Martes
Charles Baudelaire
?Buenos dias!
Esta manana esta un poco fresca, asi que preparense para el excitante estimulo del aire frio.
Para los amantes de la Naturaleza, ofrecemos una caminata de treinta minutos despues del almuerzo, a lo largo de nuestra hermosa costa del Pacifico, para explorar las flores naturales de nuestra amada peninsula de Monterrey. Asi que, si son decididos, unanse a nuestro guia experto en la entrada principal a las doce y media.
Una idea fugaz. Nuestro menu de esta noche es particularmente exquisito. Ponganse el vestido o traje mas elegante que tengan y festejen nuestros deliciosos manjares sabiendo que los gustos estan equilibrados por la cantidad de calorias que consumen.
Una idea fascinante: la belleza esta en el ojo del espectador, pero cuando se mira en el espejo, el espectador es usted.
Baron y baronesa Von Schreiber
1
El primer rayo de luz de la manana encontro a Min despierta en la cama que compartia con Helmut. Con cuidado para no despertarlo, volvio la cabeza y se apoyo sobre un codo. Aun dormido era un hombre apuesto. Dormia de costado, mirando hacia ella, con una mano extendida como si quisiera tocarla; su respiracion era pausada y suave.
No habia dormido asi toda la noche. No sabia a que hora se habia acostado, pero a las dos se habia despertado al oir un movimiento agitado, Helmut que movia la cabeza y se quejaba con voz sorda y enojada. Min no pudo volver a conciliar el sueno cuando oyo lo que el decia: «Maldita Leila, maldita.»
Instintivamente, ella le apoyo una mano en el hombro, murmuro algunas palabras tranquilizadoras y el volvio a calmarse. ?Recordaria luego el sueno y lo que habia gritado? Ella no mostro indicio alguno de haberlo oido. Seria inutil esperar que le contara la verdad. Por increible que pudiera parecer, ?habia sucedido algo entre el y Leila despues de todo? ?O habia sido una atraccion solo por parte de Helmut hacia Leila?
Eso no lo hacia mas facil.
La luz, mas dorada que rosada ahora, comenzo a iluminar el cuarto. Con cuidado, Min salio de la cama. Aun con su afliccion, aprecio por un momento la belleza de la habitacion. Helmut habia elegido los muebles y el color de la decoracion. ?Quien otro podia haber equilibrado el exquisito gusto de las cortinas y cubrecama de saten color rosado contra el violeta oscuro de la alfombra?
?Cuanto tiempo mas seguiria viviendo alli? Esa podia ser la ultima temporada juntos. «El millon de dolares en la cuenta suiza -recordo ella-. Solo el interes de eso sera suficiente…»
?Suficiente para quien? ?Para ella? Tal vez. ?Helmut? ?Nunca! Siempre supo que parte de la atraccion que sentia por el era ese lugar, su habilidad para pavonearse en ese ambiente, para mezclarse con las celebridades. ?Creia en realidad que el se contentaria con llevar un estilo de vida simple junto a una esposa que envejecia?
Sin hacer ruido, Min atraveso el cuarto, se puso una bata y bajo las escaleras. Helmut dormiria otra media hora. Siempre tenia que despertarlo a las seis y media. En esa media hora, podia revisar tranquila alguna de las cuentas, en especial la de «American Express». Durante las semanas anteriores a la muerte de Leila, Helmut se habia ausentado con frecuencia de «Cypress Point». Lo habian invitado a dar conferencias en varios seminarios y convenciones medicas; habia prestado su nombre para algunos bailes de caridad y tuvo que presentarse en ellos. Eso era bueno para el negocio. ?Pero que otra cosa habia estado haciendo durante su visita a la Costa Este? Esa fue la epoca en que Ted tuvo que viajar mucho. Ella entendia a Helmut. El evidente desprecio que Leila sentia por el seria un desafio. ?La habia estado viendo?
La noche antes de que Leila muriera, habian asistido al preestreno de su obra; tambien estuvieron en «Elaine’s». Se habian hospedado en el «Plaza, y por la manana, habian volado a Boston para asistir a un almuerzo de caridad. A las seis y media de la tarde, el la puso en un avion hacia San Francisco. ?Habia asistido a la cena a la que estaba invitado en Boston o habia tomado el avion de las siete a Nueva York?
Esa posibilidad la atormentaba.
A medianoche, hora de California, tres de la manana en el Este, Helmut la llamo para ver si habia llegado bien. Supuso que la llamaba desde el hotel de Boston.
Era algo que podia verificar.
Al pie de la escalera, Min se dirigio hacia la izquierda con la llave de la oficina en la mano. La puerta estaba abierta. Se sorprendio por el estado en que encontro el cuarto. Las luces estaban encendidas y habia una bandeja con la cena sin tocar junto al escritorio de Dora, el cual estaba cubierto de cartas. En los extremos, habia bolsas de plastico cuyo contenido yacia desparramado por el suelo. La ventana estaba entreabierta y entraba una brisa fria que removia los papeles. Hasta la fotocopiadora estaba encendida.
Min revolvio un poco el escritorio y reviso las cartas. Enojada, se dio cuenta de que todas eran de los admiradores de Leila. Estaba harta de esa expresion sombria que adoptaba Dora cuando respondia las cartas. Por lo menos, hasta ahora habia tenido la prudencia de no mezclar esa beberia con las cosas de la oficina. Desde ese momento en adelante, si queria contestar esas cartas, lo haria desde su propia habitacion. Punto. ?O tal vez habia llegado el momento de librarse de alguien que insistia en canonizar a Leila? Que fiesta se habria dado Cheryl si hubiese entrado alli y revisado los legajos personales. Probablemente Dora se sintio cansada y decidio ordenar todo