Cuando recobro el conocimiento, estaba recostada en la cama de su bungalow. Helmut, inclinado sobre ella, sostenia algo con un olor muy fuerte debajo de la nariz de Elizabeth. Min le frotaba las manos. De repente, comenzo a sacudirse con incontrolables sollozos.

– Sammy tambien, no; Sammy tambien, no.

Min la abrazo con fuerza.

– Elizabeth, no…, no…

Helmut susurro:

– Esto te ayudara. -Y sintio un pinchazo en el brazo.

Cuando se desperto, el cuarto estaba en penumbras. Nelly, la camarera que la habia ayudado le tocaba el hombro.

– Siento molestarla, senorita -le dijo-, pero le traje un poco de te y algo para comer. El sheriff no puede esperar mas y tiene que hablar con usted.

7

La noticia de la muerte de Dora se extendio por «Cypress Point» como una inesperada tormenta en un picnic familiar, desperto una leve curiosidad: «?Que hacia ella en ese lugar?» Un sentido de moralidad: «?Que edad tenia?» Un intento por ubicarla: «?Oh, se refieren a esa senora de la oficina?» Para luego regresar cada uno a sus agradables actividades. Despues de todo ese era un lugar muy costoso. La gente iba alli para olvidar los problemas y no para encontrarlos.

A media tarde, Ted habia ido a darse un masaje, esperando hallar un poco de alivio a su tension bajo las manos del masajista sueco. Acababa de regresar a su bungalow cuando Craig le dio la noticia.

– Hallaron su cuerpo en la casa de banos. Debe de haberse mareado y cayo.

Ted penso en aquella tarde en Nueva York cuando Sammy tuvo su primer ataque. Estaban todos en el apartamento de Leila y en medio de una frase la voz de Sammy se apago. Fue el quien se dio cuenta de que le ocurria algo grave. Se alegraba de no haberla encontrado esos dias en «Cypress Point». Creia que para Sammy, la cuestion de su culpabilidad era solo eso, una cuestion, y se sentiria incomoda cerca de el.

– ?Como esta Elizabeth? -le pregunto a Craig.

– Bastante mal. Oi que se habia desmayado.

– Era muy amiga de Sammy. Ella… -Ted se mordio el labio y cambio de tema-. ?Donde esta Bartlett?

– En el campo de golf.

– No sabia que lo habia traido aqui para que jugara al golf.

– ?Vamos, Ted! Ha estado trabajando desde temprano esta manana. Henry dice que puede pensar mejor si hace un poco de ejercicio.

– Recuerdale que mi juicio es la semana proxima. Sera mejor que abrevie el ejercicio. -Ted se encogio de hombros-. Fue una locura venir aqui. No se por que pense que me ayudaria a calmarme; no esta funcionando.

– Dale una oportunidad. No seria mejor en Nueva York o en Connecticut. Por cierto, acabo de ver a tu viejo amigo, el comisario Alshorne.

– ?Scott esta aqui? Entonces, debe de haber algo especial sobre la muerte de Sammy.

– No lo se. Tal vez vino por rutina.

– ?Sabe que estoy aqui?

– Si, de hecho me pregunto por ti.

– ?Sugirio que lo llamara?

La duda de Craig fue apenas perceptible.

– Bueno, no exactamente. Pero no fue una conversacion social.

«Otra persona que trata de evitarme -penso Ted-. Otra persona que aguarda el veredicto del jurado.» Nervioso, comenzo a pasearse por la sala de su bungalow. De repente, la cabana se habia convertido en una prision. Pero todas las habitaciones lo hacian sentir asi desde el comienzo del proceso. Debia de ser una reaccion psicologica.

– Saldre a dar un paseo -dijo, y anticipandose al ofrecimiento de Craig de acompanarlo, agrego-: Regresare a tiempo para la cena.

Cuando paso por el «Pebble Beach Club», penso en la sensacion de aislamiento que lo hacia sentir tan apartado de las personas que caminaban por los senderos, dirigiendose a los restaurantes, los negocios de ropa o los de golf. Su abuelo habia comenzado a llevarlo a ellos cuando tenia ocho anos. Su padre detestaba California, de modo que solo iban su madre y el, y alli veia como su nerviosismo se tomaba mas joven y alegre.

«?Por que no habia abandonado a su padre?», se pregunto. La familia de su madre no tenia los millones de los Winters pero no le habria faltado el dinero. ?Era por temor de perder la custodia de Ted que soporto ese maldito matrimonio? Su padre nunca la dejo que olvidara ese primer intento de suicidio. Y ella se habia quedado y soportado los periodicos ataques de furia debidos al alcohol, sus insultos, sus burlas, el desprecio de sus miedos intimos. Hasta que una noche decidio que no podia soportarlo mas.

Sin darse cuenta, Ted camino por el Seventten Mile Drive, sin notar el Pacifico que brillaba mas alla de las casas que se elevaban sobre Stillwater Cove y la bahia de Carmel; sin notar el perfume de las buganvillas.

Carmel seguia atestado de turistas y estudiantes aprovechando los ultimos dias antes de que comenzara el semestre de invierno. Cuando el y Leila paseaban por la ciudad, ella detenia el trafico. Ese pensamiento lo llevo a sacar las gafas oscuras que llevaba en el bolsillo. En aquellos dias, los hombres lo observaban con envidia. Ahora era consciente de la hostilidad en los rostros extranos que lo reconocian.

Hostilidad. Aislamiento. Temor.

Esos ultimos dieciocho meses habian destruido su vida, lo habian forzado a hacer cosas que jamas hubiera sonado. Ahora aceptaba el hecho de que existia un obstaculo mas que debia enfrentar antes del juicio.

Sintio el cuerpo banado en sudor ante la idea de lo que seria.

8

Alvirah estaba sentada frente a su tocador, estudiando con alegria la hilera de cosmeticos y cremas que le habian dado en la clase de maquillaje aquella tarde. Tal como le habia dicho la profesora, tenia mejillas lisas y podia resaltarlas con un rubor suave en lugar del rojo fuerte que usaba. Tambien la convencio de que probara usar rimel marron en lugar de negro que, segun creia, resaltaba el encanto de sus ojos. «Menos es mejor», le habia asegurado la experta, y a decir verdad, habia diferencia. De hecho, el nuevo maquillaje castano oscuro con el que le habian tenido el cabello, hacia que se pareciera a la tia Agnes, y Agnes siempre habia sido la belleza de la familia. Tambien estaba contenta de que sus manos comenzaran a perder las callosidades. Basta de trabajo pesado para ella. Nunca mas. Punto.

– Y si piensa que ahora esta bien, espere a que el baron Von Schreiber termine con usted -le habia dicho la experta en maquillaje-. Sus inyecciones haran que desaparezcan esas pequenas lineas alrededor de la boca, la nariz y los ojos. Hacen milagros.

Alvirah suspiro. Flotaba de alegria. Willy siempre le habia dicho que era la mujer mas hermosa del Queens y que le gustaba poder abrazarla y sentir que habia algo a que aferrarse. Pero en esos ultimos anos habia aumentado de peso. Seria bueno aparentar tener clase ahora que estaban por buscar un nuevo apartamento. No porque tuviera intenciones de codearse con los Rockefeller, gente de clase media como ellos a quienes les habia ido bien, pero si ella y Willy habian tenido mas suerte que los demas, era bueno saber que podian beneficiar a otras personas.

Despues de que terminara los articulos para el Globe, escribiria ese libro. Su madre siempre le decia: «Alvirah, tienes tanta imaginacion que algun dia seras escritora.» Tal vez ese dia habia llegado.

Alvirah estiro los labios y se aplico, con cuidado, brillo de color coral con el pincel que habia comprado. Anos atras, como estaba convencida de que sus labios eran demasiado angostos, se habia acostumbrado a marcar los

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