Habia algo indefiniblemente diferente en el apartamento de Sammy. Elizabeth sintio como si su aura hubiese desaparecido con su cuerpo fisico. No habian sido regadas las plantas y habia hojas muertas sobre las macetas.
– Min se puso en contacto con la prima de Sammy para ultimar los detalles del funeral -explico Scott.
– ?Donde esta su cuerpo ahora?
– Lo recogeran hoy del deposito de cadaveres y lo enviaran a Ohio para ser enterrado en el solar de la familia.
Elizabeth penso en el polvo de cemento pegado en la falda y la chaqueta de Sammy.
– ?Puedo darte ropa para Sammy? -pregunto-. ?Es demasiado tarde?
– No, no lo es.
La ultima vez que hizo eso habia sido para Leila. Sammy la habia ayudado a elegir el vestido con el cual Leila seria enterrada.
– Recuerda que el ataud estara cerrado -le habia advertido Sammy.
– No es eso -le habia respondido Elizabeth-. Ya conoces a Leila. Si se ponia algo que no la hacia sentir comoda estaba mal toda la noche, a pesar de que todos los demas la vieran esplendida. Si uno supiera…
Sammy comprendio. Y juntas eligieron el vestido de seda y terciopelo verde que Leila uso la noche en que le dieron el Oscar. Ellas dos fueron las unicas que la vieron en el ataud. La empresa funeraria se habia encargado de reconstruir el hermoso rostro, de borrar las heridas, y entonces, por fin, tenia una expresion de paz. Estuvieron un rato sentadas juntas, recordando, hasta que por fin llego el momento de dejar que los admiradores pasaran junto al feretro; el director del funeral necesitaba tiempo para cerrar el ataud y envolverlo en el manto floral que Elizabeth y Ted habian encargado.
Ahora, mientras Scott la observaba, Elizabeth reviso el armario.
– El vestido de seda azul oscuro -murmuro-. El que Leila le regalo para su cumpleanos. Sammy solia decir que si hubiese tenido esa ropa de joven, toda su vida habria sido diferente.
Hizo un paquete con la ropa interior, las medias, los zapatos y un costoso collar de perlas que Sammy usaba con los «vestidos buenos».
– Por lo menos, puedo hacer algo por ella -le dijo a Scott-. Ahora, ocupemonos de averiguar que le sucedio.
Los cajones del vestidor de Sammy solo contenian efectos personales. En su escritorio, encontraron el talonario, papel de cartas y una agenda. En un estante del armario, detras de una pila de sueteres, hallaron una agenda de hacia dos anos y un ejemplar encuadernado de la obra
– La obra de Leila -le explico Elizabeth-. Nunca la lei -Abrio la portada y recorrio las paginas-. Mira, es su libreto. Siempre escribia notas y cambiaba algunas lineas para que sonaran mejor.
Scott observo como Elizabeth pasaba los dedos sobre la florida caligrafia que ocupaba los margenes de las paginas.
– ?Por que no te lo llevas? -le pregunto.
– Me gustaria.
Scott abrio la agenda. Estaba escrita con el mismo tipo de letra ornamentada.
– Tambien era de Leila. -No aparecia nada mas despues del 31 de marzo. En esa pagina, Leila habia escrito:
Habia citas para la peluqueria, para pruebas de ropa, para visitar a Sammy en el monte Sinai, enviar flores a Sammy, apariciones en publico. En las ultimas seis semanas, habia mas y mas citas tachadas. Tambien algunas anotaciones:
– Parece que llevaba el control de los programas de ambos.
– Lo hacia para saber donde poder localizarnos.
Scott se detuvo en una pagina.
– Vosotros dos estabais en la misma ciudad aquella noche. -Comenzo a volver las paginas con mayor lentitud-. De hecho, parece que Ted aparecia un poco temprano en las mismas ciudades donde se iba a representar tu obra.
– Si, a veces saliamos a cenar despues de la representacion y llamabamos a Leila juntos.
Scott estudio el rostro de Elizabeth. Por un instante se le cruzo una idea. ?Era posible que Elizabeth estuviera enamorada de Ted y se negara a reconocerlo? Y de ser asi, ?era posible que un sentimiento de culpa le estuviera exigiendo, inconscientemente, que Ted fuese castigado por la muerte de su hermana, sabiendo asi que tambien ella seria castigada al mismo tiempo? Era un pensamiento inquietante y trato de borrarlo de su mente.
– Puede ser que esta agenda no tenga ninguna importancia para el caso, pero creo de todas maneras que el fiscal de distrito de Nueva York deberia tenerla.
– ?Porque?
– Ninguna razon en particular. Pero podria ser considerado una prueba instrumental.
No quedaba nada mas que encontrar en el apartamento de Sammy.
– Tengo una idea -sugirio Scott-. Regresa y sigue el programa que hayas planeado. Tal como te dije, no hay mas anonimos en la correspondencia de Leila. Mis muchachos revisaron todas las bolsas anoche. Nuestra posibilidad de encontrar a quien las haya enviado es remota. Hablare con Cheryl, pero ella es bastante astuta. Y no creo que hable.
Juntos caminaron por el sendero que conducia al edificio principal.
– ?Todavia no has revisado el escritorio de la oficina de Sammy? -le pregunto Scott.
– No. -Elizabeth se dio cuenta de la fuerza con que sostenia el libreto. Algo le decia que lo leyera. Solo habia visto aquella horrible representacion. Habia oido decir que era buena para Leila. Ahora, queria juzgarlo por si misma. De mala gana, acompano a Scott hasta la oficina. Ese se habia convertido en otro de los lugares que queria evitar.
Helmut y Min estaban en sus oficinas privadas. La puerta estaba abierta. Henry Bartlett y Craig estaban con ellos. Bartlett no perdio tiempo y pregunto directamente acerca de los anonimos.
– Pueden servir para la defensa de mi cliente -le explico a Scott-. Tenemos derecho a saber de que se trata.
Elizabeth observo como Henry Bartlett atendia la explicacion de Scott acerca de las cartas anonimas. Su mirada era intensa. Ese era el hombre que la interrogaria en el juicio. Parecia un ave de rapina aguardando a su presa.
– Dejeme entenderlo con claridad -dijo Bartlett-. ?La senorita Lange y la senorita Samuels estuvieron de acuerdo en que Leila LaSalle pudo sentirse profundamente deprimida por las cartas anonimas que sugerian que Ted Winters salia con otra mujer? ?Y ahora esas cartas desaparecieron? ?El lunes a la noche la senorita Samuels escribio sus impresiones de la primera carta? ?La senorita Lange transcribio la segunda? Quiero copias.
– No veo por que no pueda tenerlas -le dijo Scott. Dejo la agenda de Leila sobre el escritorio de Min-. Ah, esto tambien lo enviare a Nueva York -dijo-. Era la agenda de Leila de los ultimos tres meses de vida.
Sin pedir autorizacion, Henry Bartlett se apodero de la agenda. Elizabeth supuso que Scott protestaria, pero no lo hizo. Al ver que Bartlett revisaba la agenda personal de Leila, sintio que se entrometia en su vida. ?Que derecho tenia? Elizabeth miro a Scott con enojo. El la observaba con indiferencia.
«Esta tratando de prepararme para la semana que viene», penso Elizabeth y se dio cuenta de que tal vez tendria que sentirse agradecida. La semana siguiente, todo lo que fue Leila quedaria al descubierto frente a doce personas que lo analizarian; su relacion con Leila, con Ted… Nada quedaria oculto.
– Revisare el escritorio de Sammy -dijo ella de repente.
Todavia tenia en la mano el libreto de la obra. Lo coloco sobre el escritorio de Sammy y reviso rapidamente los cajones. No habia nada personal en ellos. Carpetas de publicidad, cartas tipo, notas, los articulos habituales de una oficina.
Min y el baron la habian seguido. Cuando Elizabeth levanto la mirada estaban de pie frente al escritorio. Ambos tenian la mirada clavada en el libreto con tapas de cuero con el titulo