres una de las personas mas honestas que conozco. Siempre has dicho la verdad, desde que eras una nina. ?No puedes enfrentarte al hecho de que tu error hara que Ted se pudra en la carcel durante el resto de su vida?
El melodioso sonido de unas campanillas resono en la habitacion. Estaba a punto de servirse la cena. Elizabeth asio la muneca de Min y lucho para que la soltara. En ese momento recordo como unos minutos antes, Ted habia luchado para zafarse de Cheryl.
– Min, la semana que viene un jurado comenzara a decidir quien esta diciendo la verdad. Crees que puedes dirigirlo todo, pero esta vez no estas en tu campo. Haz que me llamen un taxi.
– ?Elizabeth, no puedes irte!
– ?No? ?Tienes un numero donde pueda comunicarme con Sammy?
– No.
– ?Exactamente cuando va a regresar?
– Manana, despues de la cena. -Min unio las manos en gesto de suplica-. Elizabeth, te lo ruego.
Detras de ella, Elizabeth sintio que abrian la puerta. Era Helmut Rodeo con sus brazos a Elizabeth en un gesto que era a la vez un abrazo y un intento por retenerla.
– Elizabeth -dijo en tono suave y perentorio-, trate de advertir a Minna. Tenia la loca idea de que si veias a Ted, pensarias en todos los buenos momentos, recordarias cuanto amaba a Leila. Le rogue que no lo hiciera. Ted esta tan sorprendido y perturbado como tu.
– Tiene razon para estarlo. ?Puedes soltarme, por favor?
La voz de Helmut se tomo suplicante:
– Elizabeth, la semana que viene es el Dia del Trabajador. La peninsula se llena de turistas. Vienen muchos estudiantes en la ultima escapada antes de que comiencen las clases. Podrias conducir toda la noche y no hallar una sola habitacion. Quedate aqui. Ponte comoda. Habla con Sammy manana por la noche, y luego podras irte si quieres.
«Es verdad -penso Elizabeth-. Carmel y Monterrey son mecas para los turistas a fines de agosto.»
– Elizabeth, por favor -imploro Min llorando-. Fui una tonta…, pense…, crei que si veias a Ted…, no en el juicio sino aqui… Lo siento.
Elizabeth sintio que desaparecia su furia y un vacio enorme le invadia el cuerpo. Min era Min. Recordo la vez que ella habia enviado a una renuente Leila a una seleccion para un anuncio de cosmeticos. Min habia explotado: «Escucha, Leila, no necesito que me digas que ellos no te llamaron. Ve alli. Entra a la fuerza. Eres lo que ellos estan buscando. En este mundo, cada uno debe abrirse su propio camino.»
Leila consiguio el trabajo y se convirtio en la modelo que la compania uso para todos sus anuncios durante los siguientes tres anos.
Elizabeth se encogio de hombros.
– ?En que comedor cenara Ted?
– El «Cypress» -respondio Helmut esperanzado.
– ?Syd y Cheryl?
– El mismo.
– ?Adonde planearon ponerme?
– Tambien con nosotros. Pero la condesa te invito a su mesa en el comedor «Oceano».
– Muy bien. Me quedare hasta ver a Sammy. -Elizabeth miro con dureza a Min, que parecia encogida-. Min, ahora soy yo la que te hace una advertencia. Ted es el hombre que mato a mi hermana No te atrevas a arreglar otro encuentro «accidental» entre el y yo.