– ?La obra de Leila? -pregunto Min.

– Si. Sammy guardaba la copia de Leila. Yo me la llevare ahora.

Craig, Bartlett y el sheriff salieron de la oficina privada. Henry Bartlett sonreia, una sonrisa de satisfaccion, presumida y fria.

– Senorita Lange, ha sido de gran ayuda para nosotros en el dia de hoy. Debo advertirle que al jurado no le agradara el hecho de que, al haber sido despreciada como mujer, hizo que Ted Winters pasara por toda esta pesadilla.

Elizabeth se puso de pie, los labios blancos.

– ?De que esta hablando?

– Estoy hablando de que con el propio puno y letra de su hermana, aparece senalado el hecho de que usted y Ted coincidian en las mismas ciudades digamos que… demasiado a menudo. Estoy hablando acerca de su mirada cuando Ted la rodeo con los brazos en el servicio funebre. Imagino que habra visto el diario de esta manana. Al parecer, lo que pudo ser un flirteo para Ted, para usted fue mucho mas serio y por eso, cuando el la dejo, usted descubrio la manera de vengarse.

– ?Maldito mentiroso! -Elizabeth no se dio cuenta de que le habia arrojado la copia de la obra hasta que esta le pego en el pecho.

Su expresion parecio indiferente, incluso complacida. Se inclino para recoger el escrito y se lo devolvio.

– Hagame un favor, senorita, y repita este exabrupto frente al jurado la semana proxima -le dijo-. Exoneraran a Ted.

2

Mientras que Craig y Bartlett salieron para enfrentarse al sheriff, Ted se quedo haciendo gimnasia. Cada aparato que utilizaba parecia enfatizar su propia situacion. El bote de remo que no conducia a ninguna parte; la bicicleta que por mucho que pedaleara no se movia del lugar. Logro intercambiar algunas bromas superficiales con los otros hombres que estaban en el gimnasio: el director de la Bolsa de valores de Chicago, el presidente del «Atlantic Banks», un almirante retirado.

Sintio que ninguno de ellos sabia que decirle, y que no querian desearle «buena suerte». Era mas facil para ellos -y para el- dedicarse a los aparatos y concentrarse en sacar musculos.

Los hombres se ablandan en la prision. Ejercicio insuficiente. Aburrimiento. Palidez. Ted estudio su piel bronceada. No le duraria mucho tras las rejas.

Habia quedado en reunirse con Craig y Bartlett a las diez en su bungalow pero resolvio ir a nadar a la piscina cubierta. Hubiera preferido la piscina olimpica, pero Elizabeth podia estar alli y no queria encontrarsela.

Habia nadado unas diez veces la piscina cuando vio que Syd entraba por el otro extremo. Estaban a seis calles de distancia, pero luego de una breve brazada, prefirio ignorarlo. Pero despues de veinte minutos, cuando los tres nadadores que estaban entre los dos se fueron, lo sorprendio el ver que Syd nadaba a su lado. Tenia una brazada potente y se movia con precision de un extremo a otro de la piscina. Ted quiso adelantarse, pero Syd obviamente lo alcanzo. Despues de seis vueltas, los dos habian empatado.

Salieron del agua al mismo tiempo. Syd se coloco una toalla sobre los hombros y se acerco al otro lado de la piscina.

– Buen trabajo. Estas en buena forma.

– Estuve nadando todos los dias en Hawai durante un ano y medio. Deberia estarlo.

– La piscina de mi club no es como Hawai, pero me mantiene en forma. -Syd miro alrededor. Habia jacuzzi en los dos extremos del salon vidriado-. Ted, tengo que hablarte en privado.

Se dirigieron al extremo opuesto. Habia dos nadadores nuevos en la piscina, pero no podian oirlos. Ted observo como Syd se pasaba la toalla por el cabello castano oscuro. Noto, sin embargo, que el pelo del pecho de Syd era totalmente gris. «Eso seria lo siguiente -penso-. Envejecere y se me pondra el cabello gris en la prision.»

Syd fue directamente al grano.

– Ted, estoy en serios problemas. Y con tipos que juegan duro. Todo comenzo con esa maldita obra. Pedi prestado demasiado. Pense que me arreglaria. Si Cheryl consigue este papel, estoy otra vez en linea. Pero ya no puedo detenerlos mas. Necesito un prestamo. Ted, me refiero a un prestamo. Pero lo necesito ahora.

– ?Cuanto?

– Seiscientos mil dolares. Ted, no significa mucho para ti. Y me lo debes.

– ?Te lo debo?

Syd miro alrededor y se aproximo mas. Acerco la boca al oido de Ted.

– Nunca lo habria dicho… Nunca te dije ni siquiera a ti que lo sabia… Pero Ted, yo te vi aquella noche. Pasaste junto a mi a una calle de distancia del apartamento de Leila. Tenias la cara ensangrentada y las manos aranadas. Estabas en estado de shock. No lo recuerdas, ?no es asi? Ni siquiera me oiste cuando te llame. Seguiste corriendo. -La voz de Syd se convirtio en un susurro-. Ted, yo te alcance y te pregunte que habia sucedido y tu me dijiste que Leila habia muerto, que habia caido por la terraza. Ted, luego agregaste… Juro por Dios que lo hiciste…: «Mi papa la empujo, mi papa la empujo.» Eras como un ninito que trataba de echarle a otro la culpa por algo que tu habias hecho. Incluso hablabas como un nino pequeno.

Ted sintio una oleada de nauseas.

– No te creo.

– ?Y por que mentiria? Ted, tu corriste por esa calle. Se acerco un taxi. Casi te pasa por encima cuando lo detuviste. Preguntale al taxista que te llevo hasta Connecticut. Sera uno de los testigos, ?verdad? Preguntale si no estuvo a punto de atropellarte. Soy tu amigo. Se lo que sentiste cuando Leila se volvio loca en «Elaine’s». Cuando te vi, iba a verla para tratar de hacerla entrar en razones. Estaba tan enojado como para haberla matado yo mismo. ?Te lo habia mencionado alguna vez? ?Se lo he mencionado a alguien? Tampoco lo haria ahora, pero estoy desesperado. ?Tienes que ayudarme! Si no aparezco con el dinero en cuarenta y ocho horas, estoy acabado.

– Tendras el dinero.

– Oh, Dios, sabia que podia contar contigo. Gracias, Ted. -Syd apoyo las manos en los hombros de Ted.

– No me pongas las manos encima -le grito. Los nadadores los miraron con curiosidad. Ted se solto, tomo la toalla y salio corriendo.

3

Scott interrogo a Cheryl en su bungalow. Estaba decorado en un tapizado de color amarillo, verde y blanco, con alfombra y paredes blancas. Scott sintio la suavidad de la alfombra bajo sus pies. Pura lana. La mejor calidad. Sesenta…, tal vez setenta dolares el metro. ?Por eso Min tenia ese aspecto! Scott sabia con exactitud cuanto le habia dejado el viejo Samuel. No podia quedarle mucho despues de lo que habia invertido en ese lugar…

A Cheryl no le gusto que la hubiesen llamado por el megafono para reunirse con el. Ella llevaba su propia version de la bata habitual de «Cypress Point». Un trozo de tela que no le cubria ni siquiera los pechos y que se levantaba a los costados por los huesos de la cadera. Llevaba el albornoz encima de los hombros. No intento disimular su impaciencia.

– Tengo clase de gimnasia en diez minutos -le dijo.

– Bueno, espero que llegue a tiempo -respondio Scott. Sintio un nudo en la garganta por el desprecio que le provocaba Cheryl-. Tendra mas posibilidades de lograrlo si me da respuestas directas como por ejemplo que fue usted quien escribio unas cartas bastante desagradables a Leila antes de que muriera.

Tal como lo habia anticipado, al principio el interrogatorio fue inutil. Cheryl esquivo sus preguntas con astucia. ?Anonimos? ?Por que tendria interes en enviar anonimos? ?Separar a Ted y Leila? De casarse no hubiera durado. Leila no era mujer para un solo hombre. Tenia que herirlos antes de que ellos la hirieran a ella. ?La obra? No tenia idea de como habian sido los ensayos de Leila. En realidad, no le interesaba saberlo.

Por fin Scott se canso.

– Escuche, Cheryl, creo que hay algo que debe saber. No creo que la muerte de Sammy haya sido por causas

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