vecina a la ventana, bebiendo un vaso de leche, o por lo menos sosteniendolo en mi mano. Por importantes que sean los sucesos no suelen alborotarme; sin embargo, despues de aquel me veia en la necesidad de recapacitar sobre mis ideas. O quiza sobre mis sentimientos. Acababa en aquel instante de echar una mirada al campo de operaciones y la disposicion de las fuerzas igra la siguiente: Fritz estaba en la cocina preparando bocadillos y cafe y la senora Boone le ayudaba; siete de los invitados estaban desparramados por la habitacion de la fachada, acompanados por dos policias de la Brigada de Homicidios. La reunion no tenia nada de cordial, ni siquiera en cuanto afectaba a Ed Erskine y Nina Boone, que estaban sentados en el mismo sofa; el teniente Rowcliffe y un subordinado suyo estaban en el dormitorio de recurso de mi mismo piso, conversando con Hattie Harding, y tomando nota de sus manifestaciones; el inspector Cramer, el sargento Stebbins y otros dos de los suyos estaban en el comedor bombardeando a preguntas a Alger Kates. En el despacho Wolfe estaba sentado detras de su mesa; el comisario de policia lo estaba tras la mia; el fiscal del distrito en el sillon de cuero rojo y Travis y Spero, del F.B.I., completaban el circulo. De alli tendria, que salir la alta estrategia, si es que llegaba a salir. En la cocina habia otro policia, con la presumible intencion de impedir que la senora Boone saltase por la ventana y de que Fritz espolvorease con arsenico los bocadillos. Habia otros varios en los pasillos, en el subterraneo; en fin, en todas partes. Y aun otros que entraban y salian, trayendo noticias, recibiendo ordenes de Cramer o del comisario o del fiscal del distrito.

Los periodistas habian logrado infiltrarse a traves de las lineas, pero ahora volvian a estar al otro lado del umbral. En la calle seguian las luces supletorias que habian instalado y seguian deambulando por ella unos cuantos agentes, pero la mayoria de los especialistas de la policia, incluyendo los fotografos, se habian marchado ya. A pesar de ello, la muchedumbre, segun yo podia ver por la ventana junto a la cual tenia la silla, iba creciendo por momentos. La casa estaba en un lugar centrico y la noticia de aquella crisis espectacular en el caso Boone habia alcanzado a la gente que salia de los teatros y cines de Times Square. Aquella pequena reunion que Wolfe le habia encargado de preparar a Cramer se habia engrosado mucho mas de lo que se preveia.

En la acera se habia encontrado un pedazo de tuberia de un grosor de unos tres centimetros y unos cuarenta de largo. A Phoebe Gunther la habian golpeado con el en la cabeza cuatro veces. El doctor Vollmer certifico su muerte apenas llego. La senorita Gunther se habia producido tambien algunas erosiones al caer. Una de ellas, en la mejilla y la boca. Tales eran los resultados a que habian llegado los especialistas de la policia.

Llevaba sentado veinte minutos en la habitacion, dedicado a estas meditaciones, cuando observe que no habia ni una gota de leche, pero que tampoco se habia derramado del vaso ni una particula.

Capitulo XX

El hecho de que Wolfe y Cramer cooperasen en el esclarecimiento de un caso era realmente singular. Y no menos singular era que yo fuese la clave de el. En efecto, la suposicion mas admitida era que Phoebe habia llegado a nuestra casa, habia subido las escaleras de la puerta y que el asesino, o habia venido con ella o se habia aproximado a ella en el descansillo de la puerta y que la habia golpeado antes de que llamase al timbre, haciendola caer a la calle. Habia bajado luego a esta y la habia golpeado otras tres veces para asegurarse de su muerte, apoyando el cuerpo luego contra la puerta de hierro, donde nadie podia verle desde el descansillo sin abalanzarse y torcer el cuello; tampoco se le podia ver desde la acera por causa de la poca luz. Luego, como es natural, el asesino pudo haberse ido a casa y acostarse, pero se suponia que habia vuelto a subir los peldanos, habia llamado, yo le habia abierto y me habia hecho cargo de su sombrero y su abrigo.

Esta circunstancia me situaba a tres metros de Phoebe y su matador, y quiza aun a menos, en el momento en que ocurrio el crimen. Si por casualidad hubiese corrido la cortina de detras del -cristal de la puerta, hubiese podido presenciarlo. Tambien, segun tal hipotesis, yo habia saludado al asesino unos segundos despues del crimen. Como convine con Wolfe y Cramer, yo habia observado las caras de cada uno de los que llegaban para comprobar las reacciones que en ellas producia la tension del momento. Por esta razon tambien habia subido a mi alcoba; es decir, para evocar aquellas caras. Despues de hacerlo, tuve que reconocer que, contra lo esperado, me veia incapaz de senalar cual era el rostro, o los dos o tres rostros, que pertenecia con mayor probabilidad al hombre que un minuto antes habia machacado el craneo de Phoebe. Al oirlo, Wolfe suspiro y Cramer gruno como un leon decepcionado, pero yo no podia hacer mas.

Naturalmente, se me habia pedido formular una lista de las llegadas por orden cronologico y los intervalos que mediaban entre ellas. Yo no habia pulsado un reloj registrador cada vez que habia entrado uno, pero pude asegurar que mi lista era bastante precisa. Todos habian venido individualmente. Se partia de la idea de que si dos de ellos habian venido con corto intervalo -digamos, con dos minutos de diferencia o menos- el que venia delante podia estimarse como improbable. Pero no el que venia en segundo lugar, puesto que el asesino, al terminar el crimen y oir pasos o la proximidad de un taxi, podia haberse recogido contra la puerta, sumergida en la oscuridad, y esperar que el visitante hubiese subido los escalones y le hubiesen franqueado el paso y entonces subir el detras inmediatamente y sonar el timbre. De todas maneras no habia necesidad de realizar tal calculo de precision, puesto que, segun recordaba, ninguno de los intervalos habia sido inferior a tres minutos.

La situacion dentro de la lista de orden no significaba nada, porque tanta oportunidad habian tenido de cometer el crimen Hattie Harding, que habia llegado la primera, como Nina Boone, que habia venido la ultima.

Se habia interrogado a todos los visitantes por lo menos una vez, cogiendo por separado a cada uno y era probable que este juego continuase durante toda la noche. A no ser por el microscopio, como luego se vera. En las preguntas que se hicieron no habia posibilidad de coartada. Todos y cada uno de ellos habian puesto los pies a solas en el descansillo entre las 9,50 y las 10,40 y durante tal lapso de tiempo Phoebe Gunther habia llegado a la puerta y habia sido asesinada. La unica pregunta que cabia hacer en serio era: «?Toco usted el timbre tan pronto como llego, o mato a Phoebe Gunther antes?» Si contestaban que no vieron a Phoebe Gunther, que llamaron y que el senor Goodwin les abrio la puerta, ?que mas be podia preguntar? Si se sentia natural comezon de saber si cada uno llego en coche, en taxi, a pie, ya no se sabia adonde se iba a parar.

He dicho antes que la suposicion oficial era que el asesino habia vuelto a subir la escalera y habia entrado en la casa, pero debo dejar testimonio de otra de las hipotesis. La A.I.N. patrocinaba una explicacion diversa, inspirada por Winterhoff, la cual constaba de tres elementos. A saber:

1.? -El, Winterhoff, el hombre distinguido, llevaba en los zapatos unas suelas hechas de una composicion tan silenciosa como la goma, y por tal razon producia muy poco ruido al andar.

2.? -Winterhoff sentia repugnancia a tirar nada en la calle, ni siquiera una colilla de cigarrillo.

3.? -Vivia en la East End Avenue. Su esposa e hijas usaban su coche y el chofer aquella noche. Si podia evitarlo, el nunca recurria a los taxis para precaverse contra la insolencia de los taxistas en esta epoca de carestia de tales vehiculos. De esta suerte, cuando el telefono le llamo para requerir su presencia en la oficina de Wolfe, cogio el autobus de la segunda avenida hasta la Calle 35 y siguio el camino a pie.

Al acercarse a la casa de Wolfe desde el Este, con sus zapatos silenciosos, se detuvo a unos veinticinco metros de la puerta, porque el pitillo llego a su termino y observo que en la acera habia un cenicero Mato el cigarrillo en ella; estaba casi de espaldas a la acera cuando vio a un hombre salir de una verja en direccion contraria, hacia el rio, con cierta presteza. Habia continuado su camino hacia casa de Wolfe y observo que de ella debia de haber salido probablemente aquel hombre, pero no llevo su examen hasta el punto de inclinarse por encima de la baranda de la escalera y mirar al cercado Lo mas que podia aclarar respecto de aquel hombre huidizo era que llevaba un traje oscuro y usado y que ni era un gigante ni un pigmeo.

Y, cosa curiosa, se habia presentado una corrobora clon de esta teoria Pe enviaron dos policias a comprobar su veracidad. Volvieron al cabo de media hora y dieron cuenta de que en una verja que distaba exactamente veinticuatro pasos de la puerta de Wolfe habia un cenicero. No solo esto: En la parte superior de las cenizas habia una colilla y su estado y ciertas tiznaduras en el interior del cenicero hacian verosimil que la hubiesen apagado frotandola contra, el interior del recipiente. Ademas traian consigo la colilla.

Winterhoff no habia mentido: Se habia detenido a matar su pitillo en un cenicero y ademas habia precisado exactamente las distancias. Desgraciadamente no era posible comprobar lo referente al fugitivo, porque en aquellas dos horas este andaria ya muy lejos.

No puedo decir si Wolfe y Cramer dieron entero credito a la historia; yo tampoco podia determinar si se lo concedia, porque desde el momento en que alumbre con mi lampara el cadaver de Phoebe me sentia trastornado. Cramer, al oir esta explicacion que le transmitio Rowcliffe, despues de interrogar a Winterhoff, se limito a grunir,

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