– Es un deseo. Seguramente querra ofrecerse para desempenar el papel.

– Entiendo. Si es inteligente, aceptara.

Llegaron al bungalow de Craig.

– Me gustaria entrar un momento -le dijo Bartlett-. Es una buena oportunidad para que conversemos. -Cuando estuvieron dentro, miro alrededor-. La decoracion es diferente.

– Es el efecto rustico, masculino, de Min -le explico Craig-. No se ha olvidado de ningun detalle: mesas de pino, tablas anchas en el suelo. Ella me pone automaticamente aqui. Creo que en su inconsciente me ve como un tipo simple.

– ?Y lo eres?

– No lo creo. Y a pesar de que me inclino por las camas king size, es un gran salto desde la Avenida B y la Calle 8, donde mi padre tenia una salchicheria.

Bartlett estudio a Craig con atencion. Decidio que «bulldog» era una descripcion acertada de el. Cabello color arena, rasgos impersonales. Un ciudadano solido. Una buena persona para tener al lado.

– Ted es afortunado al tenerte -le dijo-. No creo que lo aprecie.

– Te equivocas. Ted tiene que confiar en mi para seguir adelante con el negocio y eso lo resiente. Y el piensa que soy yo el resentido. El problema es que mi sola presencia en este lugar es un simbolo del problema en que esta metido.

Craig camino hasta el armario y extrajo un maletin.

– Al igual que tu, yo tambien traigo mis provisiones. -Sirvio dos vasos de «Courvoisier», le entrego uno a Bartlett y se acomodo en el sofa, inclinado hacia delante, con el vaso entre las manos-. Te dare el mejor ejemplo que pueda. Mi prima sufrio un accidente y estuvo postrada en un hospital durante casi un ano. Su madre se mato cuidando a los ninos. ?Quieres saber algo? Mi prima estaba celosa de su madre. Dijo que su madre disfrutaba de sus hijos mientras que era ella quien tenia que estar con los ninos. Sucede lo mismo con Ted y conmigo. En cuanto mi prima salio del hospital, lleno a su madre de elogios por el gran trabajo que habia hecho. Cuando Ted sea absuelto, todo volvera a ser normal entre nosotros. Y dejame decirte algo, prefiero soportar sus arranques a estar en sus zapatos.

Bartlett se dio cuenta de que se habia apresurado en hacer a un lado a Craig Babcock como un lacayo adulador.

«El problema por ser demasiado engreido», se dijo. Eligio la respuesta con cuidado.

– Entiendo, y creo que eres bastante perceptivo.

– ?Inesperadamente perceptivo? -pregunto Craig con una semisonrisa.

Bartlett prefirio ignorar el golpe.

– Yo tambien comienzo a sentirme mejor acerca de este caso. Podriamos llegar a organizar una defensa que por lo menos creara una duda razonable en la mente del jurado. ?Te ocupaste de la agencia de investigaciones?

– Si, hay dos detectives buscando todo lo que haya acerca de esa mujer Ross. Y otro la esta siguiendo. Tal vez sea demasiado, pero nunca se sabe.

– Nada que pueda ayudamos es demasiado. -Bartlett se acerco a la puerta-. Como veras, Ted Winters tiene el mismo resentimiento hacia mi y tal vez por las mismas razones que lo hacen sentirse asi contigo. Ambos queremos que salga libre del juicio. Una linea de defensa que no habia considerado hasta hoy es convencer al jurado de que poco antes de que Leila LaSalle muriera, el y Cheryl habian vuelto a salir juntos y que el dinero invertido en la obra era la despedida para Leila.

Bartlett abrio la puerta y se volvio para agregar:

– Piensa en ello y te espero manana con algun plan de accion.

Hizo una pausa.

– Pero tenemos que convencer a Teddy para que este de acuerdo con nosotros.

Cuando Syd llego a su bungalow vio que estaba encendida la luz de mensajes en el contestador. De inmediato presintio que se trataba de Bob Koening. El presidente de la «World Motion Pictures» tenia fama de hacer llamadas telefonicas a cualquier hora. Solo podia significar que se habia llegado a una decision en cuanto a Cheryl y el papel de Amanda. Sintio un sudor frio.

Con una mano saco un cigarrillo y con la otra tomo el telefono. Mientras pronunciaba su nombre, sostuvo el auricular con el hombro y encendio el cigarrillo.

– Me alegro de que me hayas llamado esta noche, Syd. Tenia pedida una llamada para ti a las seis de la manana.

– Habria estado despierto. ?Quien puede dormir en este negocio?

– Yo duermo. Syd, tengo que hacerte un par de preguntas.

Estaba seguro de que Cheryl habia perdido el papel. La luz del telefono habia sido como la senal del desastre. Sin embargo, Bob tenia que hacerle preguntas. No se habia tomado ninguna decision.

Podia visualizar a Bob en el otro extremo de la linea, recostado sobre su sillon de cuero en la biblioteca de su casa. No habia llegado a ser director del estudio dejandose llevar por los sentimientos. «La prueba de Cheryl fue excelente -se dijo esperanzado Syd-. ?Y entonces que?»

– Adelante -dijo tratando de parecer relajado.

– Seguimos estudiando a quien darle el papel, si a Cheryl o a Margo Dresher. Sabes lo dificil que es lanzar una serie. Margo es mas conocida que Cheryl. Pero Cheryl estuvo muy bien, excelente en la prueba, tal vez mejor que Margo, aunque negare haberlo dicho. Cheryl no ha hecho nada grande en anos, y ese fiasco en Broadway aparecia una y otra vez en la reunion.

La obra. Otra vez la obra. El rostro de Leila cruzo por la mente de Syd. La forma en que le habia gritado en «Elaine’s». En ese momento hubiera querido aporrearla, ahogar esa voz cinica y burlona para siempre…

– Esa obra fue un medio para Leila. Yo tengo la culpa de haber forzado a Cheryl a hacerla.

– Syd, ya hemos hablado de todo eso. Sere franco contigo. El ano pasado, tal como salio publicado en todos los periodicos. Margo tuvo un problemita por drogas. El publico se esta cansando de las estrellas que se pasan la mitad de sus vidas en centros de rehabilitacion. Te lo dire bien claro: ?Cheryl tiene algo que pudiera comprometernos si la elegimos?

Syd se aferro al telefono. Cheryl estaba en el buen camino. Un golpe de esperanza le acelero el pulso. Le sudaban las manos.

– Bob, te juro que…

– Todo el mundo me jura. Trata de decirme la verdad. Si me la juego y elijo a Cheryl, ?no se volvera en mi contra? Si llegara a suceder, Syd, seria tu fin.

– Te lo juro. Lo juro por la tumba de mi madre…

Syd colgo el auricular, se inclino hacia delante y hundio la cara en las manos. Estaba empapado en sudor. Una vez mas, la sortija dorada estaba a su alcance.

Solo que esta vez era Cheryl, y no Leila, quien podia arruinarlo todo…

9

Cuando dejo a Elizabeth, Dora llevaba la carta anonima envuelta en la bolsa de plastico dentro de su chaqueta. Habian decidido que Dora haria una copia de la carta en la fotocopiadora y por la manana, Elizabeth llevaria el original a la oficina del sheriff, en Salinas.

Scott Alshorne, el sheriff del condado, era un invitado regular en las cenas de «Cypress Point». Habia sido amigo del primer marido de Min y siempre ayudaba cuando surgia un problema, como la desaparicion de una joya. Leila lo adoraba.

– Estas malditas cartas no son lo mismo que una joya robada -le advirtio Dora a Elizabeth.

– Lo se, pero Scott podra decirme adonde puedo enviar la carta para que la analicen o si debo entregarla a la oficina del fiscal de distrito en Nueva York. Yo tambien quiero una copia.

– Entonces, dejame hacerla esta noche. Manana, cuando Min este cerca, no podemos arriesgarnos a que la lea.

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