lado.
Syd se acerco a Cheryl, le saco la carta y la hizo pedazos.
– Hace una hora, Bob Koening me llamo para asegurarse de que no podia surgir nada desfavorable con respecto a ti. ?Sabes por que? Porque desde ahora estas en camino de conseguir el papel de Amanda. Margo Dresher ha tenido demasiada publicidad desfavorable. ?Que tipo de publicidad crees que recibirias si los admiradores de Leila se enteraran de que la llevaste al suicidio con esta clase de cartas?
– Yo no escribi esa carta.
– ?Por supuesto que si! ?Cuantas personas sabian lo del brazalete? Observe tu mirada cuando Ted se lo dio a Leila. Estabas dispuesta a destrozarla. Esos ensayos eran cerrados. ?Cuantas personas sabian que Leila tenia problemas con el libreto? Tu lo sabias. ?Por que? Porque yo mismo te lo dije. Tu escribiste esa carta y otras como esa. ?Cuanto tiempo te llevo recortar las palabras y pegarlas? Me sorprende que hayas tenido tanta paciencia. ?Cuantas otras cartas hay que puedan aparecer?
Cheryl parecia preocupada.
– Syd, te juro que yo no escribi esta carta ni ninguna otra. Ahora cuentame lo de Bob Koening.
Hablando en forma pausada, repitio la conversacion con Bob. Cuando termino, Cheryl le extendio la mano.
– ?Tienes una cerilla? Ya sabes que deje de fumar.
Syd observo como la carta hechas trizas, con sus desparejas palabras pegadas, desaparecia en el cenicero.
Cheryl se le acerco y lo abrazo.
– Sabia que me conseguirias ese papel, Syd. Tienes razon en que tengo que deshacerme de la carta. Sin embargo, pienso que debo prestar testimonio en el juicio. La publicidad sera formidable. ?Pero no crees que mi actitud deberia ser de sorpresa al saber que mi querida amiga estaba tan deprimida y perturbada? Entonces tendria que explicar como incluso nosotros, los que estamos arriba, tenemos terribles periodos de ansiedad.
Abrio los ojos y dos lagrimas corrieron por las mejillas.
– Pienso que Bob Koening quedara satisfecho con ese enfoque, ?no lo crees asi?
4
– ?Elizabeth! -La voz sorprendida de Min le hizo dar un salto.
– ?Pasa algo malo? ?Donde esta Sammy?
Los equipos deportivos de Min y Helmut hacian juego; Min llevaba el cabello negro recogido en un mono, pero el maquillaje apenas disimulaba las desacostumbradas arrugas alrededor de los ojos, los parpados hinchados. El baron, como siempre, parecia estar en pose, con las piernas ligeramente separadas, las manos entrelazadas en la espalda, la cabeza inclinada hacia delante, los ojos con aire de sorpresa e inocencia.
Elizabeth les conto rapidamente lo sucedido. Sammy no estaba; no habia dormido en su cama.
Min parecio alarmada.
– Yo baje alrededor de las seis. Encontre las luces encendidas, la ventana abierta y la fotocopiadora funcionando. Me enoje. Pense que Sammy estaba volviendose descuidada.
– ?La fotocopiadora estaba encendida! Entonces bajo a la oficina anoche. -Elizabeth atraveso la habitacion-. ?Alcanzaste a ver si la carta que queria fotocopiar estaba en la maquina?
No estaba alli, pero junto a la fotocopiadora Elizabeth encontro la bolsa de plastico con la que habian envuelto la carta.
En quince minutos habian organizado un grupo de busqueda. De mala gana, Elizabeth tuvo que aceptar los ruegos de Min para que no llamara de inmediato a la Policia.
– Sammy estuvo muy enferma el ano pasado -le recordo Min-. Tuvo un ataque leve y se sintio desorientada. Pudo haberle sucedido de nuevo. Ya sabes como odia molestar. Tratemos de encontrarla primero.
– Esperare hasta el mediodia -anuncio Elizabeth con tono rotundo-, y luego informare sobre su desaparicion. Por lo que sabemos, si tuvo algun tipo de ataque, puede estar perdida en algun lugar de la playa.
– Minna le dio trabajo a Sammy por lastima -intervino Helmut-. La esencia de este lugar es la privacidad y la reclusion. Si viene la Policia, la mitad de los invitados haran las maletas y se marcharan.
Elizabeth enrojecio de rabia, pero fue Min quien respondio.
– Se han ocultado demasiadas cosas por aqui -dijo en un tono calmo-. Demoraremos en llamar a la Policia por el bien de Sammy, no por el nuestro.
Juntos volvieron a colocar las cartas desparramadas en las bolsas.
– Esta es la correspondencia de Leila -les dijo Elizabeth. Anudo los extremos de las bolsas-. Mas tarde, las llevare a mi bungalow. -Estudio los nudos y quedo satisfecha al comprobar que nadie podria deshacerlos sin romper las bolsas.
– ?Entonces, piensas quedarte? -Helmut trato de que su tono sonara jovial, pero no lo consiguio.
– Por lo menos, hasta encontrar a Sammy -respondio Elizabeth-. Ahora, consigamos ayuda.
El grupo de busqueda estaba compuesto por los empleados mas antiguos y de mas confianza: Nelly, la camarera que le habia abierto la puerta del apartamento de Dora; el chofer; el jardinero principal. Permanecian de pie, a una distancia prudencial del escritorio de Min, aguardando instrucciones.
Fue Elizabeth quien les hablo.
– Para proteger la intimidad de la senorita Samuels, no queremos que nadie sospeche que existe algun problema. -Luego, procedio a dividir las responsabilidades-. Nelly, busca en los bungalows desocupados. Pregunta a las demas empleadas si han visto a Dora. Hazlo con indiferencia. Jason, ponte en contacto con las companias de taxi, pregunta si han venido a recoger aqui a una persona entre las nueve y media de anoche y las siete de esta manana. -Le hizo senas al jardinero-. Quiero que se busque en cada rincon del jardin. -Se volvio hacia Min y el baron-. Min, tu revisa la casa y el area de mujeres. Helmut, comprueba si no esta en algun lugar de la clinica. Yo recorrere los alrededores.
Consulto el reloj.
– Recuerden, tenemos hasta el mediodia para encontrarla. Cuando Elizabeth se dirigio hacia la salida, se dio cuenta de que no habia hecho la concesion por Min y por Helmut, sino porque sabia que ya era demasiado tarde para Sammy.
5
Ted se nego rotundamente a comenzar a trabajar en su defensa hasta no pasar una hora en el gimnasio. Cuando Bartlett y Craig llegaron a su bungalow, acababa de terminar de desayunar y llevaba una camiseta deportiva color azul y pantalones cortos blancos. Al verlo, Henry Bartlett entendio por que mujeres como Cheryl se le arrojaban encima, por que una superestrella como Leila LaSalle habia estado locamente enamorada de el. Ted poseia esa indefinible combinacion de apariencia, inteligencia y encanto que atraia tanto a las mujeres como a los hombres.
A traves de los anos, Bartlett habia defendido a ricos y pobres. La experiencia lo habia hecho cinico. Ningun hombre es un heroe para su criado. O su abogado. A Bartlett le daba cierto sentido de poder conseguir que acusados culpables resultaran absueltos, preparando una defensa con pretextos que la misma ley le proporcionaba. Sus clientes le estaban agradecidos y le pagaban enormes sumas de dinero con presteza.
Ted Winters era diferente. Trataba a Bartlett con desprecio. Era el abogado del diablo de su propia estrategia de defensa. No hacia caso de las alusiones que Bartlett le hacia, alusiones que, por etica, Bartlett no podia expresar en forma explicita. Esta vez le dijo:
– Empieza a preparar mi defensa, Henry. Yo me voy al gimnasio por una hora. Y luego tal vez nade un poco. Y puede ser que vuelva a correr. Cuando regrese, quiero ver cual es exactamente la linea de defensa que vas a seguir, y si estoy de acuerdo con ella. Supongo que te daras cuenta de que no tengo intenciones de decir: si, tal vez, quiza volvi a subir.