atropellaba al hablar y luchaba para que no le brotaran lagrimas. A mi me parecia todavia increible que ella hubiera reaccionado de ese modo tan abrupto y desproporcionado, pero escuche en la confusion de acusaciones la palabra «juicio» y de pronto, lentamente, todo parecio adquirir otro sentido. Un sentido mas sordido y mezquino. Recorde que pocos dias atras ella me habia visto firmar varios contratos de traducciones. Recorde que la habia enviado al correo con esos contratos y que nada impedia que ella hubiera espiado las cifras durante el trayecto. Recorde que en la correspondencia por e-mail yo habia discutido algunas veces los montos de mis liquidaciones. Yo habia sido siempre especialmente generoso con ella, era mi manera de demostrarle que estaba contento con su trabajo. Y Luciana me veia viajar y aceptar invitaciones de distintos paises. Debia suponer que era poco menos que millonario.
– Ella me dijo que durante esa discusion no penso verdaderamente en hacer una demanda, que fue una amenaza en el aire. Y que recien despues la convencio su madre. ?Usted cree acaso que todo era parte de un plan? ?Que ella pudo ser tan calculadora?
– Acabo de leer el cuento de hadas y ogros que le conto a usted -dijo con frialdad-. ?No le parece curioso que se haya olvidado tantos detalles? Puede preguntarle a ella sobre cada cosa que acabo de contarle. ?O usted cree que yo podria abalanzarme sobre una mujer sin dar ni recibir ningun indicio? Fue la primera y la unica vez en mi vida que me paso algo asi: no podia entender lo que habia pasado. No me refiero al rechazo, sino a la reaccion tan extrema. Lo unico que le daba algun sentido a toda la situacion era aquella amenaza de un juicio. A mi tambien me costaba creerlo al principio. Despues de que se fue cien veces volvi a preguntarme si habia hecho algo tan grave. Solo habia querido besarla. Una vez. Yo tambien pense que debia ser una amenaza en el vacio. Pero la carta documento llego. Sin duda que llego, dos dias despues. La abri a solas en mi estudio. Cuando vi la letra manuscrita y la suma absurda que reclamaba pense todavia que era algo hecho en un impulso, despues de irse aquel dia, una bravata. La primera frase, con la acusacion por acoso sexual, casi me hizo saltar de indignacion. Pero me parecia una acusacion tan demencial que ni siquiera pense en contestarla. Simplemente la rompi en pedazos para que mi mujer no la encontrara. Le habia dicho a Mercedes que Luciana no vendria mas porque habia tomado un trabajo de horario completo y aunque le extrano que no se hubiera despedido de Pauli, no hizo demasiadas preguntas. Pauli, en cambio, no dejaba de hablarme de ella. Paso un mes sin que nada mas ocurriera y pense que todo aquello habia quedado atras. Pero el cartero volvio a tocar el timbre otra manana. Yo estaba encerrado en mi estudio y mi mujer, para no interrumpirme, bajo a firmar por mi. Cuando golpeo la puerta ya habia leido, por supuesto, el remitente. Dejo la carta sobre mi escritorio y se cruzo de brazos detras de mi, a la espera de que la abriera. Creo que vio al mismo tiempo que yo la primera frase, que estaba repetida con la misma letra, como si la carta que yo habia roto hubiera vuelto intacta. Vio esas dos palabras, la acusacion infame, y me la arranco de las manos. Yo supe que era el comienzo de la verdadera pesadilla. Cuando termino de leerla Mercedes temblaba de odio y de felicidad. Era la oportunidad que habia buscado durante mucho tiempo. La oportunidad de irse y arrancarme a Pauli. De llevarsela para siempre. Mientras me gritaba y me insultaba levantaba la carta y me repetia que la iba a guardar, para que Pauli pudiera saber cuando creciera quien era verdaderamente su papito. Por supuesto, no me permitio explicarle nada. No queria escuchar ninguna explicacion y creo que yo tampoco hubiera tenido en ese momento las fuerzas necesarias. Ya le habia mentido el dia que se fue Luciana y a sus ojos esto solo podia significar que era culpable. Yo estaba anonadado, enmudecido, como si ya se hubiera puesto en marcha una catastrofe y solo me quedara aguardar a las consecuencias. Nuestro matrimonio, en realidad, hacia mucho tiempo que estaba terminado. Pero antes de hablarle de Mercedes, para ser justo con ella, deberia mostrarle algo -dijo de pronto, y se levanto de su sillon-. Si logro encontrarlo. O mejor venga, venga conmigo -dijo, y mientras esperaba a que yo me pusiera de pie senalo una de las arcadas hacia donde se bifurcaba por dentro la casa.
SIETE
Me levante detras de el y lo segui por un corredor ancho, con pisos de roble, donde desembocaban varias puertas, que estaban todas cerradas. Abrio la ultima y entramos a su estudio. Vi antes que nada un gran ventanal que daba a un jardin hundido, inesperado, con algunos arboles y enredaderas que alcanzaban todas las paredes. Dentro del cuarto, que recibia la ultima luz del jardin, habia un escritorio inmenso desbordado de libros y papeles, con dos filas de cajones y una silla de madera giratoria. En un desfiladero libre entre las pilas de libros, se veia una computadora portatil con la pantalla iluminada. Parte de los papeles y mas y mas libros parecian haber aterrizado en distintas epocas sobre una mesa en el centro de la habitacion, en un limbo caotico y cada vez mas atestado. Kloster me mostro la unica silla y empezo a abrir, uno por uno, los cajones del escritorio. Por fin parecio dar con lo que buscaba y extrajo de lo hondo de un cajon una revista de programas de television, un poco arrugada por el paso del tiempo, con la foto de una actriz que yo no recordaba en la tapa.
– No guarde fotos de Mercedes pero aqui la tiene, tal como era cuando la conoci -dijo Kloster, y me extendio la revista. Comprendi que era su manera de explicarme por que se habia casado con ella, cual habia sido la unica razon, una razon equivocada pero disculpable. Aunque por la distancia de los anos el peinado se veia algo ridiculo, la cara y los ojos vencian y capturaban la mirada. El rictus sensual de la boca lograba todavia su efecto, y el cuerpo, que se dejaba ver con una negligencia estudiada, daba en la plenitud de sus curvas la nota mas alta. Imagine que habria sido realmente dificil dejar de fijarse en ella. Kloster, que habia encendido una lampara, fue hasta el ventanal y se quedo de pie, de espaldas a mi, mirando hacia afuera el jardin cada vez mas oscuro, como si quisiera mantenerse alejado de esa imagen.
– Muy poco despues de casarnos, antes de que naciera Pauli, yo habia advertido en Mercedes los primeros signos de su… desequilibrio. Llegue a proponerle la separacion pero ella me amenazo en ese momento con suicidarse si yo la abandonaba. Verdaderamente le crei. Tuvimos una suerte de tregua y ella aprovecho, con esa astucia de la desesperacion, para quedar embarazada. Tuvo un embarazo atroz, con una serie de complicaciones que yo no alcanzaba a saber si eran reales o inventadas. Cuando Pauli nacio, Mercedes quedo exanime, tendida en la cama, durante un mes entero. Tenia aversion por su bebe. No queria que yo se la acercara. No queria ni tocarla. A duras penas lograba convencerla de que la retuviera en brazos el tiempo suficiente para amamantarla. Decia que Pauli la habia vaciado por completo y ahora todavia seguia succionando de ella lo poco que le quedaba. Era impresionante de ver, porque realmente algo parecia haberse retirado para siempre de ella durante aquel embarazo. Sus facciones al engordar se habian disuelto, los rasgos quedaron en una extrana deriva y su cuerpo no conseguia recobrar las formas. Peor aun, cuando por fin volvio a levantarse empezo a comer con la determinacion fria de un automata, como si quisiera hacerse el mayor dano posible. Y todo lo que habia sido su belleza estaba ahora sobreimpresa, como si hubiera volado para posarse intacta, en la carita de Pauli. Nunca habia visto yo antes un parecido tan extremo, definido de una manera tan temprana, en un bebe. Era identica a su madre, a lo que habia sido Mercedes en su momento mas radiante, cuando yo la conoci. Finalmente Mercedes logro aceptarla, pero en el tiempo que habia pasado Pauli se habia acostumbrado a estar en mis brazos, y lloraba cada vez que ella intentaba alzarla. Esto, por supuesto, no ayudaba mucho. La convenci de que empezara un tratamiento psicologico y por un tiempo, en la superficie, las cosas parecian ir mejor. Hizo un esfuerzo por reconquistarla y logro que al menos Pauli ya no llorara cuando se quedaba a solas con ella. Hizo tambien un esfuerzo por adelgazar, que no le dio muchos resultados. A partir de un momento, esto ya no parecio importarle: habia decidido que no volveria a trabajar. En realidad, solo la absorbia por completo una cosa: disputarme a Pauli. Yo me habia ocupado noche y dia de ella durante el primer tiempo y estaba, naturalmente, mas apegada a mi. A la vez, yo adoraba a esa bebita, con una clase de amor violento, absoluto, que nunca habia sentido por nada ni por nadie. Tampoco por Mercedes, y ella lo sabia. No conseguia ocultar los celos y trataba por todos los medios de intrigar para separarme de ella. La primera palabra que dijo Pauli fue «papa» y Mercedes me acuso de habersela ensenado en secreto, a sus espaldas, solo para mortificarla. En su locura creia que verdaderamente estabamos librando una batalla. Las cosas empeoraron porque durante un largo tiempo Pauli no aprendio a decir «mama». Adverti entonces los primeros sintomas de algo que me aterraba demasiado para reconocerlo de inmediato: Pauli temia quedarse a solas con ella. Empece a notar marcas en la piel, rasgunos, a veces un moreton. Solo ocurria cuando Pauli se quedaba a solas con su madre. Y siempre habia una explicacion perfectamente razonable, porque Mercedes era, a su manera, muy astuta. A veces se anticipaba y me contaba que Pauli habia tenido un accidente, o que se habia rasgunado ella misma con las unitas demasiado crecidas. Fingia preocuparse todavia mas que yo por cada una de estas pequenas lastimaduras. Pero me di cuenta de que le dejaba al alcance de la mano su taza de cafe caliente, o que no hacia el primer movimiento para detenerla cuando gateaba hacia la escalera. Parecia buscar, de una manera y otra, que Pauli se accidentara. Pero