dedos. Sin querer, penso en las manos graciles y los dedos finos de Ted. Le quito la mano y se aparto.
– Basta o me haras llorar -le dijo tratando de que su voz no traicionara la intensidad del momento.
Craig parecio comprender. Se enderezo y dijo con indiferencia:
– Estare en el bungalow de Ted por si me necesitas.
La espera era lo peor. Recordo la noche en la que habia permanecido sentada en el apartamento de Leila esperando, rezando para que Leila y Ted se arreglaran, salieran juntos, a pesar de que su instinto le decia que algo andaba mal. Estar sentada ante el escritorio de Sammy la llenaba de angustia. Queria echar a correr hacia cualquier parte, preguntar a la gente si la habia visto, buscar en el Bosque Croker por si habia entrado alli confundida.
En lugar de eso, Elizabeth abrio una de las sacas de correspondencia y saco un manojo de sobres. Por lo menos, haria algo. Buscaria mas cartas anonimas.
6
El comisario Scott Alshorne habia sido el amigo de toda la vida de Samuel Edgers, el primer marido de Min, el hombre que habia construido «Cypress Point Hotel». El y Min habian congeniado desde un principio y el se sintio complacido de que Min mantuviera su parte del trato. Durante los cinco anos que estuvieron casados, Min le dio al avinagrado octogenario un nuevo incentivo para su vida.
Scott observo con admiracion y curiosidad como Min y ese tonto con el que se caso se apoderaron de un hotel comodo y rentable para convertirlo en un monstruo que iba consumiendose a si mismo. Min solia invitarlo por lo menos una vez al mes a cenar en «Cypress Point» y durante el ultimo ano y medio, habia llegado a conocer muy bien a Dora Samuels. Esa fue la razon por la cual, cuando Min lo llamo para comunicarle la noticia de su desaparicion, temio lo peor.
Si Sammy hubiera tenido uno de sus ataques y hubiera comenzado a vagar sin rumbo la habrian visto. Las personas mayores y enfermas no pasan inadvertidas en la peninsula de Monterrey. Scott estaba orgulloso de su jurisdiccion.
Su oficina estaba situada en Salinas, la sede del condado de Monterrey, a quince kilometros de Pebble Beach. De inmediato dio instrucciones para que se pusiera un aviso de desaparicion y pidio que una patrulla se reuniera con el en «Cypress Point».
Durante el trayecto permanecio en silencio. El policia que conducia el automovil noto que tenia unas arrugas insolitas y profundas en la frente y que el rostro bronceado, debajo de ese manto de cabello blanco ingobernable, tenia un gesto de preocupacion. Cuando el jefe estaba asi era porque se aproximaba un problema grande.
A las diez y media atravesaron las puertas de entrada. Los edificios y los alrededores estaban tranquilos. Habia algunas personas caminando. Scott sabia que la mayoria de los huespedes estaria trabajando en el gimnasio o en alguna sesion de masaje o de belleza para que, cuando regresaran a sus casas, todos los familiares los felicitaran por lo bien que estaban. O bien estarian en la clinica, en uno de los sofisticados y costosos tratamientos de Helmut.
Segun le habian dicho, el avion privado de Ted Winters habia aterrizado en el aeropuerto el domingo por la tarde y Ted se encontraba alli. No sabia si llamarlo o no. Ted estaba acusado de asesinato en segundo grado, pero tambien era el muchacho que solia salir a navegar con su abuelo y Scott.
Como sabia que Ted estaba alojado en «Cypress Point», quedo atonito al ver a Elizabeth sentada ante el escritorio de Sammy. Ella no lo oyo llegar y Scott aprovecho la oportunidad para observarla sin que se diera cuenta. Estaba muy palida, tenia los ojos enrojecidos y algunos mechones de cabello le caian sobre el rostro. Iba sacando unas cartas de unas bolsas, las miraba y luego las hacia a un lado con impaciencia. Era obvio que buscaba algo. Noto que le temblaban las manos.
Llamo a la puerta y Elizabeth dio un respingo. En su expresion observo una mezcla de alivio y preocupacion. En forma espontanea, se levanto rapidamente y corrio hacia el con los brazos extendidos. Justo antes de alcanzarlo, se detuvo de manera abrupta.
– Lo siento… Quiero decir, ?como estas, Scott?
El supo lo que ella estaba pensando. Debido a su larga amistad con Ted, podria considerarla como el enemigo. Pobrecita. Le dio un fuerte abrazo. Para disimular su propia emocion, le dijo entre dientes:
– Estas delgada. Espero que no estes siguiendo una de esas dietas de Min para famosos.
– Sigo una dieta para engordar rapido: trocitos de platano y batidos de chocolate.
– Muy bien.
Juntos se dirigieron hacia la oficina de Min. Scott levanto las cejas con asombro cuando vio el rostro demacrado de Min y la mirada cautelosa del baron. Ambos estaban preocupados y Scott sintio que esa preocupacion iba mas alla de Sammy. Las preguntas directas que formulo reunieron la informacion que necesitaba.
– Me gustaria echar un vistazo al apartamento de Sammy.
Min lo guio hasta alli. Elizabeth y Helmut los siguieron tambien. De alguna manera, la presencia de Scott le daba a Elizabeth una leve esperanza. Por lo menos se haria algo. Habia visto la expresion de desaprobacion en su rostro al enterarse de que habian aguardado tanto tiempo para llamarlo.
Scott observo la sala y paso luego al dormitorio. Senalo la maleta en el suelo, cerca del armario.
– ?Tenia pensado ir a algun lado?
– Acababa de regresar -le explico Min y luego parecio sorprendida-. No es tipico de Sammy dejar la maleta asi.
Scott la abrio. Habia una caja de cosmeticos llena de frascos de medicinas. Leyo las indicaciones:
– Una cada cuatro horas; dos por dia; dos al acostarse. -Fruncio el entrecejo-. Sammy era cuidadosa con los medicamentos. No queria sufrir otro ataque. Min, muestrame en que condiciones hallaste la oficina.
Lo que mas lo intrigaba era la fotocopiadora encendida.
– La ventana estaba abierta y la maquina encendida. -Se detuvo frente a ella-. Estaba por copiar algo. Se asomo a la ventana, ?y luego que? ?Se sintio mareada? ?Salio a caminar? ?Pero a donde queria ir? -Miro por la ventana. Desde alli se veia el predio sur, los bungalows distribuidos a lo largo del camino hacia la piscina olimpica y el bano romano… ?Esa horrible monstruosidad!
– ?Dijeron que buscaron en todo el predio y en todos los edificios?
– Si. -Helmut fue el primero en responder-. Yo mismo me ocupe de eso.
Scott lo interrumpio.
– Comenzaremos todo de nuevo.
Elizabeth permanecio las horas siguientes sentada ante el escritorio de Sammy. Tenia los dedos entumecidos de tanto manipular sobres. Todas las cartas eran parecidas: pedidos de autografos o de una fotografia. Al parecer, no habia ninguna otra carta anonima.
A las dos en punto, Elizabeth oyo un grito. Corrio hacia la ventana justo a tiempo para ver que un policia hacia senas desde la entrada a la casa de banos. Bajo la escalera velozmente y en el ultimo escalon, resbalo y cayo de lleno contra el suelo de baldosas. Sin prestar atencion al dolor de los brazos y las piernas, atraveso el cesped corriendo hasta llegar a la casa de banos y llego justamente en el momento en que Scott desaparecia en su interior. Ella lo siguio a traves de la zona de los armarios hacia la piscina.
Un policia estaba de pie junto al borde la piscina senalando el lugar donde yacia el cuerpo desplomado de Sammy.
Luego, recordaria vagamente haberse arrodillado junto a Sammy, haberle quitado el cabello ensangrentado de la frente, y tambien que Scott la habia tomado de un brazo con fuerza y le habia ordenado que no la tocara. Sammy tenia los ojos abiertos, sus rasgos denotaban una expresion de terror, las gafas aun permanecian colocadas, aunque caidas sobre la nariz; tenia las palmas extendidas como si quisiera empujar algo hacia atras. Todavia tenia abotonada la chaqueta; los bolsillos parecian abultados.
– Vean si tiene la carta de Leila -se oyo que decia Elizabeth-. Busquen en los bolsillos. -De pronto le parecio que la chaqueta color beige se convertia en el pijama de saten blanco de Leila, y creyo estar otra vez junto al cuerpo sin vida de su hermana…
Afortunadamente, se desmayo.