Leila seguia gritandome. Sali y fui a mi apartamento que quedaba debajo del de Leila. Me mire en el espejo. Tenia sangre en las mejillas. Y en las manos. Trate de llamar a Craig. Sabia que no podia seguir viviendo asi. Sabia que todo habia terminado. Pero pense que tal vez Leila podia lastimarse a si misma. Sera mejor que me quede con ella hasta que pueda localizar a Elizabeth. Dios, estoy tan ebrio. El ascensor. El piso de Leila. La puerta estaba abierta. Leila gritaba.

Scott se inclino hacia delante y pregunto:

– ?Que esta gritando, Ted?

– «?No! ?No!» -Ted temblaba y movia la cabeza de un lado a otro como si no pudiera creer lo que veia.

»Abro bien la puerta. La habitacion esta a oscuras. La terraza. Leila. Sostente. Sostente. Ayudala. ?Sostenia! ?No la dejes caer! ?No dejes caer a mami!

Ted comenzo a llorar… Un llanto profundo, desgarrador, que llenaba el cuarto. Contorsionaba el cuerpo con movimientos convulsivos.

– Ted, ?quien le hizo eso?

– Manos. Solo manos. Ella se ha ido. Es mi padre. -Se le quebro la voz-. Leila esta muerta. Papa la empujo. Papa la mato.

El psiquiatra miro a Scott.

– No obtendra nada mas por ahora. O es todo lo que sabe o sigue sin poder enfrentarse a la verdad.

– Eso es lo que temia -susurro Scott-. ?En cuanto tiempo se recuperara?

– No tardara mucho. Sera mejor que descanse un poco.

John Whitley se puso de pie.

– Ire a ver a la senora Meehan. Vuelvo en seguida.

– Quisiera ir contigo. -El camara estaba guardando su equipo-. Deja la pelicula en mi oficina -le dijo Scott. Luego se volvio hacia su asistente-: Quedate aqui. No dejes que el senor Winters se vaya.

La enfermera jefe de la unidad de vigilancia intensiva parecia muy excitada.

– Doctor, estabamos por ir a buscarlo. La senora Meehan parece estar saliendo del coma.

– Volvio a decir la palabra «voces» -anuncio Willy Meehan esperanzado-. Y con claridad. No se a que se referia, pero trataba de decir algo.

– ?Eso significa que esta fuera de peligro? -le pregunto Scott al doctor Whitley.

Este estudio su tabla de anotaciones y le tomo el pulso. Respondio en voz baja para que Willy Meehan no lo oyera.

– No necesariamente. Pero es un buen signo. Si sabes alguna plegaria comienza a rezar, ahora.

Alvirah abrio los labios. Miraba hacia delante y clavo la mirada en Scott hasta poder distinguirlo con claridad. Tenia una expresion de urgencia.

– Voces -susurro-. No era.

Scott se inclino sobre ella.

– Senora Meehan, no comprendo.

Alvirah se sintio igual que cuando limpiaba la casa de la vieja senora Smythe. La senora Smythe siempre le decia que corriera el piano para poder barrer detras. Era como tratar de empujar el piano, pero mucho mas pesado. Queria decirles quien la habia herido, pero no recordaba como se llamaba. Lo podia ver con claridad, pero no recordaba el nombre. Con desesperacion, trato de comunicarse con el sheriff.

– No fue el doctor quien me hizo esto… No era su voz… Otra persona… -Cerro los ojos y sintio que se quedaba dormida.

– Esta mejorando -dijo Willy Meehan con alegria-. Esta tratando de decirles algo.

«No era el doctor… No era su voz… ?A que diablos se referiria?», se pregunto Scott.

Corrio hasta el cuarto donde Ted lo aguardaba. Estaba sentado con las manos cruzadas.

– Abri la puerta -dijo sin expresion-. Unas manos sostenian a Leila sobre la balaustrada. Puede ver el saten blanco que flotaba en el aire y como agitaba los brazos…

– ?No viste quien la tenia en brazos?

– Todo fue tan rapido. Creo que trate de gritar, pero ya habia caido y sea quien fuere el que la arrojo, se habia ido. Debio de haber salido corriendo por la terraza.

– ?Recuerdas que tamano tenia?

– No, era como si estuviera viendo a mi padre cuando le hizo eso a mi madre. Incluso vi la cara de mi padre. - Alzo la mirada-. No te he ayudado en nada; ni a mi, ?verdad?

– No, no me has ayudado en absoluto -respondio Scott bruscamente-. Quiero que hagas una asociacion libre. «Voces». Dime lo primero que se te ocurra.

– Identificacion.

– Continua.

– Unicas. Personales.

– Sigue.

Ted se encogio de hombros.

– La senora Mechan. Ella saco varias veces el tema. Al parecer tenia la idea de tomar clases de fonetica y armo una discusion sobre acentos y voces.

Scott penso en lo que Alvirah habia susurrado. «No era el doctor… No era su voz…» Mentalmente, repaso las conversaciones que Alvirah habia grabado. Identificacion. Unicas. Personales.

La voz del baron en la ultima cinta. De repente, contuvo el aliento.

– ?Ted, recuerdas alguna otra cosa que haya dicho la senora Meehan acerca de las voces? ?Algo sobre Craig imitando la tuya?

Ted fruncio el entrecejo.

– Me pregunto acerca de una historia que habia leido hace anos en la revista People… Que Craig solia contestar mis llamadas durante la universidad y que las muchachas no se daban cuenta de la diferencia. Le dije que era cierto. Que en la universidad Craig nos entretenia a todos con sus imitaciones.

– Y ella trato de que le hiciera una demostracion y el se nego. -Scott vio la mirada de sorpresa y meneo la cabeza con impaciencia-. No importa como lo supe, pero eso era lo que Elizabeth queria que notara al escuchar las cintas.

– No se de que estas hablando.

– La senora Meehan le insistia a Craig para que imitara tu voz. ?No te das cuenta? No queria que nadie pensara que es un buen imitador. El testimonio de Elizabeth en tu contra se basa en el unico hecho de haber oido tu voz. Elizabeth sospecha de el, y si el se da cuenta, ira tras ella.

Alarmado, cogio a Ted de un brazo.

– ?Vamos! -le grito-. Tenemos que apresurarnos antes de que sea demasiado tarde. Mientras corria hacia la salida, le grito las ordenes al patrullero-: Llama a Elizabeth Lange a «Cypress Point». Dile que se quede en su cuarto y que cierre la puerta con llave. Envia otro patrullero para alla.

Corrio por el vestibulo con Ted pisandole los talones. Ya en el coche, Scott conecto la sirena. «Es demasiado tarde para ti -penso mientras en su mente se dibujaba la imagen del asesino-. Matar a Elizabeth no te ayudara en nada…»

El automovil corria por la autopista entre Salinas y Pebble Beach. Scott daba instrucciones por radio. Mientras Ted escuchaba, el impacto de lo que oia penetro en su conciencia; las manos que habian sostenido a Leila por encima de la balaustrada se convirtieron en brazos, un hombro, tan conocido como el suyo, y al darse cuenta de que Elizabeth estaba en peligro, apreto los pies contra el suelo en un esfuerzo inutil por hacer contacto con un acelerador imaginario.

?Ella habia estado jugando con el? Por supuesto que si. Pero al igual que los demas, lo habia subestimado. Y, como los demas, pagaria por ello.

Con metodica calma, se quito la ropa y abrio la maleta. La mascara estaba encima del traje de neopreno y de la botella de oxigeno. Le hacia gracia recordar como, en el ultimo momento, Sammy lo habia reconocido a traves de las gafas. Cuando la llamo imitando la voz de Ted, ella corrio a su encuentro. Pero toda la evidencia que habia planeado con tanto cuidado, incluso el nuevo testigo, no habian convencido a Elizabeth.

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