por la manana. Pero dejar la fotocopiadora y las luces encendidas era imperdonable. Decididamente, le diria a Dora que comenzara a hacer planes para su jubilacion.

Pero ahora tenia que llevar a cabo el objetivo que la habia conducido hasta alli. En el cuarto de archivo, Min saco el legajo titulado: gastos de viaje, baron Von Schreiber.

Le llevo menos de dos minutos encontrar lo que buscaba. La llamada de la Costa Este a «Cypress Point» la noche en que Leila murio figuraba en la cuenta de telefono de su tarjeta de credito.

Habia sido hecha desde Nueva York.

2

La fatiga hizo que Elizabeth se quedara dormida; pero no fue un sueno reposado pues estuvo lleno de imagenes. Leila estaba de pie frente a una hilera de sacas con correspondencia de sus admiradores; Leila le leia las cartas; Leila lloraba. «No puedo confiar en nadie… No puedo confiar en nadie…»

Por la manana, ni se le paso por la mente salir a hacer la caminata. Se ducho, se recogio el cabello en un mono, se puso un traje comodo para hacer ejercicios y despues de aguardar a que los caminantes hubiesen partido, se dirigio hacia la casa principal. Sabia que Sammy empezaba a trabajar unos minutos despues de las siete.

Fue una sorpresa encontrar la oficina de recepcion, por lo general impecable, llena de cartas desparramadas encima del escritorio de Dora y en el suelo. Una gran hoja de papel con las palabras: «Ven a verme», firmadas por Min revelaba que habia visto el desorden.

?No era tipico de Sammy! Ni una vez, en todos los anos que la conocia, habia dejado desordenado su escritorio. Era impensable que se arriesgara a dejar todo eso asi en la oficina de recepcion. Era una forma segura de desatar uno de los famosos exabruptos de Min.

Pero ?y si no estaba bien? Elizabeth bajo las escaleras corriendo hacia el vestibulo de la casa principal y se dirigio a la escalera que conducia al ala del personal. Dora tenia un apartamento en el segundo piso. Llamo con firmeza a la puerta, pero no obtuvo respuesta. Sintio que del otro lado del pasillo llegaba el ruido de una aspiradora. La camarera, Nelly hacia mucho tiempo que trabajaba alli y habia estado tambien cuando Elizabeth fue instructora. Fue facil hacer que abriera la puerta con gran temor, Elizabeth atraveso las comodas habitaciones: la sala decorada en verde claro y blanco con las plantas que Sammy tanto cuidaba en el borde de la ventana y encima de las mesas; la cama de una plaza bien hecha con su Biblia sobre la mesita de noche.

Nelly senalo la cama.

– No durmio aqui anoche, senorita Lange. ?Y mire! -Nelly se acerco a la ventana-. Su coche esta en el estacionamiento. ?Cree que se sintio mal y pidio un taxi o algo para ir al hospital? Eso seria muy tipico de la senorita Samuels. Ya sabe lo independiente que es.

Pero no habia rastro de Dora Samuels en el hospital de Monterrey. Elizabeth aguardo a que Min regresara de la caminata matinal. En un esfuerzo por mantener la mente libre de malos pensamientos, comenzo a ojear la correspondencia de los admiradores. Habia pedidos de autografos mezclados con cartas de condolencias. ?Donde estaba la carta anonima que Dora habia planeado fotocopiar?

?La tendria todavia con ella?

3

A las siete y cinco, Syd recorrio el sendero para unirse a los demas en la caminata matutina. Cheryl podia leer en su rostro como un libro abierto. Tendria que ser cuidadoso. Bob no tomaria la decision final hasta esa tarde. Si no fuera por esa maldita obra, ya tendria el papel en el bolsillo.

«?Lo ois bien todos? Me voy.»

«Y me destruiste, maldita», penso. Logro dibujar en su rostro el esbozo de una sonrisa. Alli estaban todos preparados para la caminata, cada cabello en su lugar, la piel sin arrugas y las manos arregladas. Era obvio que ninguno de ellos se comia las unas aguardando una llamada, ni habia tenido que abrirse camino en un negocio tan duro, ni temido que alguien, con un solo movimiento de cabeza, lo arruinara para siempre.

Seria un esplendido dia de playa. El sol comenzaba a calentar y el aire salado del Pacifico se mezclaba con la fragancia de los arboles en flor que rodeaban el edificio principal. Syd recordo la casa en Brooklyn donde habia nacido. Tal vez tendrian que haberse quedado alli. Quiza el tambien debio quedarse alli.

Min y el baron se asomaron a la galeria. Syd se dio cuenta de inmediato de lo ojerosa que estaba Min. La expresion de su rostro era la misma que adoptan las personas al presenciar un accidente y no pueden creer lo que ven. ?Cuanto habria adivinado? No miro a Helmut y se volvio para ver que Ted y Cheryl llegaban juntos. Syd podia leer la mente de Ted. Siempre se habia sentido culpable por haber dejado a Cheryl por Leila, pero era obvio que no queria volver a salir con ella. Obvio para todos, excepto para Cheryl.

?Que diablos habia querido decir ella con ese tonto comentario sobre la «prueba» de que Ted era inocente? ?Que estaria planeando ahora?

– Buenos dias, senor Melnick. -Se volvio y vio a una Alvirah radiante-. ?No quiere que caminemos juntos? -le pregunto-. Se lo desilusionado que debe sentirse de que a Margo Dresher le den el papel de Amanda. Le digo que cometen un grave error.

Syd no se dio cuenta de lo fuerte que la asia del brazo hasta que la vio hacer una mueca.

– Lo siento, senora Meehan, pero no sabe de que esta hablando.

Demasiado tarde, Alvirah se dio cuenta de que solo los que estaban en el negocio tenian esa informacion. El periodista del Globe que era su contacto para el articulo le habia dicho que estudiara la reaccion de Cheryl Manning cuando recibiera la noticia. Habia cometido un error.

– ?O me equivoco? -pregunto-. Tal vez es porque mi esposo leyo que la cosa estaba entre Cheryl y Margo Dresher.

Syd adopto un tono de voz confidencial.

– Senora Meehan, ?quiere hacerme un favor? No hable con nadie sobre eso. No es verdad y no se hace una idea de como puede afectar a la senorita Manning.

Cheryl tenia una mano apoyada sobre el brazo de Ted. Le habia dicho algo que lo hizo reir. Era una excelente actriz, aunque no lo suficiente como para mantenerse en calma si perdia el papel de Amanda. Y se volveria contra el como un gato callejero. Luego, mientras Syd observaba, Ted levanto la mano a modo de saludo y echo a correr hacia la puerta principal.

– Buenos dias a todos -saludo Min en un fallido intento por demostrar su vigor habitual-. En marcha, y recuerden, por favor, paso vivo y respiracion profunda.

Alvirah retrocedio cuando Cheryl se unio a ellos. Formaron una linea por el sendero que conducia al bosque. Syd descubrio a Craig que caminaba junto al abogado, Henry Bartlett, unos metros mas adelante. El jugador de tenis iba de la mano con su novia. El conductor del programa de juegos estaba con su pareja de la semana, una modelo de veinte anos. Los demas invitados, en grupos de dos y tres, le eran desconocidos.

«Cuando Leila eligio este lugar como su preferido, lo situo en el mapa», penso Syd. Nunca se sabia cuando se la podia encontrar aqui. Min necesita otra superestrella. Habia notado como todas las miradas persiguieron a Ted cuando este echo a correr. Ted era una superestrella.

Era obvio que Cheryl estaba de muy buen humor. El cabello oscuro le enmarcaba el rostro; las cejas negras como el carbon y arqueadas sobre los ojos color ambar; la boca malhumorada tenia ahora una sonrisa seductora. Comenzo a susurrar una cancion romantica. Tenia los pechos erguidos y se le marcaban debajo de su chandal. Nadie mas se pondria uno que pareciera una segunda piel.

– Tenemos que hablar -se apresuro a decirle Syd.

– Adelante.

– Aqui no.

– Entonces, luego. No estes tan amargado, Syd. Respira profundamente. Liberate de las malas ideas.

– No te molestes en ser amable conmigo. Cuando regresemos, ire a verte a tu bungalow.

– ?De que se trata? -Era evidente que Cheryl no queria que le cambiara el humor.

Вы читаете No Llores Mas, My Lady
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату