Kates se sento y miro. Luego se puso en pie de un salto, se volvio de espaldas a Wolfe y grito con todas sus fuerzas.

– ?Senor Dexter, senor Dexter! ?Venga usted en seguida!

– Callese -dijo Cramer cogiendole del brazo-. ?Basta de gritos! ?Para que quiere usted a Dexter?

– Haganle venir. Si quieren que deje de gritar, traiganle aca -dijo Kates con voz temblorosa-. Ya le dije a el que ocurriria algo asi. Le aconseje a Phoebe que no entrase en tratos con Nero Wolfe. Le dije que no viniese esta noche…

– ?Cuando le dijo usted que no viniese esta noche? -salto Cramer.

Kates no contesto. Se dio cuenta de que le tenian cogido del brazo, miro a la mano con que Cramer le prendia y dijo:

– Suelteme, suelteme le digo.

Cramer lo hizo asi. Cramer se dirigio a una silla que habia al otro lado del despacho y se sento apoyando el menton en la mano. Su actitud queria indicar que rompia las relaciones con nosotros.

– Por si le interesa -le dije yo a Cramer- le dire que yo estaba en este despacho cuando Rowcliffe le interrogo. Kates dijo que se encontraba en el piso de su amigo, en la calle 11, donde reside, y la senorita Gunther le telefoneo para decir que la acababan de informar de que tenia que personarse aqui y queria saber si a el se lo habian dicho tambien. El dijo que si, pero que no vendria y trato de convencerla de que no viniese tampoco. Cuando la senorita Gunther dijo que obedeceria, el dijo que lo haria tambien. Ya se que esta usted ocupado, pero si no lee usted los informes que le dan, se pegara muchos patinazos. Y si quiere usted que le de mi opinion gratis, le dire que esta no es la bufanda de la senorita Gunther, porque no es del estilo de su indumentaria. Ella jamas se hubiera puesto esta prenda. Y ademas tampoco pertenece a Kates. Mirele: traje gris, gaban gris, sombrero gris. No le he visto nunca de otro color que de gris, y si el quisiese continuar hablandonos podria usted preguntarselo.

Cramer corrio a la puerta que comunicaba con la habitacion de la fachada, la abrio bruscamente y grito:

– ?Stebbins, venga aca!

Purley vino en seguida y Cramer le dijo:

– Llevese a Kates al comedor. Traiga a los demas aca uno por uno, y a medida que terminemos con ellos, saquelos al comedor.

Purley se fue con Kates, quien no demostraba ningun desplacer por salir del despacho. Al instante entro un agente con la senora Boone. No le dijeron que se sentase. Cramer se enfrento con ella en medio de la habitacion, saco la bufanda, le dijo que la mirase bien, pero que no la tocase y luego le pregunto si la habia visto antes. Dijo que no, y aqui acabo la cosa. La sacaron del despacho y entro Frank Thomas Erskine, con quien se repitio el juego. Recogimos otras cuatro negativas y entonces le toco el turno a Winterhoff.

Con el, Cramer no tuvo necesidad de terminar la pregunta.

– ?De donde han sacado esto? -pregunto Winterhoff yendo a coger la bufanda-, ?si es mi bufanda!

– ?Oh! -exclamo Cramer dirigiendose hacia el-, Esto es lo que queriamos averiguar. ?La llevaba usted esta noche o la tenia en el bolsillo?

– Ni una cosa ni la otra. No la tenia. Esta es la bufanda que me robaron la semana pasada.

– ?Cuando de la semana pasada y donde?

– Aqui mismo. Cuando estuve aqui el viernes por la noche.

– ?Aqui, en casa de Wolfe?

– Si.

– ?La trajo usted aca?

– Si.

– Cuando descubrio usted que habia desaparecido, ?quien le ayudo a buscarla? ?A quien se quejo usted de su perdida?

– No hice tal cosa… Pero ?por que? ?Quien la tenia? ?Donde la han encontrado ustedes?

– Se lo explicare al punto. Ahora soy yo quien pregunta: ?A quien se quejo usted de su desaparicion?

– A nadie. No me di cuenta de su falta hasta que llegue a casa.

– ?No hizo usted mencion de ello a nadie?

– Aqui no. No sabia que me la hubiesen quitado. Debo de haberselo dicho a mi mujer. Claro, asi fue, ahora me acuerdo. Pero…

– ?Telefoneo usted al dia siguiente para preguntar por ella?

– No. ?Por que tenia que hacerlo? Tengo dos docenas de ellas. E insisto en que…

– Conforme, insista en lo que quiera -dijo Cramer calmoso, pero asperamente-. Puesto que esta es su bufanda y que se le ha interrogado acerca de ella, es justo informarle de que existen buenas pruebas de que con ella fue envuelta la tuberia con la que mataron a la senorita Gunther. ?Tiene algun comentario que hacer?

Winterhoff tenia la cara humeda de sudor, pero tambien la habia tenido antes en mi habitacion cuando le examinaban las manos. Es interesante hacer constar que el sudor no menoscababa su distincion, pero si redundaba en demerito de esta el que balbuceara, como ahora lo hacia. Cuando logro articular palabra, dijo:

– ?Que pruebas son estas?

– Particulas de la tuberia que hemos encontrado en esta prenda. Muchas. Forman una mancha.

– ?Donde la han encontrado?

– En el bolsillo de un gaban.

– ?De quien?

Cramer movio negativamente la cabeza.

– No hay motivo para revelarselo. Celebraria que no divulgase usted este interrogatorio, pero claro, lo hara usted igual. -Y volviendose hacia el policia dijo-: Llevele al comedor y digale a Stebbins que no traiga a nadie mas.

Winterhoff queria decir aun algo, pero le sacaron afuera. Cuando la puerta se cerro tras el, Cramer se sento, se puso las palmas de las manos en las rodillas, inspiro aire y lo expulso ruidosamente.

Capitulo XXIII

Se produjo un prolongado silencio. Mire al reloj: Eran las cuatro menos dos minutos. Mire al de mi pulsera. Marcaba las cuatro menos uno. A pesar de la discrepancia, me parecio prudente deducir que faltaba poco para las cuatro. A traves de las cerradas puertas del vestibulo y de la habitacion de la fachada nos llegaban leyes ruidos, que bastaban para hacernos presente que el silencio no lograba detener el curso del tiempo. Parecia que cada uno de aquellos rumores nos dijese: «Vamos, dense prisa, se hace tarde, aclaren las cosas.» El ambiente del despacho me parecio tan desesperanzado como desesperanzador.

– En fin -dije alegremente, deseoso de prestarle cierto optimismo-, parece que hemos dado un gran paso. Hemos eliminado al hombre fugitivo de Winterhoff.

Esta observacion no animo a nadie, lo cual me demostro lo patetico de nuestra situacion. Todo lo que ocurrio fue que el fiscal del distrito me mirase con una expresion que parecia indicar que yo tenia cara de no haberle votado en las elecciones.

– Winterhoff miente como un bellaco -dijo el comisario de policia-. No vio a nadie que saliese corriendo de esta casa. Se lo invento de arriba abajo.

– ?Por todos los santos, tengan presente que no perseguimos a un embustero, sino a un asesino! -exclamo el fiscal.

– Querria irme a la cama -susurro Wolfe-. Son las cuatro y estaran ustedes aturdidos.

– Claro que lo estamos -respondio Cramer-. Lo dice usted de una manera que da a entender que usted no lo esta.

– ?Yo? No, senor Cramer. No, por cierto. Pero me siento sonoliento y cansado.

Este debate hubiera acabado violentamente, si no se hubiese producido una interrupcion. Llamaron a la puerta y entro un policia, que se acerco a Cramer y le dijo:

– Hemos conseguido encontrar a otros dos taxistas, los que trajeron a la senora Boone y O’Neill. Pense que quiza querria usted verles, inspector,… Uno se llama…

Se paro en seco al ver la cara que ponia Cramer.

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