desesperado.

Cuando deje a Cramer, seguia llevando la copia de la transcripcion en el bolsillo, porque no tenia instrucciones de entregarsela. Para poder llevar a Phoebe Gunther a presencia de Wolfe era conveniente que la viese antes que a Cramer, y me parecia probable que este querria saber exactamente lo que contenian los cilindros antes de ponerse en movimiento. Por esto le conserve la curiosidad y no le dije que se habia sacado una transcripcion de ellos. Tampoco perdi ni un minuto en trasladarme a la calle 55.

El portero telefoneo al piso, me dirigio otra mirada de sorpresa cuando me dijo que se me recibiria y le hizo una sena de aprobacion al mozo del ascensor. Al llegar al piso 9, letra H, Phoebe abrio la puerta y me hizo pasar. Deje el sombrero y el abrigo en una silla y la segui hacia el interior. Alli vi a Alger Kates en aquel mismo rincon oscuro.

Al encontrar a Alger Kates alli no se me ocurrio otra cosa que decirle:

– ?Vive usted en esta casa?

– Si es que le importa, le dire que si -respondio.

– Sientese, senor Goodwin -dijo Phoebe con su hipotetica sonrisa-. Aclarare este punto: El senor Kates reside aqui cuando se encuentra en Nueva York. Su mujer tiene arrendado este piso porque no le gusta Washington. Ahora esta en Florida. Yo no podia encontrar una habitacion de hotel y por ello el senor Kates vive con unos amigos en la calle 11 y me deja dormir aqui. Supongo que esto bastara para definir mi posicion y la de el.

– Podria ocurrir que lo que me trae aca fuese, urgente -dije, no sin sentir la impresion de haber cometido una tonteria con mi anterior pregunta-. Ello depende de la prisa que tenga en venir el inspector Cramer. Cuando la he telefoneado hace una hora, no ha respondido nadie.

– ?Tengo que dar explicaciones de esto tambien?-dijo ella cogiendo un cigarrillo-. Sali a comer algo.

– ?La han llamado de la oficina de Cramer desde que ha vuelto usted?

– No. ?Quiere algo de mi quiza? ?Que busca?

– Si no quiere nada de usted aun, no tardara en hacerlo -dije mirandola a los ojos para observar su reaccion-, Le he llevado la caja de cilindros que usted se dejo olvidada en el alfeizar de la ventana el martes por la noche.

No creo que el tono con que lo dije tuviese nada de amenazador, supuesto que yo no interpretaba asi aquella frase. Pero Alger Kates se puso en pie subitamente, como si yo hubiera blandido una llave inglesa contra Phoebe. Volvio a sentarse en el acto. La senorita Gunther no se movio, pero detuvo bruscamente el cigarrillo, que iba a llevarse a los labios y se quedo con la cabeza muy derecha.

– ?La caja? ?Con los cilindros?

– Si, senorita.

– ?Es que…? ?Que ocurre…?

– Es una historia muy larga.

– ?Donde la encontro usted?

– Esta es otra historia larga. Tenemos que pasarla por alto, porque ahora esta en poder de Cramer y puede llamaria cualquier momento o venir a verla a usted. Quiza querra esperar tambien a oir lo que dicen los cilindros. De todas maneras, el senor Wolfe la quiere ver antes.

– Asi, pues, ?sabe usted lo que contiene la caja?

Kates habia salido de su rincon oscuro y se habia acercado al divan, como si se dispusiera a rechazar a algun enemigo peligroso. Prescindi de su presencia y le dije a la senorita:

– Claro que lo se. Y el senor Wolfe tambien. Hemos buscado un aparato y hemos pasado los cilindros. Son interesantes, pero no aclaran nada. Lo mas notable de ellos es que no fueron dictados el martes, sino en fecha anterior. Algunos de ellos lo fueron una semana antes o mas. Le dire…

– ?Es imposible!

– No, por cierto, antes muy posible y muy real. Como le decia, el senor Wolfe quiere verla antes que el otro. Ni que decir tiene que respecto a Cramer, lo mejor es marcharse de aqui. El senor Kates puede venir para protegerla, si usted lo desea. Llevo una transcripcion de los cilindros en mi bolsillo y puede usted leerla por el camino.

Sono el timbre. Ya lo habia oido sonar dos veces y adivine de quien se trataba. En un susurro le pregunte:

– ?Espera usted a alguien?

Movio negativamente la cabeza y comprendi por su mirada que tambien presentia quien llamaba. Era inutil evadirse. El portero habria enterado a quienquiera que fuese del estado efectivo de la situacion. De todos modos, nada se perdia por probar. Me puse un dedo en los labios y les mire a los dos. Al cabo de diez segundos de sostener este cuadro plastico, nos llego a traves de la puerta la voz irritada y gruesa del sargento Purley Stebbins.

– ?Vamos, Goodwin, abra!

Fui a abrir. Entro rudamente, se quito el sombrero y trato de conducirse como una persona educada.

– Buenas tardes, senorita Gunther. Buenas tardes, senor Kates. El inspector Cramer le agradecera que venga usted conmigo a su despacho. Ha encontrado unas cosas que Quiere que usted las examine. Me dijo que la informase de que eran cilindros de «Stenophone».

– No se para usted en detalles, ?eh, Purley? -dije.

– ?Ah, esta usted aun aqui? -dijo volviendo la cabeza-. Me figuraba que se habia marchado. El inspector se alegrara mucho de saber que le he pisado el terreno.

– ?Rabanos! -le respondi-. Senorita Gunther, ya sabe usted que, naturalmente, es usted duena de hacer lo que le parezca. Hay gente que se figura que con que un empleado municipal se proponga llevarlas a alguna parte, basta para que tengan que ir. No es asi, a menos que traiga un documento.

– ?De veras? -me pregunto la senorita.

– De veras.

– A pesar de lo poco que se de usted -me dijo ella- y de lo mucho que se de la policia, me parece que tengo mas confianza en usted que en ellos. Asi, pues, decida usted por mi. Ire con usted a ver al senor Wolfe, o me dejare conducir por este sargento, segun usted disponga.

Y en este punto cometi una falta. Y no la lamento porque fuese una falta, supuesto que no vacilo en hacerme responsable de todas cuantas acciones cometo, incluyendo los errores, sino porque la cometi en aras de Phoebe, y no en las de Wolfe o del exito de nuestro trabajo Nada me hubiera complacido mas que llevarla en mi coche, mientras Purley nos seguia, jadeando, y nada satisfacia mas a Wolfe que frustrar los designios de Cramer. Pero comprendi que si la llevaba a casa de Wolfe, Purley se plantaria en la puerta y en cualquier caso le inferiria a Phoebe algun perjuicio, Y cometi aquella falta porque crei que la chica merecia dormir un poco. Ella misma me habia dicho que cuanto mas fatigada estaba, mejor aspecto tenia, y segun lo que su figura atraia mis ojos, en aquel momento debia estar en el limite de sus fuerzas.

– Le agradezco mucho la confianza, de la cual soy digno -le dije en consecuencia de todas estas meditaciones a la senorita Gunther-. Me duele mucho tener que aconsejarla que opte usted por la invitacion de Cramer. Hasta la vista.

Veinte minutos mas tarde llegue al despacho y le dije a Wolfe:

– Purley Stebbins llego a casa de la senorita Gunther antes de que yo pudiese llevarmela. Ella pretirio ir con el. Esta ahora en la calle 20.

Con lo cual no solo habia cometido un error, sino que le estaba mintiendo a mi jefe.

Capitulo XVII

Lo primero que hizo Wolfe en la manana del lunes fue hacer subir a Saul Panzer y a Bill Gore a su habitacion, mientras desayunaba, para darles instrucciones secretas. Bill Gore habia traido de los archivos de la A.I.N. una cantidad tan considerable de escritos de todo orden, mecanografiados, impresos, tirados en multicopista, que con ellos habria bastado para componer un voluminoso diccionario. El informe que dio Saul Panzer de sus jornadas en el Waldorf no anadio nada a lo que sabiamos. Tuve que decidir que el hecho de que Wolfe se empenase en tirar por la ventana cincuenta dolares diarios no me importaba en absoluto.

En el mismo lunes adverti que la Oficina de Relaciones Publicas de la A.I.N. habia recobrado el resuello y se disponia, a volver a la liza. En el New York Times se publicaba un anuncio de pagina entera que contenia una declaracion de la A.I.N. en el sentido de que la Oficina de Regulacion de Precios, despues

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