mas quiza porque en aquel momento estaba pensando en otra cosa. En aquel instante, uno de los especialistas, no se cual de ellos, expreso la sugestion de valerse de un microscopio. Cramer la acogio en el acto: Dio orden de que Erskine y Dexter.-que estaban sometidos a interrogatorio en otra dependencia, viniesen inmediatamente a la habitacion de la fachada, se traslado a ella en compania de Purley y mia. Cramer se puso delante de los re unidos y despues de llamar su atencion, cosa nada dificil, empezo a decir:

– Hagan ustedes el favor de escucharme atentamente, para percatarse de lo que pregunto. La prueba…

– ?Esto es una impertinencia! -salto Breslow-. ?Ya hemos contestado a toda clase de preguntas! Nos hemos dejado registrar y hemos dicho todo lo que sabemos…

– Pongase usted a su lado -le dijo Cramer a un policia- y si no se calla, hagale usted callar.

El agente se dirigio hacia el y Breslow corto sus voces.

– Ya estoy harto de lamentaciones de inocentes ofendidos -continuo Cramer con una rudeza y una furia como jamas las habia visto en el-. Durante seis dias les he venido tratando a ustedes con tantas consideraciones como si fueran ninos de teta, porque ustedes son gente importante y tal, pero esto se ha terminado. De la muerte de Boone es posible que les considerara antes inocentes a todos ustedes, pero ahora ya se que uno no lo es. Uno de ustedes mato a esa mujer y no es aventurado suponer que es el mismo que asesino a Boone.

– Perdone, inspector -dijo Frank Thomas Erskine en fono seco-. Ha formulado usted una afirmacion de la cual quiza tendra que arrepentirse. ?Que me dice de ese hombre que el senor Winterhoff ha visto…?

– Si, ya he oido hablar de esto -respondio Cramer sin soltar prenda-. Por el momento me atengo a la manifestacion que les he hecho, y les anadire que el comisario de policia la confirma. Cuanto mas trabas me pongan ustedes, tanto mas tiempo perderemos aqui. Se ha dado cuenta a sus familias de donde estan ustedes y por que. Uno de ustedes se imagina que me podra hacer condenar a veinte anos de carcel, porque no le dejo telefonear a todos sus amigos y abogados. Pues bien, yo le digo que no telefoneara. -Cramer hizo una mueca y pregunto-: ?Comprenden ustedes la situacion?

Nadie contesto.

– Ahora van a ver ustedes lo que he venido a decirles. El pedazo de caneria con que Phoebe Gunther fue asesinada ha sido examinado en busca de huellas digitales. No hemos encontrado ninguna apreciable. Se trata de un tubo viejo con la capa de galvanizado medio desprendida y tiene manchas de pintura y de otras materias mas o menos extendidas por el. Imaginamos que cualquier persona que agarrase aquel tubo con la fuerza suficiente para hendir un craneo debe de haber recogido particulas de pintura en las manos. No me refiero a manchas visibles, sino a particulas demasiado pequenas para que se las pueda distinguir a simple vista. No conseguirian ustedes desprenderse de ellas frotandose las manos en la ropa. Habra que efectuar este examen con un microscopio. No quiero llevarles a todos al laboratorio y por ello he mandado que traigan un microscopio aca. Les solicito a ustedes que permitan este examen de sus manos, asi conto de sus ropas y panuelos.

– Oiga, Inspector -dijo la senora Boone-; yo me he lavado las manos. Fui a la cocina a ayudar a preparar bocadillos, y como es natural me lave las manos.

– ?Lastima! -gruno Cramer-; pero aun asi podemos probar. Algunas de las particulas pueden no haberse desprendido de las grietas de las manos ni siquiera con el lavado. Denle ustedes las respuestas afirmativas o negativas al sargento Stebbins, Yo estoy demasiado ocupado ahora.

Cramer salio de la habitacion y volvio al comedor. En este punto me percate de que me convenia un rato de meditacion, fui al despacho y le anuncie a Wolfe que esta ria en mi habitacion, por si me necesitaba. Permaneci en ella por espacio de media hora. El microscopio llego a la una de la madrugada. Mientras tanto no habian dejado de ir y venir los coches de la policia y por mera coincidencia pude ver, desde la ventana, que de uno de ellos salia un hombre con una gran caja. Me bebi la leche y baje al piso inferior.

Capitulo XXI

No tenia necesidad alguna de haber bajado, porque en tal habitacion fue donde se efectuo el examen de las manos. El especialista del microscopio requeria un lugar tranquilo. En todas partes habia bullicio, exceptuando la alcoba de Wolfe donde el se opuso a que entrase nadie. De esta suerte, los examinandos tuvieron todos que subir los dos pisos El aparato, dotado de una luz especial, fue instalado en mi mesa. En la habitacion estabamos cinco personas: los dos especialistas, el policia que introducia y se llevaba a cada uno de los sujetos, el examinando de turno y yo, que estaba sentado en la esquina de la cama.

Mi permanencia en la alcoba se debia en parte a que me repugnaba ceder mi habitacion a extranos y en parte a que, dentro de mi tozudez, me resistia a admitir mi incapacidad para recordar la cara del asesino de Phoebe. Por esta ultima razon hubiera apostado en favor de la teoria de Winterhoff del hombre vestido de oscuro y dado a la fuga. Sentia necesidad de volverles a mirar la cara a todos. Estaba persuadido de que al mirar derechamente al rostro del asesino, me daria cuenta de que era el. Tal procedimiento, del cual no me habria atrevido a informar a Wolfe, era enteramente nuevo en la investigacion criminal, pero yo me aferraba a el. Asi, pues, me sente en la esquina de la cama y fui mirando fijamente a las caras, mientras los especialistas miraban a las manos.

La primera fue la de Nina Boone: palida, cansada y nerviosa.

La segunda fue la de Don O’Neill: agraviado, impaciente y curioso. Los ojos inyectados en sangre.

La tercera, Hattie Harding: Inquieta y con los ojos mucho menos seguros que cuatro dias atras cuando la vi en su despacho.

La cuarta, Winterhoff: distinguido, afectado y rigido.

La quinta, Erskine padre. Actitud de tension y de determinacion.

La sexta, Alger Kates. Afligido y propenso a llorar. Ojos hundidos.

La septima, la senora Boone. Esforzada en mantenerse firme, pero moral y fisicamente derrumbada.

La octava, Salomon Dexter. Bolsas grandes debajo de los ojos. Despreocupado; muy resuelto.

La novena, Breslow: labios apretados con ira y ojos de cerdo rabioso. Fue el unico que me miro a mi en vez de hacerlo a su mano, mientras la tenia sometida a la luz y a las lentes.

La decima, Ed Erskine: sarcastico, esceptico y libre de la jaqueca.

Los especialistas, durante el examen, no se habian entregado a ninguna exclamacion de complacencia ni de sorpresa, y yo tampoco tuve ocasion de hacerlo en mi investigacion particular. Sus unicas palabras habian sido para dirigirse a los examinandos, diciendoles que se estuviesen quietos e indicandoles la posicion adecuada y habia intercambiado breves comentarlos en voz baja. Cuando el ultimo, Ed Erskine, fue llevado fuera de la alcoba, les pregunte:

– ?Habia jabon?

– Le daremos cuenta solo al inspector -dijo uno de ellos con bastante rudeza.

– Debe de ser magnifico -respondi yo- esto de estar en posesion de los secretos de la policia. ?Por que se figuran que Cramer me ha dejado subir y estar sentado aqui? ?Para que no me enterase de nada?

– No cabe duda -respondio el otro- de que el inspector le enterara de nuestros hallazgos. Baja y dile lo que hemos encontrado, Philips.

Yo empezaba a sentirme inquieto, y por ello, dejando mi alcoba a su suerte, baje con Philips. Me causo singular impresion el ver a toda aquella gente extrana andorrear por la casa como si fuese suya. Calcule el efecto que ello le produciria a Wolfe. Philips corrio hacia el comedor, pero Cramer no estaba alli y yo le guie al despacho. Wolfe estaba sentado ante su mesa acompanado del comisario, del fiscal del distrito y de los agentes del F.B.I. Todos estaban mirando a Cramer que les hablaba. Se interrumpio al ver llegar a Philips.

– ?Que?

– El examen microscopico de las manos ha resultado negativo, inspector -dijo el.

– Digale a Stebbins que coja los guantes y los panuelos de todo el mundo y que se los de a usted, incluyendo los bolsos denlas senoras. Digale que lo recoja todo. Tambien el contenido de los bolsillos de los gabanes. No, mejor es que le manden los gabanes y los sombreros y que sea usted quien examine su contenido. Por el amor de Dios, no mezcle nada.

– Si, senor -asintio Philips dando la vuelta y marchandose.

Como no crei que sacase nada en claro de contemplar los rostros, los panuelos y los guantes, me dirigi al comisario de policia y le dije:

– Si no le molesta, le dire que esta es mi silla.

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