la pelea con Ted, y estan relacionadas con la muerte de Sammy. Te juro, Scott, que voy a encontrar a quien las ha escrito. Tal vez no pueda hacerse un procesamiento criminal, pero tiene que haber alguna manera para que esa persona pague. Es alguien que estaba muy cerca de Leila, y tengo mis sospechas.

Quince minutos despues, Scott dejo a Elizabeth con las transcripciones de las dos cartas en el bolsillo. Elizabeth creia que Cheryl habia escrito esas cartas. Tenia sentido. Eran los metodos habituales de Cheryl. Antes de dirigirse al comedor, camino hacia la derecha del edificio principal. Alli arriba estaba la ventana por donde Sammy habia mirado al encender la fotocopiadora. Si hubiera habido alguien en las escaleras de entrada a la casa de banos y le hubiera hecho senas para que bajara…

Era posible. Pero Sammy no habria bajado a no ser por alguien que conociera y en quien confiara.

Cuando Scott llego al comedor, los demas habian comenzado ya el segundo plato. La silla vacia estaba situada entre Min y la mujer que le presentaron como Alvirah Meehan. Scott tomo la iniciativa para saludar a Ted. «Presuncion de Inocencia.» Ted siempre habia tenido esa apariencia tan atractiva. No era de extranar que una mujer llegara a esos extremos para separarlo de otra mujer. Scott noto tambien que Cheryl no perdia oportunidad para tocarle la mano o rozarlo con el hombro.

Se sirvieron costillas de cordero de la bandeja de plata que le habia acercado el camarero.

– Deliciosas -comento Alvirah Meehan en tono de susurro-. En este lugar no iran a la bancarrota por el tamano de las porciones que se sirven, pero les aseguro que cuando termino me siento como si hubiera comido muchisimo.

Alvirah Meehan. Por supuesto. Habia leido en el Monterrey Review acerca de la ganadora de cuarenta millones de dolares en la loteria que pensaba hacer realidad su mas preciado sueno al visitar «Cypress Point».

– ?Lo esta pasando bien, senora Meehan?

Alvirah sonrio radiante.

– Claro que si. Todos han sido maravillosos conmigo, y tan amables. -Dirigio una sonrisa a toda la mesa. Min y Helmut intentaron devolversela-. Los tratamientos me hacen sentir como una princesa. La especialista en nutricion me dijo que en dos semanas podria bajar dos kilos y medio. Manana, me aplicaran colageno para librarme de las arrugas que tengo alrededor de la boca. Tengo miedo a las inyecciones, pero el baron Von Schreiber me dara algo para los nervios. Me ire de aqui sintiendome… como…, como una mariposa volando en una nube. -Alvirah senalo a Helmut-. El baron escribio eso. ?No es un estupendo escritor?

Alvirah se dio cuenta de que hablaba demasiado. Es que se sentia culpable por ser una periodista encubierta y queria decir algo agradable sobre esas personas. Pero ahora era mejor que se callara y escuchara para saber si el sheriff decia algo acerca de la muerte de Dora Samuels. Pero lamentablemente, nadie saco el tema. Cuando estaban a punto de terminar la crema de vainilla, el sheriff pregunto, y no fue algo casual:

– ?Seguiran aqui unos dias mas? ?Nadie tiene pensado irse?

– No tenemos planes determinados -le respondio Syd-. Puede ser que Cheryl tenga que regresar a Beverly Hills en cualquier momento.

– Sera mejor que me avise si se va a Beverly Hills o a cualquier otro lugar -dijo Scott con tono amable-. Y a proposito, baron, me llevare las sacas de correspondencia de Leila.

Dejo la cuchara que sostenia y comenzo a correr la silla hacia atras.

– Es gracioso -dijo-, pero tengo la impresion de que una de las personas sentadas a esta mesa, a excepcion de la senora Meehan, pudo haber escrito unas cartas bastante sucias a Leila LaSalle. Y estoy ansioso por descubrir quien fue.

Para desaliento de Syd, la mirada fria de Scott se poso deliberadamente en Cheryl.

12

Eran casi las diez cuando quedaron a solas en su apartamento. Min habia sufrido todo el dia pensando en si debia o no enfrentar a Helmut con la prueba de que el habia estado en Nueva York la noche en que murio Leila. Hacerlo era forzarlo a admitir que tuvo algo que ver con Leila. Y no hacerlo, era permitir que permaneciera vulnerable. ?Que estupido habia sido en no destruir el recibo de la llamada!

Helmut fue directamente a su vestidor. Cuando regreso, Min lo aguardaba en uno de los sillones cerca de la chimenea del dormitorio. Lo estudio de manera impersonal. Estaba peinado tan formalmente como si tuviera que asistir a un baile de etiqueta; llevaba una bata de seda anudada con un cordon tambien de seda; su postura militar lo hacia parecer mas alto de lo que era en realidad, casi un metro ochenta era apenas superior al normal de los hombres.

Se preparo un escoces con soda y sin preguntar, le sirvio un jerez a Min.

– Ha sido un dia dificil, Minna. Lo manejaste bien -le dijo. Ella seguia sin hablar y por fin, Helmut se dio cuenta de que su silencio era desusado-. Este cuarto es tan placentero… -le dijo-. ?No estas contenta de haberme dado el gusto de seguir adelante con los colores que habia elegido para ti? Y ademas, te quedan bien. Colores fuertes y hermosos para una mujer fuerte y hermosa.

– No diria que el rosado es un color fuerte.

– Se hace fuerte cuando esta junto a un violeta profundo. Como yo, Minna. Me hago fuerte porque estoy contigo.

– Y entonces, ?por que esto? -Saco de su bata el resumen de la cuenta de telefono y observo como la expresion de Helmut pasaba del asombro al temor-. ?Por que me mentiste? Estabas en Nueva York aquella noche. ?Estabas con Leila? ?Fuiste a verla?

Helmut suspiro.

– Minna, me alegro de que lo hayas descubierto. Queria decirtelo.

– Dimelo ahora. Estabas enamorado de Leila y salias con ella.

– No, te juro que no.

– Mientes.

– Minna, te digo la verdad. Fui a verla como amigo, como medico. Llegue alli a las nueve y media. La puerta de su apartamento estaba entreabierta. Senti que Leila lloraba histericamente y Ted le gritaba que colgara el telefono. Ella le contesto gritando. En ese momento, llegaba el ascensor y no queria que me vieran. Asi que me escondi…

Helmut se arrodillo a los pies de Min.

– Minna, me moria por decirtelo. Minna, Ted la empujo. La oi gritar: «No, no…» Y luego, el grito al caer.

Min palidecio.

– ?Quien salio del ascensor? ?Alguien te vio?

– No lo se. Baje corriendo por la escalera de incendios.

Luego, como si su compostura, su sentido del orden, lo hubieran abandonado, se inclino hacia delante, apoyo la cabeza en las manos y se puso a llorar.

Miercoles

2 de septiembre CITA DEL DIA

«La belleza entra por los ojos.»

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