de habernos robado hasta la, camisa, se preparaba para arrancarnos la misma piel. No se hacia alusion alguna al homicidio, pero se desprendia de aquella proclamacion que puesto que la A.I.N. estaba entregada a la tarea de salvar al pais de las perfidas conspiraciones de la O.R.P., era tonteria imaginar que tuviese nada que ver en el crimen.
Uno de los problemas que se me plantearon el lunes fue el conseguir efectuar las llamadas telefonicas que debia, dado el gran numero de personas que me telefonearon a mi. A pesar de estas dificultades comence la tarea tratando de comunicar con Phoebe Gunther. No lo consegui cuando llame al piso de la calle 55. A las nueve y media lo intente en la oficina de la O.R.P. y se me dijo que no habia llegado aun y que nadie sabia si tenia que ir. A las diez y media se me informo de que si estaba, pero con el senor Dexter y que llamase mas tarde. Antes del mediodia llame otras dos veces y seguia con el senor Dexter. A las doce y media habia salido a almorzar, a pesar de que se le habia dado recado de que me telefonease. A la una y media aun no habia vuelto. A las dos se me dijo que no volveria y nadie sabia donde paraba. Por lo visto toda la O.R.P. en peso, desde, el director a las telefonistas, sabian que Nero Wolfe estaba a sueldo de la A.I.N. y procedian en consecuencia. Cuando intente ponerme en comunicacion con Dorothy Unger, la taquigrafa que habia telefoneado a Don O’Neill el sabado a proposito de aquel sobre equivocado, me dijeron que en la vida, habian oido hablar de ella.
Las llamadas que me hicieron a mi no arrojaron informaciones mucho mas ilustrativas. Las personas que me telefonearon a proposito de las cartas que Wolfe habia cursado acerca del hallazgo de los cilindros, demostraron, con la diversidad de sus pareceres, que la A.I.N. no era un frente tan compacto como su anuncio en el periodico queria significar. Winterhoff sostenia que era injustificado el afirmar que el hallazgo de los cilindros reivindicase la posicion de la senorita Gunther y que, por el contrario, reforzaba la sospecha de que esta mentia porque el talon del paquete se le habia remitido a Don O’Neill bajo un sobre de la O R. P. Breslow, ?como no?, estaba de mal humor, hasta el punto de que telefoneo dos veces, una por la manana y otra por la tarde. Lo que le incomodaba era que hubiesemos divulgado la noticia de los cilindros y afirmaba que en interes de la justicia teniamos que haberla reservado para nosotros y la policia. Nos acuso de tratar de dar la impresion de que nos ganabamos el sueldo, exhortandonos al mismo tiempo a que no pensasemos sino en coger al criminal y probar su delito.
La misma familia Erskine demostraba profesar opiniones encontradas: Frank Thomas Erskine, el padre, no tenia queja ni observacion que formular y solo deseaba que se le proporcionase el texto de lo que decian los cilindros. No se indigno, sino que se asombro de la respuesta negativa. Desde su punto de vista estaba claro que si Wolfe realizaba un trabajo a sueldo de la A.I.N., cualquier informacion que consiguiese en el venia a ser de propiedad de la misma, y que todo intento de sustraer esta informacion de su dominio era una felonia malevola y perversa. En este sentido estuvo insistiendo Erskine hasta que se convencio de que no habia nada que hacer.
El hijo, Ed, fue el de la llamada mas corta y mas divertida. Todos los demas habian pedido hablar con Wolfe y no conmigo. Pero el dijo que no le importaba, porque todo lo que queria era hacerme una pregunta. «?Que pruebas hay de que O’Neill recibiese el talon por el procedimiento que el dice?» Le dije que las unicas de que disponiamos, aparte haber examinado el sobre, eran las afirmaciones del interesado, pero que naturalmente, la policia estaba confrontandolas y que mejor era que se dirigiese a ella. Dijo que muy agradecido y colgo.
Me pase el dia esperando una llamada de O’Neill, pero esta no se produjo. Transcurrieron las horas, llego el ocaso y encendi las luces. Antes de ir a cenar, decidi intentar de nuevo hablar con Phoebe y me dirigi telefonicamente a. su casa, pero no estaba. La comida se prolongo mas aun de lo corriente, lo cual suele Suceder cuando Wolfe se encuentra desorientado. Consume tanta energia apartando de si los pensamientos importunos y tratando de tenerme quieto, que tiene que comer mucho mas de lo normal.
Despues de cenar, de vuelta al despacho, volvi a llamar a la calle 55 con el mismo resultado negativo. Me encontraba yo tendido en el divan planeando alguna especie de sacudida que lograse precipitar a Wolfe hacia la actividad, cuando sono la campanilla, corri a la puerta y la abri de par en par sin mirar por la rejilla. Me sentia dispuesto a recibir a todo el mundo, incluso a Breslow. Entraron dos hombres. Les dije que dejasen el sombrero y el gaban y desde la puerta del despacho anuncie:
– El inspector Cramer y Salomon Dexter.
Wolfe suspiro y dijo con un hilo de voz:
– Que pasen.
Capitulo XVIII
Salomon Dexter era un escandaloso. Admito que sus funciones de director accidental de la O.R.P., en las que iba anejo el misterio del asesinato de su predecesor en el cargo, le daban ocasion bastante para gritar y vociferar, pero a Wolfe no le gusta esta especie de personas. Por ello fruncio el ceno cuando despues de un breve saludo y sin preambulo alguno, Dexter estallo:
– ?No lo comprendo en absoluto! He pedido informes de usted al F.B.I. y al Ejercito y me los han dado intachables, con las expresiones mas halagadoras. ?Y aqui le veo liado con la banda mas infame que existe de farsantes y asesinos! ?Que demonios se propone usted?
– Tiene usted los nervios de punta -dijo Wolfe.
– ?Que tienen que ver mis nervios con todo esto?- volvio a vociferar Dexter-. Se ha cometido el crimen mas repugnante que recuerda la historia de nuestro pais, detras de el esta esa partida de sin verguenzas y cualquiera que se relacione…
– ?Basta!-corto Wolfe-. No me grite usted. Esta usted excitado. Quiza tiene usted razones para estarlo, pero el senor Cramer no tenia que haberle traido aca hasta que se encontrase mas apaciguado. ?Que quiere este senor, Cramer? ?Se le ofrece algo?
– Si -gruno Cramer-… Se imagina que es usted quien ha planeado este lio de los cilindros. Dice que de esta forma parece que la O.R.P. los haya retenido hasta ahora y haya tratado de endosarselos a la A.I.N.
– ?Lo cree usted tambien?
– Yo, no. Si lo hubiera usted hecho asi, lo habria hecho mejor.
– Si lo que desea usted saber, senor Dexter -dijo Wolfe-, es si he manipulado en algun sentido n torno de los cilindros, le dire que no. ?Algo mas?
Dexter saco un panuelo del bolsillo y se seco el rostro. No habia observado en el humedad alguna y hacia fresco en el exterior, pero por lo visto el entendia que algo tenia que secar. Bajo la mano, sin dejar de tener prendido el panuelo, y miro a Wolfe como si tratase de recordar el siguiente parrafo del discurso que traia preparado.
– No existe tal Dorothy Unger empleada en la O.R.P. ni en Washington, ni aqui.
– ?Dios mio, claro que no! -dijo exasperado Wolfe.
– ?Que quiere usted decir con esto de «claro que no»?
– Quiero decir que es obvio que no existe tal persona. Sea quien fuere quien ha inventado este barullo del talon de la consigna, O’Neill u otra persona, lo cierto es que han tenido que forjar la supercheria de una Dorothy Unger.
– Debia usted estar enterado de ello, pues -dijo Dexter.
– ?Que tonteria! Senor Dexter, si no piensa usted abandonar sus sospechas, lo mejor que podra hacer sera marcharse de aqui. Me acusa usted de «estar liado» con unos bandidos. Yo no «estoy liado» con nadie. Me he comprometido a realizar un trabajo concreto, que es encontrar al asesino y las pruebas para declararle convicto. Si tiene usted…
– ?Hasta que punto ha llegado usted en el?
– Hombre… Mas lejos que usted, o de no ser asi no estaria usted aqui.
– Vaya -repuso sarcasticamente Cramer-, y, ?por que no detuvo usted al criminal la otra noche aqui mismo?
– En determinado momento crei poder hacerlo, porque uno de los presentes dijo algo extraordinario, pero no pude.
– ?Quien fue?
– Lo estoy investigando -dijo Wolfe con tal ampulosidad que parecia tener ocupada a toda una division del Ejercito en la pesquisa-. Usted metio cucharada y los hizo salir de aqui. Si hubiera usted procedido con mas prudencia, en vez de conducirse como un nino mal criado, habriamos conseguido algo practico.