– ?Ah, ya, resulta que yo lo eche todo a perder! ?Por que no me pide usted que los vuelva a reunir?

– ?Excelente idea! -dijo Wolfe incorporandose en la silla y con rostro radiante de entusiasmo-. ?Excelente, haga usted el favor de reunirlos! Use el telefono de Goodwin.

– ?Cielo santo! -dijo atonito Cramer-. ?Cree usted que lo decia en serio?

– Yo si lo digo en serio -afirmo Wolfe-. Usted no habria venido si no se sintiese desesperado. Y no se sentiria usted desesperado si supiese que puede preguntarlo a cualquiera que se le ponga por delante. Y por esto ha venido usted: A conseguir ideas para elaborar preguntas. Traiga a esa gente aca y vere lo que se puede hacer.

– ?Quien demonios se ha figurado que es este hombre? -le pregunto Dexter a Cramer.

Cramer no contesto. Al cabo de unos segundos, se puso en pie y se acerco a mi mesa. Cuando llego ante ella, yo habia ya levantado el telefono y habia marcado el numero de su Brigada Cogio el aparato, se sento en la esquina de la mesa y dijo:

– ?Horowitz? Soy el inspector Cramer; estoy en la oficina de Nero Wolfe. Pongame con el teniente Rowcliffe. Tiene usted una lista de la gente que estuvo aqui el viernes por la noche. Coja usted a los telefonistas y que les llamen a todos y les digan que vengan inmediatamente a la oficina de Wolfe. Incluya usted a Phoebe Gunther. Espere un momento. -Y volviendose hacia Nero Wolfe, pregunto-: ?Nadie mas?

Wolfe movio negativamente la cabeza y Cramer concluyo:

– Esto es todo. Mandeme a Stebbins en seguida. Hagales venir a todos cueste lo que cueste. Mande usted agentes en su busca, si hace falta. Si, ya lo se; ya me doy cuenta de que moveran un escandalo. ?Que me importa perder el empleo de una manera o de otra, si lo he de perder? Wolfe dice que estoy desesperado, y ya sabe usted como es Wolfe. Sabe leer en las fisonomias de la gente. Ocupese en esto.

Cramer se sento de nuevo en el sillon de cuero rojo, se saco un cigarro del bolsillo, lo mordio y mascullo:

– Jamas crei encontrarme en situacion semejante.

– Con franqueza le he de decir que no esperaba verle a usted -dijo Wolfe-. Con lo que el senor Goodwin y yo le proporcionamos ayer, parece que tenia usted que haber progresado…

– Claro. Progresado en el seno de la niebla mas espesa con que me he tropezado en la vida. ?Valiente ayuda la que me dieron ustedes!… En primer lugar…

– Perdonen ustedes -interrumpio Dexter-. Tengo que llamar por telefono.

– Si, se trata de asuntos intimos -le dije-, hay un telefono en el piso de arriba.

– No, gracias -respondio mirandome rudamente-. Ya saldre a buscar una cabina publica.

Se dirigio a la puerta y por encima del hombro dijo que volveria al cabo de media hora y se fue. Sali a asegurarme de que no tropezaba en el umbral de la puerta y cuando esta se hubo cerrado tras el, volvi al despacho. Cramer decia:

– Y estamos peor que nunca. No aparece ningun resultado util.

– Existen la fotografia y el permiso de conduccion remitidos a la senora Boone y el sobre. ?No quiere usted un vaso de cerveza?

– Si, gracias. Hemos buscado huellas digitales y los demas detalles de rutina y no surge nada. El sobre fue expedido desde el centro de la ciudad el viernes a las ocho de la tarde. Es imposible comprobar las ventas de sobre en las maquinas automaticas.

– Archie podria intentarlo. -El hecho de que Wolfe, al hablar con Cramer, me llamase Archie, era indicio de que eramos amigos; por lo general me llamaba senor Goodwin-. Y de los cilindros, ?que me dice?

– Fueron dictados por Boone el 19 de marzo y transcritos a maquina por la senorita Gunther el dia 20. Las copias estan en Washington y el F.B.I. las ha confrontado. La senorita Gunther no comprende nada de lo su» cedido y no ofrece otra explicacion sino que Boone se equivocase de caja cuando salio de la oficina el martes por la tarde. Dice que su jefe no acostumbraba a incurrir en semejantes errores. Pero, aunque fuese asi, la caja que contenia los cilindros que dicto el martes por la tarde tenia que estar en su despacho de Washington y no esta. No hay rastro de ella. Existe aun otra posibilidad. Hemos pedido a todas las personas relacionadas con el caso que no salgan de la ciudad, pero el jueves la O.R.P. pidio permiso en favor de la senorita Gunther para que esta fuese a Washington por un asunto urgente, y la dejamos salir. Fue y vino en avion y llevaba consigo una maletita.

Wolfe se estremecio. La idea de que la gente subiese voluntariamente a un avion era excesiva para su sensibilidad.

– Veo que no ha prescindido usted de detalle alguno- le dijo a Cramer.

– ?Iba sola la senorita Gunther en este viaje?

– Fue sola. Volvio con Dexter y otros dos de la O.R.P.

– ?No tiene dificultad alguna para explicar sus movimientos?

– No tiene dificultad alguna para explicar nada. Esta joven no repararla en darnos cuenta de sus intimidades mas reconditas.

– Estoy seguro de que Archie coincide con su opinion -dijo Wolfe-. Mientras decia esto llego la cerveza en manos de Fritz, que empezo a servirla-. Supongo que habra usted charlado con el senor O’Neill.

– ?Charlado? -salto Cramer levantando las manos-. ?Dios mio! ?Me pregunta que si he charlado con ese pajaro!

– Como ya le advirtio Archie, tenia interes en conocer el contenido de los cilindros.

– Y sigue teniendolo. El imbecil de el se figuraba que podria retener aquel sobre. Queria que se hiciese una investigacion sobre ello, no a cargo de usted, sino de un detective particular, segun dijo. Fijese usted, para que te de cuenta de lo feo que esta este caso. En cualquier otro crimen, ?querria usted mejor pista que un sobre en las condiciones de este? ?Tiene su membrete de la O.R.P., su entrega urgente, su sello matado y los demas nuevos, su direccion a maquina? ?Quiere usted que le especifique todo lo que hemos hecho, incluyendo el haber comprobado un mular de maquinas?

– No tengo ningun interes.

– Ni yo tampoco, porque ocuparia toda la noche el explicarselo. La maldita estafeta de Correos dice que lamenta no poder ayudarnos, que ha contratado empleadas nuevas y que no se sabe nunca si matan los sellos o que. Ya habra usted oido que le he hablado a Rowcliffe de la posibilidad de ser destituido.

– ?Bah! -dijo Wolfe.

– Si, ya se -convino Cramer-… Otras veces lo he dicho; es una costumbre. Desde mi punto de vista actual, sin embargo, la bomba atomica es un buscapies comparada con este maldito caso. Mis jefes estan locos de excitacion y yo tengo que admitir que la opinion publica exige que el asesino de Cheney Boone no quede impune. Hace ya seis dias que se cometio el crimen y aqui me tiene usted de charla.

Acabo de vaciar su vaso de cerveza, lo dejo y se seco la boca con el dorso de la mano.

– Ya ve usted la situacion -continuo-. Ya se bien que ningun cliente de usted ha cometido nunca un crimen, y en este caso sus clientes…

– Mis clientes no existen como persona -interrumpio Wolfe-. Mis clientes son una asociacion. Una asociacion no puede cometer un crimen.

– Quiza no. Aun asi, ya se como trabaja usted. Me parece que ya esta aqui su cliente o su asociacion.

Acababa de sonar el timbre. Fui a abrir y vi que Cramer habia acertado. El primero en llegar era uno de los fragmentos de nuestro cliente. Era la persona de Hattie Harding. Parecia venir sin aliento. En el vestibulo me prendio del brazo y dijo:

– ?Que pasa? ?Es que…? ?Que pasa?

Con la mano del otro brazo le di unos golpecitos en la espalda.

– No, no, calmese. Esta usted nerviosa. Hemos decidido celebrar estas reuniones dos veces por semana. No es mas que esto.

La hice pasar a la oficina y que me ayudase a disponer las sillas.

A partir de aquel momento, fueron entrando todos uno por uno. Vino Purley Stebbins y se excuso a su jefe de no haber podido convocar a los interesados con mas presteza, y le cogio aparte para explicarle algo. G. G. Spero, del F.B.I., fue el tercero en llegar y la senora Boone llego en cuarto lugar. Luego regreso Salomon Dexter y al ver vacante el sillon de cuero rojo se acomodo en el. La familia Erskine vino por separado, con un intervalo de un cuarto de hora, y tambien lo hicieron Breslow y Winterhoff. En conjunto, a medida que les fui introduciendo contestaron a mi saludo por considerarme un colega dentro de la raza humana, pero hubo dos excepciones: Don O’Neill dirigio una mirada a traves de mi y trato de dar la impresion de que si yo llegaba a rozar su gaban lo mandaria al tinte, por lo cual le deje acomodarse solo. Acogida no menos hostil me tributo Alger Kates. Nina Boone, que llego tarde, me sonrio. No me lo figuraba, y si, me sonrio a mi. Para premiarla la hice sentar en el mismo lugar de la otra vez, es

Вы читаете Los Amores De Goodwin
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату